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sábado, 17 de julio de 2010

CRISIS MODERNA DE ESPIRITUALIDAD


"El condenado por desconfiado". De Tirso de Molina. Versión: Amaya Curieses. Dirección: José Maya. Reparto: Pedro Miguel Martínez. José Maya. Amaya Curieses. Angel Solo. Marta Gutiérrez. Chiki Maya. Antonio Maya. Borja Sarmiento. José Carrasco. Jerónimo Maya. Antonio Maya. Escenografía y Vestuario: Pedro Moreno/Javier Roselló/Val Barreto. Iluminación: Marco D'Andrea. Madrid. Festival de Otoño. Teatro Pavón. 4-11-2001.

La reapertura de un teatro siempre es motivo de celebración para la profesión teatral. Así sucedió en el estreno de "El condenado por desconfiado" de Tirso de Molina, con el que Zampanó (compañía madrileña encargada de la dirección del nuevo coliseo dedicado a los clásicos) inauguró la nueva andadura del felizmente recuperado Teatro Pavón, en un barrio tan popular como el Rastro madrileño. Numerosísimos rostros conocidos de la farándula hicieron acto de presencia en esta noche que simbolizaba la reconquista de un histórico teatro de la Villa. El proyecto de Zampanó de ofertar a los clásicos de una forma más fresca, más viva y experimental, es muy loable; más aún cuando lleva adjunto un proyecto de escuela de teatro clásico.
Será muy bueno para nuestro teatro clásico que el Pavón se convierta en la casa de todos aquellos que entienden los clásicos como un punto de partida para desarrollar un teatro contemporáneo en armonía con sus raíces históricas y su memoria.
Tirso de Molina (1584-1648) es el seudónimo de Fray Gabriel Téllez, un clérigo madrileño de la alta jerarquía eclesiástica que practicaba la afición de escribir comedias y dramas teológicos. Aunque su admiración por Lope de Vega está latente en todas sus obras, algunos estudiosos afirman que es el autor español que más paralelismos guarda con Shakespeare. "El condenado por desconfiado" es la más conocida de sus obras de temática religiosa. El debate moral interior que se despierta en un religioso, (que ha sido advertido por un ángel para reunirse con un hombre que será santo,) al descubrir que el individuo anunciado es un pendenciero cargado de crímenes y pecados, le conduce a una crisis espiritual tan severa, que él mismo terminará condenándose por su desconfianza en los hilos del destino divino.
Zampanó pone en pie su espectáculo con las buenas artes que se le conocen a la hora de afrontar la puesta en escena de los clásicos: cuidado extremo de la dicción del verso, desnudez escénica para acentuar el valor de los actores, movimientos cuidados y significantes, y una serie de mecanismos escénicos que potencian el distanciamiento, y aproximan la obra a nuestros días.
Aunque su concepto de espectáculo resulta un tanto dudoso cuando se lee en el programa de mano: "Existe el problema de que esta obra no pueda satisfacer hoy al público, porque su tema central, la angustia teológica, no sea moderno". Partiendo de esta desconfianza, se entiende lo poco que defiende la médula de la obra, en beneficio de una serie de coreografías de sombras muy dinámicas, acompañadas por una música alegre y sugestiva. Zampanó utiliza el pretexto de la obra de Tirso para organizar un espectáculo de duelos, persecuciones, caídas al mar... donde lo que menos importa es la instructiva mudanza moral de los personajes. Si la teología no es el gran debate de la sociedad contemporánea, la fe, la esperanza, la coherencia, la honestidad, la ética son otras vertientes espirituales necesarias en todos los tiempos, en que las nuevas guerras mundiales se libran en nombre de las tres religiones monoteístas dominantes.

DESTINO: LA MUERTE


"La puerta estrecha". Compañía: La Zaranda. Dirección y espacio escénico: Paco de la Zaranda. Autor: Eusebio Calonge. Reparto: Gaspar Campuzano. Francisco Sánchez. Enrique Bustos. Fernando Hernández. Carmen Sampalo. Madrid. Festival de Otoño. Teatro Pavón. 7-11-2001.

