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domingo, 18 de julio de 2010

RITUALES DE SEXO, AMOR Y MUERTE *

"El gran ceremonial". De Fernando Arrabal. Dirección: Carlos Bolívar. Escenografía: Isabel Ángel. Reparto: Juan Ignacio Vieira. Paula Barros. Carlos Bolívar. Catalina Rendón. Madrid. Sala Ensayo 100. 26-2-2001.

El milagro del idioma común, ha permitido que sea una compañía colombiana la encargada de devolver a Fernando Arrabal a los escenarios madrileños, tras varios lustros de inexplicable ausencia. Arrabal es el dramaturgo español vivo más importante desde hace 40 años; y, probablemente, sea el autor teatral español más importante del Siglo Veinte, por mucho que en su país está opinión pueda sonar -actualmente- desmesurada o herética. Que el teatro de Arrabal se siga representado en todo el planeta, revela el calibre de su producción dramática. La Compañía Efímero Teatro ha devuelto el teatro de Arrabal al público madrileño, sin ningún complejo y con grandes dosis de humor, ironía y talento.
"El gran ceremonial" (1963) es una de las obras que inaugura la etapa pánica del autor melillense, tras su abandono del cártel surrealista, liderado vitaliciamente por el ineluctable André Breton. Para Arrabal, el teatro es un rito de purgación contra sus propios fantasmas, realizado de una forma tan poética, desnuda, y estilizada, que sirve además para revolver (saludablemente) las tripas íntimas e ideológicas de cada espectador. Por efecto de las vanguardias artísticas de comienzos del S. XX, y más aún por los escritos teóricos de Artaud, la ceremonia y el rito se convirtieron -a partir de los años 50- en la forma más adecuada para representar un teatro puro y nuevo, que negando el teatro realista burgués, bebía en las fuentes originarias de la tradición. Arrabal logra conciliar perfectamente la expresión pura de la palabra poética, con la acción dramática que requiere toda ceremonia. La intensa dramaticidad de los diálogos de Arrabal, pone en evidencia su poderoso instinto teatral, tan directo y sincero, como cifrado y simbólico. Sus personajes hablan como si a través de ellos, se expresaran fuerzas telúricas y profundas como el sexo, el sueño o la muerte.
Carlos Bolívar ha sabido plañir con gran eficacia escénica la enrarecida atmósfera arrabalesca de "El gran ceremonial". La rareza y la intensidad de la interpretación de Juan Ignacio Vieira (Cavanosa) y Paula Barros (Syl), (los dos enamorados de la obra), permite que la palabra arrabaliana destelle con toda su rica gama de matices, ante una sobria cortina negra. La joven y bella Catalina Rendón interpreta con agudeza y magnetismo a la madre del protagonista, auténtica Creonte y antagonista perpetua de toda la obra de Arrabal. Un público extremadamente joven aplaudió insistentemente a los intérpretes, al final de la brillante representación.

* Crítica inédita

viernes, 16 de julio de 2010

LA RAZÓN LIBERTINA


"Cuarteto”. De Heiner Müller. Dirección: Ernesto Calvo. Reparto: Blanca Herrera. Ricardo Vicente. Vestuario: Pedro Cartón. Espacio escénico: Ernesto Calvo. Madrid. Sala Ensayo 100. 22-5-2002.

El teatro del dramaturgo y director alemán Heiner Müller (muerto en 1995) es portador de un profundo desgarro moral y de una alta belleza poética. La complejidad de su dramaturgia está más cercana a los cánones de la construcción poética que a la escritura teatral en sentido estricto. En esto radica su gran contemporaneidad: Müller afronta el teatro como un laboratorio de miradas, de gemidos, de sonidos, de murmuraciones y susurros misteriosos, donde las palabras se engarzan como brillantes en una montura de acero, sucia de barro.
En “Cuarteto”, el singular autor alemán (probablemente el más significativo del teatro de su país en el S. XX, tras Bertolt Brecht) indaga en las turbulentas relaciones de Valmont y Madame de Merteuil, los dos protagonistas de la famosa obra de Chordelos de Laclos “Las amistades peligrosas”, que se han convertido en los arquetipos de la galante e ilustrada sociedad europea del S. XVIII.
El miedo que esta obra despierta en los oídos de un auditorio convencional -con tendencia a la mojigatería- no es a causa de sus promiscuas y repetidas escabrosas relaciones sexuales, sino por la reflexión y teorización que se realizan sobre las mismas. Si en muchos hay un temor inconsciente al sexo, por lo que les perturba, ¿qué no sucederá con una exposición racional de ese mismo atropellado y gozoso comportamiento amoroso?
Este material dramático resulta implacablemente intenso, porque no sólo atenta contra los prejuicios sociales, sino que además niega el valor afectivo del amor, en beneficio de una pura relación carnal de gozo. Arrasador terremoto interior de la razón libertina, el de Müller, el de Laclos, porque en ellos se refleja nuestro deshaucio más profundo.
La compañía que interpreta esta obra sabe del valor y la textura de la pieza que maneja. El director Ernesto Calvo crea con cirios, espejos metálicos, y bañeras sonoras un ámbito exacto para la ceremonia de la representación que van a celebrar sus dos intérpretes-oficiantes. Blanca Herrera da vida a la marquesa con una luminosa sensualidad, carnal y misteriosa. Incorpora a su rica y matizada interpretación la morbosidad que requiere esta partida entre rivales, cómplices y amantes. Ricardo Vicente (además de guardar un gran parecido con John Malkovich que popularizó a Valmont en su versión cinematográfica,) tiene registros de buen actor, y sabe domeñar con precisión la energía de su potente presencia escénica.
Aunque la cuádruple estructura de este “Cuarteto” propicia un juego muy interesante dramáticamente, (en cada escena los interpretes cambian de sexo y de personaje), escénicamente termina resultando un tanto repetitiva, y no propicia un liberador clímax final, lo que aún la hace más angustiosa.

