viernes, 16 de julio de 2010

EL JARDÍN DE LOS ENAMORADOS



"El triunfo del amor". De Pierre Marivaux. Traducción: Mauro Armiño. Dirección: Adrián Daumas. Reaprto: Lilian Caro. Patricia Ortega Cano. José Olmo. Amparo Marín. Iñigo Echevarría. Victor Benedé. Escenografía: Tomás Muñoz. Diseño de Vestuario: Pedro Moreno. Iluminación: Gloria Merino. Madrid. Círculo de Bellas Artes. 23-1-2002.

Pierre Carlet de Chamblain (1688-1763) se hizo llamar Marivaux en el mundo de la escena. Este hijo de familia acomodada vinculada a la Corte, se decantó por la escritura bajo la influencia de la literatura española antes que de la francesa. Sus primeras obras y novelas son de raigambre hispánica. Nacido en el siglo de Moliére y Calderón, fue uno de los primeros en enfrentarse a las reglas de las academia, fijadas por Boileau, y comenzó a escribir sus comedias en prosa.
Hay algo en Marivaux que lo emparenta con Mozart: ambos comían de su arte, y escribían tanto para la Corte como para el pueblo. Las obras de Marivaux se estrenaban tanto en la "Comédie Francaise" como en el teatro de los italianos. En alguna ocasión, (como sucedió con "La surprise de l'amour"), escribió versiones distintas de la misma obra para cada uno de los dos teatros.
Marivaux es el dramaturgo del amor. Los enamorados de la Comedia del Arte italiana son los personajes menos conocidos de esta farsa de máscaras, pero siempre son el corazón que pone en marcha el conflicto. Sin amor no hay teatro italiano, sin amor no hay seres humanos, parecía afirmar Marivaux a través de sus piezas dramáticas y sus novelas, protagonizadas en su mayoría por mujeres. Otra gran novedad en la dramaturgia europea de su tiempo.
Mauro Armiño ha trasladado con sabiduría y con mimo el espíritu del lenguaje marivodiano a la lengua española. Y esto es decir mucho en el caso concreto de este dramaturgo. No es el suyo un teatro de acción y peripecia. Al contrario, se desarrolla en un solo decorado: el jardín del amor. En realidad todo lo que sucede en sus obras es la representación del fluctuante sentimiento amoroso, a través de las palabras de sus protagonistas. El curso de la emoción es lo que explora el dramaturgo francés en sus obras. Una suerte de pre-psicologismo antes de que se inventara la psicología. Por eso Marivaux sigue siendo tan moderno. El suyo es un teatro de la sutilidad que no renuncia a lo maravilloso.
Adrián Daumas ha dirigido un sugerente y cálido montaje lleno de sutilezas, y de un gran vigor rítmico. La dicción está cuidada al máximo por todo el elenco, que da vida a esta galaxia de personajes que sólo viven para su amor. El sobrio espacio escénico de Tomas Muñoz, el onírico vestuario de Pedro Moreno, bajo la preciosista iluminación de Gloria Merino, crean un ámbito elegante, esencial y simbólico, de profunda belleza y teatralidad, por encima de centurias y fronteras. La juventud y desnudez de la compañía hacen un buen "maurivaudage" con el espíritu del dramaturgo francés.

No hay comentarios:

Publicar un comentario