La Zaranda es una de las compañías españolas más peculiares que circulan por los escenarios de medio mundo. Por una parte es prácticamente el único espécimen que queda del espíritu del Teatro Independiente. Sus montajes son trabajos humildes y sencillos de producción, pero que encierran una fuerte garra en esta aparente pobreza de recursos. La Zaranda mantiene su fidelidad al espíritu de vanguardia, renegando de una tradición dramática de representar obras de grandes autores, en beneficio de la creación colectiva, de un teatro humilde, pero rico en sentido ceremonial. El texto de "La puerta estrecha" -que firma Eusebio Calonge- es sólo el encargado de marcar el rumbo de la representación, pero no es más importante que las viejas puertas polvorientas que aparecen en escena.
El maestro de Paco el de la Zaranda (así se hace llamar el director de la compañía) es el polaco Tadeusz Kantor, el personaje más genuino del teatro europeo del siglo pasado, después de Artaud. Los espectáculos que Kantor montó con su compañía Cricot-2, revolucionaron al público de los festivales teatrales más relevantes del panorama internacional. Se convirtió en un mito que murió hace ya diez años. Kantor realizaba un Teatro de la muerte, negro, de la memoria, donde los objetos y los actores eran existencias del mismo inventario. Todo estaba al servicio de una personalidad creadora de gran sentido plástico y ritual. El resultado eran unos inquietantes y poderosos poemas escénicos de innegable fuerza dramática.
En "La puerta estrecha" hay algo muy español. Es lo que sucede con La Zaranda, que desde su andalucismo profundo ha sabido elevar un canon ibérico que la emparenta con Goya, con Solana o con Galdós. La muerte según Kantor, o según Valdés Leal resulta una compañera inevitable de travesía artística y vital; también para La Zaranda. Hacemos paradas en posadas que son nuestra vida, y de ese pozo profundo nos rescata la muerte como el otro extremo de la creación.
Una propuesta lírica y simbólica como ésta, requiere un sentido ritual de la representación. El lenguaje hablado está sacado del acervo popular, son frases que se repiten machaconamente, con unas melopeas y unas letanías, que marcan el sello y la personalidad de esta extraña y original compañía. El desgarro propio del hampa y la miseria se vierten en el trabajo de La Zaranda como un vitalista eructo popular.

UN DESEO LLAMADO TRANVÍA

"Endstation Amerika. Un tranvía llamado América". De Tennessee Williams. Versión y Dirección: Frank Castorf. Compañía: Volksbühne am Rosa-Luxemburgo-Platz. Reparto: Kathrin Angerer. Brigitte Cuvelier. Henry Hübchen. Fabian Hinrichs. Silvia Rieger. Bernard Schütz. Decorado y vestuario: Bert Neumann. Dramaturgia: Carl Hegemann. Iluminación: Lothar Baumgarte. Madrid. Teatro Pavón.

La dramaturgia es uno de los términos teatrales más asociados a la escena teatral alemana desde que en el S. XVIII, G.E. Lessing publicara su "Dramaturgia de Hamburgo", en donde se reivindicaba la dignidad artística no sólo para los actores, sino hasta para los mismos teóricos. El prestigio de las ideas propias de cada versionador es elevado en el teatro alemán. El sentido didáctico y pedagógico del teatro es una de las principales preocupaciones de un arte socialmente vivo, relevante, y comprometido.
No es extraño pues que cuando una compañía alemana como la Volksbühne nos anuncie una representación de una obra del teatro de repertorio del S.XX, como es "Un tranvía llamado deseo", no vayamos dispuestos a encontrarnos con un espectáculo totalmente previsible. Así sucede en la contemplación de este riguroso espectáculo alemán de comienzos de siglo. El compromiso político es una de las lineas manifiestas de este teatro-encrucijada entre los dos Berlines del muro. Piscator, Brecht, o Peter Weiss son unos buenos antecedentes históricos.
La dramaturgia que realiza la Volksbühnne de la obra del autor homosexual y alcohólico norteamericano, es rigurosamente comprometida con el presente histórico. Todo el montaje trasluce un alegre escepticismo e ironía, que envuelve un profundo sentimiento de decepción frente a la sociedad de nuestros días. A través de la historia de Blanche Dubois, del polaco Kovalsky, y de su esposa Estela, se nos está intentando ofrecer un calco de la desencantada y pasiva sociedad globalizada que nos lleva. La propuesta es tan radical que trastoca, reescribe y añade sin pudor alguno, nuevos fragmentos escritos para el montaje, alejándose del original cuánto les parece necesario. La puesta en escena y la interpretación son provocadoras y distanciadoras. Al comienzo parece una gamberrada escolar, pero según avanza la representación, la lectura escénica se hace cada vez más contundente, clara y potente.
En este montaje se aprecia más la inteligencia escénica del director y adaptador Frank Castorf, pero se tiene la sensación de que podían haber elegido cualquier otra obra. La terrible y apasionante tragedia que se desata en la obra de Williams no es el objetivo del montaje. La patética y decadente Blanche esta representada por una sensual actriz en apoteosis "marylinesca", mientras el potente mito erótico del animalesco Kovalsky se reduce a un cincuentón barrigudo y desencantado que perteneció al Sindicato polaco "Solidaridad". Es otra obra.
La compañía alemana da toda una lección de rigor y coherencia y estética teatral, rabiosamente contemporánea, pero ha errado la elección del repertorio.