martes, 29 de junio de 2010

EXIGÜO EQUIPAJE


"Monólogo para una voz desnuda". Escrito y dirigido por Isaías R. Jiménez. Actriz: Carmen Jiménez. Teatro Oberón. Madrid. Sala Ensayo 100.

La sala Ensayo 100 de Madrid, dirigida por Jorge Eines, tiene un sello particular a la hora de elaborar su programación: apuesta por montajes intimistas y precisos, y sobretodo recoge propuestas -asumiendo todos los riesgos- de los más jóvenes creadores escénicos de nuestro país.
El Teatro Oberón de Málaga ha desembarcado en las tablas de Ensayo 100 con su exiguo y riguroso equipaje escénico: un monólogo, una actriz, una silla y unas ganas grandes de hacer teatro. Resulta al menos reconfortante que los más jóvenes sigan echando mano del lenguaje teatral, y en particular de la palabra para seguir intentando comunicarse con el público. Este "Monólogo para una voz desnuda" es una obrita primorosamente confeccionada, por su autor y director y por su intérprete que ha obtenido algunos premios con este trabajo.
Las tribulaciones de una mujer viuda que regresa a su antigua casa, y se enfrenta abiertamente al doloroso y dulce ataque de sus recuerdos, son el eje de esta propuesta, que partiendo del dolor de la separación y la pérdida, intenta hacer un canto vitalista aunque el suicidio de su única protagonista apunte lo contrario.
Isaías R. Jiménez y Carmen Jiménez tienen un largo camino teatral por delante en el que tendrán oportunidad de ver crecer sus trabajos, hasta cotas muy superiores a las actuales, si siguen enfocando con el mismo rigor sus nuevos espectáculos. De momento, esta "obritita" que no llega a los cuarenta y cinco minutos, puede servir como carta de presentación y aperitivo de sus buenas dotes teatrales y de su fe en el poder de evocación que puede llegar a alcanzarse en un escenario.

jueves, 24 de junio de 2010

LA LLAMADA DE LAUREN

“La llamada de Lauren”. De Paloma Pedrero. Dirección: Aitana Galán. Reparto: Mónica Pont. Vicente Colomar. Madrid. Sala Ensayo 100. 7-4-2003.

“La Llamada de Lauren” es una de las obras de Paloma Pedrero que con más frecuencia sube a escena. La pieza contiene en sí mismo una situación dramática de gran intensidad y plena actualidad. La indefinición sexual de algunos esposos se convierte en el motor de numerosos conflictos personales dentro de la convivencia. ¿Qué le ocurriría a usted, lectora, si al llegar a casa, encontrara que su marido le ha hurtado su ropa interior y sus maquillajes, y andara con ellos puestos pavoneándose por la casa?
La autora sitúa las coordenadas de su conflicto en pleno carnaval, cuando los disfraces parecen justificados, y el juego de las ambigüedades campa a sus anchas. Pero el que el esposo se haya vestido de mujer no es una mera broma, detrás de ese impulso se encuentran escondidos y atenazados toda una serie de anhelos secretos que afloran ese día como un volcán incontenible. Lo que comienza como un juego, termina desbocando una tempestad matrimonial sin precedentes.
Paloma Pedrero consigue plenamente los objetivos previstos con su trabajo: una atmósfera asfixiante, unos diálogos plenos de significado, unas confesiones que queman, y unas vidas puestas al descubierto, y una sentencia que se cierne amarga e irrefutable sobre los protagonistas. Es imposible poner puertas al campo, es terrible tener que vivir en el engaño. La verdad debe resplandecer para que el amor pueda sostenerse. En este debate interno entre la verdad y las falsas apariencias se sitúa el discurso de la autora por encima de feminismos oportunistas.
La directora Aitana Galán sintoniza a la perfección con los planteamientos de la dramaturga. No es la primera vez que se enfrenta al mundo dramático de Pedrero, y parece navegar con comodidad por este mundo de sutilidades que se plantea en la obra. El pulso firme a la hora de afrontar la dirección de los intérpretes es una de sus bazas más sólidas.
Monica Pont da vida con frescura y talento a la esposa enfrentada a este cambio drástico dentro de su vida matrimonial. La actriz dosifica la confusión y la rebelión de su personaje ante los acontecimientos que ante ella se desatan. Tampoco tiene reparos a la hora de afrontar el desnudo escénico que la representación exige a su personaje, su belleza la respalda.
Vicente Colomer da vida al ambiguo esposo que vive más feliz con tacones y peluca, que con su traje de oficinista gris que por las tardes prepara oposiciones, y por las noches le gusta escaparse del hogar, para llevar una doble vida nocturna, donde poder dar rienda suelta su parte más femenina.
El público se identifica y no deja de sorprenderse con la situación dramática tan efectivamente planteada por la autora, y tan bien defendida por sus intérpretes.