sábado, 17 de julio de 2010

DESTINO: LA MUERTE


"La puerta estrecha". Compañía: La Zaranda. Dirección y espacio escénico: Paco de la Zaranda. Autor: Eusebio Calonge. Reparto: Gaspar Campuzano. Francisco Sánchez. Enrique Bustos. Fernando Hernández. Carmen Sampalo. Madrid. Festival de Otoño. Teatro Pavón. 7-11-2001.

La Zaranda es una de las compañías españolas más peculiares que circulan por los escenarios de medio mundo. Por una parte es prácticamente el único espécimen que queda del espíritu del Teatro Independiente. Sus montajes son trabajos humildes y sencillos de producción, pero que encierran una fuerte garra en esta aparente pobreza de recursos. La Zaranda mantiene su fidelidad al espíritu de vanguardia, renegando de una tradición dramática de representar obras de grandes autores, en beneficio de la creación colectiva, de un teatro humilde, pero rico en sentido ceremonial. El texto de "La puerta estrecha" -que firma Eusebio Calonge- es sólo el encargado de marcar el rumbo de la representación, pero no es más importante que las viejas puertas polvorientas que aparecen en escena.
El maestro de Paco el de la Zaranda (así se hace llamar el director de la compañía) es el polaco Tadeusz Kantor, el personaje más genuino del teatro europeo del siglo pasado, después de Artaud. Los espectáculos que Kantor montó con su compañía Cricot-2, revolucionaron al público de los festivales teatrales más relevantes del panorama internacional. Se convirtió en un mito que murió hace ya diez años. Kantor realizaba un Teatro de la muerte, negro, de la memoria, donde los objetos y los actores eran existencias del mismo inventario. Todo estaba al servicio de una personalidad creadora de gran sentido plástico y ritual. El resultado eran unos inquietantes y poderosos poemas escénicos de innegable fuerza dramática.
En "La puerta estrecha" hay algo muy español. Es lo que sucede con La Zaranda, que desde su andalucismo profundo ha sabido elevar un canon ibérico que la emparenta con Goya, con Solana o con Galdós. La muerte según Kantor, o según Valdés Leal resulta una compañera inevitable de travesía artística y vital; también para La Zaranda. Hacemos paradas en posadas que son nuestra vida, y de ese pozo profundo nos rescata la muerte como el otro extremo de la creación.
Una propuesta lírica y simbólica como ésta, requiere un sentido ritual de la representación. El lenguaje hablado está sacado del acervo popular, son frases que se repiten machaconamente, con unas melopeas y unas letanías, que marcan el sello y la personalidad de esta extraña y original compañía. El desgarro propio del hampa y la miseria se vierten en el trabajo de La Zaranda como un vitalista eructo popular.

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