lunes, 28 de junio de 2010

EL ÚNICO LUJO DE LOS POBRES


“Peribáñez y el comendador de Ocaña”. De Lope de Vega. Versión: José María Díaz Borque. Dirección: Alonso de Santos. Música: Eliseo Parra. Reparto: Joaquín Notario, Pepa Pedroche, Arturo Querejeta, Fernando Cayo. Paco Torres. Madrid. CNTC. Teatro Pavón. 10-X-2002.

Lope de Vega desarrolló el tema del poder injusto en tres de sus obras más conocidas: “Fuenteovejuna”, “El mejor alcalde, el Rey” y “Peribáñez y el comendador de Ocaña”. Esta última es una de las obras menos representadas y más hermosas de Lope, y se debe celebrar su elección y montaje por la Compañía Nacional de Teatro Clásico, pues devuelve al público –en tiempos de cartelera tan confusa- una de las principales joyas de nuestro teatro. Alonso de Santos ha subrayado la parte más lúdica de la obra, dando prioridad a la transmisión de la palabra lopesca –ayudado por Vicente Fuentes- por encima de cualquier otra golosina escénica. El montaje tiene otra rara virtud, la del protagonismo que se le ha adjudicado a la música en directo de Eliseo Parra y todo un coro de campesinos que le acompañan. El largo primer acto se hace entretenido y liviano sembrando las semillas de la tragedia que se acerca. Quizá sea ahí donde este brillante espectáculo tenga su punto débil; de tan luminoso, juvenil y alegre, pasa un poco por encima de la profundidad trágica del oscuro relato de pasiones.
Joaquín Notario vuelve a demostrar su solvencia interpretativa de personaje de carácter como el Comendador. Jacobo Dicenta reproduce bien el encanto de Peribáñez. Tiene vislumbres muy creativos en su interpretación. Carmen del Valle da vida a la bella Casilda, motor involuntario de este drama. “Peribáñez y el comendador de Ocaña” es un espectáculo de teatro clásico más allá de la supuesta pesadez mortuoria de nuestros antepasados.

sábado, 26 de junio de 2010

LAS LÁGRIMAS DE DON JUAN TENORIO


"Don Juan Tenorio”. De José Zorrilla. Versión y dirección: Maurizio Scaparro. Reparto: Luis Merlo. Gabriel Garbisu. Bárbara Lluch. Roberto Quintana. Juan Messeguer. José Luis Massó. José Luis Patiño. Empar Ferrer. Ángel Amorós. Mª José del Valle… Músicos: Scott A. Singer. Lucas Fuentes. Escenografía: Roberto Francia. Vestuario: Javier Artiñano. Iluminación: Juan G. Cornejo. Madrid. Teatro Pavón.

