lunes, 5 de julio de 2010

CIANURO POLÍTICO


"Bromato de armonio”. Les Luthiers. Daniel Rabinovich. Marcos Mundstock. Carlos López Puccio. Jorge Maronna. Carlos Núñez Cortés. Colaborador creativo: Roberto Fontanarrosa. Sonido: Miguel Zagorodny. Madrid. Palacio de Congresos y Exposiciones. Fecha de estreno: 6-11-99

La formación argentina Les Luthiers, son toda una institución dentro del ámbito del espectáculo internacional de habla hispana. El "luthierismo" es un estilo personal e intrasferible, que si bien ha repercutido sobre humoristas más jóvenes, obedece a un conjunto irrepetible de señas de identidad de estos cinco músicos virtuosos e hilarantes, que con su aguzado ingenio y su inteligencia sutil y desvergonzada, los convierten en únicos.
El primer factor fundamental que se necesita para reconocerse en un espectáculo de Les Luthiers es escuchar la voz de Marcos Mundstock, narrador y consciencia indiscutible de la idiosincrasia del grupo. A través de su voz grave y brillante (muy al estilo de Constantino Romero, cuya voz identifica la España de nuestro tiempo) se penetra en ese mundo de socarronería -tan verborreico como elástico con el lenguaje- que caracteriza el humor de esta ingeniosísima compañía, que desde hace décadas lleva regocijando el consciente y, sobre todo, el inconsciente del público. Su afilada inteligencia, y su tempo del gesto y del conflicto, convierten sus conciertos en puro teatro.
En "Bromato de armonio", Les Luthiers destilan su mejor cianuro corrosivo, ganando en argumento (que recorre como columna vertebral la representación), y sobre el que se intercalan números de gran mordacidad y parodia; tanto del mundo de la ópera, como del terror, del jazz y el cine negro; o contra la caterva de políticos con sus mezquindades e ignorancias.
Les Luthiers montan toda su parafernalia musical, tan descacharrante como virtuosa, en torno a una ridiculización de la clase política gobernante, enormemente saludable, para el carácter satírico de la representación, y la diversión del público.
La relación de los espectadores con sus artistas favoritos no es de devoción, sino absolutamente pasional. El palacio de Congresos y Exposiciones de Madrid estaba hasta la bandera, la energía que despedía la expectación del numeroso público, hacía que se palpara en la sala un calor inusual en un teatro. La comunicación que logra con su público esta portentosa compañía, podría tildarse de sobrenatural. No sólo se disfruta con su ingenio retorcido, retardado y elegante; sino con la gozosa diversión que estalla en la sala, entre los miles de aplausos entusiastas.

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