Si Don Juan Tenorio era el personaje más privilegiado del repertorio teatral español, ya que tenía asegurada su subida a escena todos los años, por la fiesta de difuntos; en los últimos tiempos, el mítico Tenorio se supera a sí mismo con representaciones múltiples. Parece que el personaje encierre en su aguerrido y violento pecho masculino, la semilla de todo el teatro español reunido en un solo mito. El Tenorio sigue interesando como un fenómeno plenamente metateatral a la profesión y al público, es la vara de medir los talentos escénicos e interpretativos de los más destacados profesionales. Siendo siempre la misma obra, son diferentes todos los espectáculos que se montan a partir de las truculentas aventuras de este implacable espadachín enamoradizo que responde al nombre de Don Juan Tenorio.
Maurizio Scaparro ha realizado una lectura de la obra de Zorrilla enormemente respetuosa con su espíritu original. Parece que el director italiano se hubiera españolizado en esta ocasión, para no intervenir drásticamente en un mito tan español como universal. Tampoco es exótica su mirada extranjera, por mucho que incorpore a la representación una cita literal de Merimé. Scaparro intenta realizar una elegante exploración por los límites del misterio sobrenatural que encierra la obra, asistido por una poco eficaz idea de teatro dentro del teatro, que impone un segundo tablado sobre la escena. Las entradas a gatas de algunos personajes no aportan ni misterio, ni majestad al montaje. La representación fluye con facilidad, entreteniendo al público, y desgranando a fondo los parlamentos de la pieza.
Quizás la mayor originalidad de este nuevo Tenorio sea la concepción del personaje -asumida por el actor y el director- como un don Juan sensible, dinámico, expresivo con sus manos, capaz de retar a los vivos y a los muertos; pero cargado de miedos interiores que no le privan de llegar incluso a las lágrimas. Luis Merlo da vida a un Tenorio muy contemporáneo, por vulnerable. Gabriel Garbisu insufla profundidad a su Luis Mejía, con personales resoluciones interpretativas. Roberto Quintana compone un Comendador enérgico, de voz y presencia poderosas, que disfruta anunciándole su muerte a Don Juan Tenorio. Bárbara Lluch interpreta con frescura, hermosa estampa, y juvenil belleza a Doña Inés de Ulloa, la novicia eternamente enamorada de Don Juan, su redentora final. Empar Ferrer da gracia y personalidad a su personaje de Brígida.
La noche del estreno el público siguió con interés la representación, y ovacionó a sus protagonistas, especialmente a Luis Merlo.

EL PADRE DE DON JUAN TENORIO

"El burlador de Sevilla”. De Tirso de Molina. Dirección y vestuario: Miguel Narros. Versión: José Hierro. Música: José Nieto. Escenografía: Andrea D’Odorico. Reparto: Carlos Hipólito. Juan José Otegui. Fernando Sansegundo. Israel Elejalde. Javier Mora. Víctor M. Dogar. Manuela Paso. Sonia Jávaga. Elisa Matilla. Alba Alonso… Madrid. CNTC. Teatro Pavón. 28-2-2003

Tirso de Molina (1584-1648) era un fraile que escribía teatro. Su intensa participación en la vida literaria le llevó a sufrir amenaza de excomunión, lo que le apartó de la escritura dramática. Fray Gabriel Téllez escribió teatro religioso y teológico, y también teatro profano. “El burlador de Sevilla y convidado de piedra” (1633) es no sólo su obra más conocida e influyente, sino en la que reúne sus dos visiones dramáticas.
El padre literario de Don Juan Tenorio no sólo puso en pie “el vendaval erótico” del personaje, sino que además formuló un dogma católico contrarreformista en su obra. Don Juan no es sólo condenado en la obra de Tirso por su burla a las mujeres, sino por el desprecio a las normas sociales, y sobre todo por su ignorancia del poder de Dios. Porque, a pesar de que las furiosas hembras burladas por Don Juan -dibujadas con mano maestra por Tirso- intervengan en el castigo del burlador, es Dios –ofendido- quien le arrebata la vida.
Abrillantada por la pluma del poeta José Hierro, la obra de Tirso nos llega de la mano de Miguel Narros, como un impresionante paquebote fantasma, navegando en un escenario de teatro. La complejidad y la categoría artística de los elementos implicados en este espectáculo, lo convierten en un hito y un modelo de cómo honrar y beneficiarnos plenamente de nuestro teatro clásico. Tanto la exquisita puesta en escena, como el conceptual artilugio escenográfico, así como la rica y afinada interpretación, y sobre todo la excelente partitura sonora y musical de José Nieto, logran que este “El burlador de Sevilla” llegue en estado de gracia hasta el público, (poco acostumbrado a estas refinadísimas mieles estéticas,) con inusitada contundencia teatral. El prodigioso equilibrio que Narros ha conseguido combinando magistralmente los ricos materiales que entraña la obra de Tirso, convierten a “El burlador de Sevilla” en un sobresaliente espectáculo de Teatro Total.
Carlos Hipólito interpreta con profunda sensibilidad las arrogancias de Don Juan, lo que enriquece al mito del macho por antonomasia. Su actuación es de una elegancia y un encanto como de otros tiempos; es, a su manera, el Leslie Howard de nuestra escena. Juan José Otegui vuelve a demostrar su imbatible personalidad teatral, como el padre atribulado de Don Juan. La rica galería de hermosas hembras burladas y airadas están interpretadas por Manuela Paso, Sonia Jávaga, Elisa Matilla y Alba Alonso, aprovechando la rica complejidad de matices y los hermosos parlamentos con que Tirso de Molina dibujó a sus heroicas y resistentes mujeres. Fernando Sansegundo realiza una personal y abufonada interpretación del catalinón, criado y cómplice de fechorías de Don Juan.
La noche del estreno, el público ovacionó insistentemente a todos los integrantes de la compañía, y especialmente a Miguel Narros, personaje clave y sabio maestro de este burlador de Sevilla, y de todo nuestro mejor teatro.

EN UN BURDEL DE LA MANCHA


"Abre el ojo”. De Francisco de Rojas Zorrilla. Dirección: Francisco Plaza. Versión: Emilio del Valle. Reparto: Cristóbal Suárez. Amparo Marín. Chema de Miguel. Jorge Muñoz. Ángeles Martín. Carolina Solas. Rosa Herrera. José Pedro Carrión. Escenografía e iluminación: Francisco Leal. Vestuario: Pedro Moreno. Madrid. Teatro Pavón.
25-4-2003.

El dramaturgo y poeta toledano Francisco de Rojas Zorrilla (1607-1648) es una de las figuras menos reconocidas de nuestro teatro clásico. Su prematura muerte fue en parte responsable, de que este autor que gravitó entre la tragedia (“Del Rey abajo, ninguno”) y la comedia (“Entre bobos anda el juego”), no fuera elevado a la gloria de los grandes dramaturgos clásicos. Aunque haya dejado una considerable obra, el Rojas Zorrilla de la madurez hubiera podido ser mucho más grande.
La originalidad es una de las características que más incondicionalmente se le reconocen, tanto en los temas, como en su habilidad para dibujar sicológicamente a los personajes, no sólo con admirable humor y socarronería, sino con recursos metateatrales tan osados como barrocos. Por otra parte, sus ideas erasmistas le llevaban a tener una visión muy moderna -y poco contrarreformista- del mundo, y en particular a la concepción de sus personajes femeninos, que se comportan con la misma resolución pública y moral que los hombres. En Francia se le valoró más que en su patria.
El milagro de la mirada personalísima de Rojas Zorrilla es el de devolvernos una imagen insólita de España –y en particular de Madrid- como si nos la contara un extranjero, un Carlo Goldoni, por ejemplo, que vivió en Venecia, cien años más tarde que Rojas. La comedia de figurón que inventa Rojas Zorrilla en España se sirve tanto del trazo grueso del humor satírico, como de la honda pincelada poética de los sentimientos más nobles.
Francisco Plaza, en la dirección y Emilio del Valle en la versión, son responsables de esta clarividencia con la que se respira el mundo de Rojas Zorrilla, a través de su obra “Abre el ojo”. Pocas veces puede disfrutarse de la interpretación del verso clásico con más verdad y sentido que en este montaje.
El excelente reparto garantiza la solidez del espectáculo. Ángeles Martín es Doña Clara, una cortesana, tan bella, como casquivana e ingeniosa. La joven y bella actriz vuelve a derramar en escena, talento y encanto. Cristóbal Suárez interpreta -con naturalidad y liviana elegancia- a Don Cristóbal, el lumpen-Tenorio de esta pieza. José Pedro Carrión -como el corregidor de Almagro- despliega un rico registro interpretativo de figurón ridículo. Chema de Miguel da vida y piruetas al gracioso Cartilla.
El acertado vestuario de Pedro Moreno es una de las claves de la magia teatral de esta pieza. La recreación del vestuario de nuestro teatro clásico, que realiza, resulta tan deliciosa, como digna de antología.
El público aplaudió complacido al brillante elenco, que acababa de demostrar -con mucho arte- lo rico y fecundo que pueden llegar a ser nuestro clásico.

jueves, 24 de junio de 2010

TANTO ESFUERZO PARA NADA


“Romeo y Julieta”. Versión libre de Antonio Onetti sobre la obra de W. Shakespeare. Dirección: Emilio Hernández. Versión: Antonio Onetti. Música y canciones: Tomatito. Reparto: Celia Vioque. Antonio Navarro. Juan Luis Corrientes. Inmaculada Pérez. Mercedes Hoyos. Antonio Salazar. Paco Morales… Vestuario: Mercé Paloma. Madrid. Teatro Pavón.

La representación de las obras de teatro clásico plantea un dilema moral en términos artísticos. ¿Por qué se siguen representando estas piezas, escritas hace centurias o incluso milenios?, ¿por un prurito cívico, similar al que cumple una obligación engorrosa con los antepasados?; o, ¿porque se cree, que estas obras pueden ser una llave mágica, que nos abra la vida y la mente de otras épocas, y ese viaje artístico -por encima del tiempo- enriquezca nuestra visión del presente?
Los partidarios de esta segunda opción son más heróicos -teatralmente hablando- al aceptar el reto y la humildad que conlleva, ponerse a escuchar los susurros y aromas que destila un lejano texto dramático, y entregarse a ser su médium y su fiel intérprete.
Entre los espectáculos que afrontan los clásicos como una cantera inagotable, (libre, además, de derechos de autor) frente a la actual “ausencia” de dramaturgos, puede contarse este “RomeoXJulieta”, que presenta Emilio Hernández, desde el Centro Andaluz de Teatro, con versión libérrima de Antonio Onetti.
Intentar “actualizar” una obra de Shakespeare, desposeyendo al lenguaje del bardo inglés de todo su enigma y grandeza poética, en beneficio exclusivo de la acción, es como “modernizar” un soneto, mutilándole diez versos para que no canse su “extrema” longitud al lector contemporáneo. Existió en tiempos una revistilla llamada “Reader Digest”, que se caracterizaba por presentar versiones refundidas y abreviadas de distintas piezas literarias. Se vendía bien, pero a nadie se le ocurrió introducirla en ningún debate literario, porque se trataba de un mero producto comercial, en el que el material artístico era una simple mercancía cualquiera.
El esfuerzo para nada que se respira en la versión de “RomeoXJulieta” de Hernández/Onetti es totalmente gratuito y no aporta nada a la representación actual de Shakespeare. Incluso los esquilmados alumnos de literatura de los institutos de la LOGSE tienen derecho a escuchar la palabra de Shakespeare, si van a ver “Romeo y Julieta”. No es un buen planteamiento llenar la obra de desfasados punkis de los ochenta, de flamencos, raperos, y música grabada de Tomatito; usando diálogos de parada de autobús, y ocurrencias de borrachos tabernarios, para que el público -joven o maduro- pueda hoy seguir disfrutando con Shakespeare. Si ha pasado a la Historia, y sus obras siguen reviviendo en escena, se debe a cómo las escribió, y a cómo fijó en la forma precisa de sus versos y sus prodigiosas imágenes poéticas, la eterna condición mudable del ser humano: su miseria y su grandeza.

lunes, 21 de junio de 2010

ALEGRE JUGUETE CLÁSICO


“La celosa de sí misma”. De Tirso de Molina. Dirección: Luis Olmos. Reparto: Joaquín Notario. Pepa Pedroche. Vicente Díez. José Luis Patiño. Fernando Cayo. Goizalde Núñez. Cipriano Lodosa. Carmen Belloch… Versión: Bernardo Sánchez. Música: Yann Díez. Escenografía: Gabriel Carrascal. Vestuario: Mª Luisa Engel. Madrid. C.N.T.C. Teatro Pavón.

Es un acierto de la CNTC dedicar un ciclo a Tirso de Molina, un autor dramático no demasiado representado, ni conocido en profundidad por el gran público. Su teatro está más considerado fuera de nuestras fronteras que en su misma patria; en Inglaterra le consideran el dramaturgo español más cercano a Shakespeare.
“La celosa de sí misma” es una comedia poco conocida, donde Tirso vuelve a demostrar su conocimiento del alma femenina y los ardides que ellas están dispuestas a tejer, con tal de salirse con la suya, en este caso, la de pillar al marido más deseado. Las protagonistas de la pieza son ricas, y disputan como fieras. Aunque la batalla más difícil de librar, es si se tienen de rivales a sí mismas. La costumbre barroca de las escondidas y las tapadas permite este enredo, pues el caballero se enamora de su ideal de mujer, cuando se tropieza con una linda tapada, que no deja de ser otra que su misma prometida, a la que desprecia en favor del amor de la primera.
La comedia resulta libertina y divertida, y no deja de resultar atrevido que un clérigo -como Fray Gabriel Téllez- ubicara en el interior de una iglesia todas las escenas amorosas de la obra.
Luis Olmos ha impreso en la comedia de Tirso un aire juvenil y alegre, trufado de musiquitas y danzas que enlazan la escenas a modo de transiciones bailadas. El vestuario de M. L. Engels es tan colorista como osado. La banda sonora original de Yann Díez, (interpretada -en algunos breves fragmentos- en directo,) viene a completar esta atmósfera de cuento que tiene toda la escena.
Pepa Pedroche aporta su rica y personal voz a la celosa de sí misma, que interpreta con digna entereza y profesionalidad escénica. Goizalde Núñez demuestra unas altas dotes comicas, en el personaje de la vecina rival en amores. Joaquín Notario interpreta al varón deseado por las féminas, con ricos registros interpretativos. Vicente Díez da vida a su criado, volviendo a demostrar que es uno de los actores con más personalidad y mejor hacer de nuestra escena. El pizpireto y vibrante Cipriano Lodosa da vida al primo rico y fracasado en amores, con una chispa escénica de gran eficacia cómica y dramática. El buen decir del verso es una característica de esta compañía. José Luis Patiño y Fernando Cayo componen una cómica pareja de buenos “entendedores”, que benefician el ritmo cómico de la pieza.
El público aplaudió la noche del estreno esta animada y dinámica puesta en escena, y el buen hacer de sus intérpretes y toda la compañía.

sábado, 19 de junio de 2010

GALAXIAS DE CASTILLA


“El caballero de Olmedo”. De Lope de Vega. Versión: Daniel Pérez. Dirección: José Pascual. Reparto: Israel Elejalde. Beatriz Argüello. Chema Muñoz. Ester Bellver. Carlos Domingo. Chema Ruiz. Margarita Ventura… Escenografía: Ana Garay. Vestuario: Rosa Gª Andujar. Música: Luis Delgado. Madrid. Teatro Pavón.

La princesa Leia-Inés vive en Medina; el amor que la corteja, Don Alonso Skywalker, es de Olmedo. El malvado Don Rodrigo Dar Waiden, enamorado de la princesa vallisoletana, hará todo lo posible para intentar impedir este fresco amor, convenciendo a su padre Don Pedro Obi Wan Kenobi para que se la entregue en matrimonio. R2-D2, en esta función se llama Tello. Así podría contarse el esquema argumental de la representación de “El caballero de Olmedo” de Lope de Vega, que ha dirigido José Pascual para la Compañía Nacional de Teatro Clásico.
El director convierte el teatro Pavón en una especie de galaxia castellana, habitada por personajes de leyenda en palacios siderales, que desgranan en clave cinematográfica, la trágica historia de este malhadado Caballero de Olmedo.
Por muy insensato que pueda parecer en principio esta propuesta, hay que reconocerle coherencia y rigor a tan osada puesta en escena. Lope escribió esta hermosísima parábola de la fortuna y la envidia humana, a partir de un romance popular que circulaba de boca en boca desde la Edad Media. Al cruento y luctuoso suceso histórico, Lope le dio altura dramática con sus hermosos versos. La obra comienza con “Amor, no te llame amor el que no te corresponde…” una cumbre lírica de nuestra poesía dramática.
El público eminentemente juvenil que abarrotaba la sala del Clásico pareció pasárselo muy bien con la representación, porque a pesar de la distancia que genera el verso, en esta versión prima la acción sobre la palabra, y sobre los mismos personajes. En cierto modo, Pascual ha devuelto a la historia toda su carga épica original, anterior a la gestación misma del romance, saltando por encima del toro dramático de Lope, utilizando la pértiga de sus propios versos.
Que el juvenil reparto de la CNTC no se ajuste a los arquetipos previsibles de los personajes, también beneficia a esta lectura de ciencia-ficción legendaria con que quiere investirse el montaje. Las buenas dotes interpretativas de Israel Elejalde en el Caballero y de Beatriz Argüello en Doña Inés, aportan frescura y credibilidad a los personajes, sin que nos detengamos en ellos. Chema Muñoz interpreta al criado Tello con más entereza que humor; y finalmente fue muy aplaudido por el público.
La hermosa música atmosférica de Luis Delgado, junto con el geométrico decorado de paneles de Ana Garay, y los figurines barroco-futuristas de Rosa Gª Andujar, se suman a la perfección a esta lectura tan posible como galáctica de una de las obras más poderosas y sugestivas de nuestra dramaturgia nacional. Se trata de un experimento escénico, al que los ortodoxos tendrían que acercarse sin ningún prejuicio.