lunes, 5 de julio de 2010

EL SEXO DE LOS MUÑECOS

"Vampirya". Dramaturgia y dirección: Jesús Peña. Música: J.Carlos Martín. Iluminación: Jesús Lázaro. Actores-manipuladores: Teresa Lázaro, Olga Mansilla, Jesús Peña. Tramoya: Borja G. Semprún. Madrid. Festival de Otoño. Teatro Pradillo. Fecha de estreno: 17-XI-99.

Que una compañía teatral transite en sus montajes, entre el teatro de títeres y el teatro de actores es poco frecuente, la especialización artística es la gran dictadora de la creación escénica actual. El Teatro Corsario es conocido entre el público por sus aproximaciones personales a textos clasicos revisitados con gran originalidad. No es "Vampyria" su primer espectáculo de títeres, "La maldición de Poe" fue su primera incursión en este mundo gótico, telúrico y enormemente visual, que impregnó algunos de sus posteriores montajes sin muñecos.
El regusto por esta estética truculenta -tan cultivada por el cine- se desata en esta saludable "Vampyria" donde las vidrieras de los mausoleos y los palacios decadentes, crean un claroscuro colorista por donde pueden asomar todos los sueños y fantasmas del deseo. El vampiro suele ser una figura muy romántica, un marginado excepcional con el que se suele identificar la figura del artista inadapatado a los nuevos tiempos. Pero, el vampiro es además un mito con unas grandes connotaciones sexuales, pasionales y hasta criminales.
El Teatro Corsario, dirigido por Jesús Peña ha conseguido un originalísimo espectáculo en el que los muñecos se expresan ante el público con el sexo al descubierto. La diversión y la sana ironía con que los artífices del espectáculo han tratado este relato de sangre, se transmiten fácilmente al público. El sexo de los muñecos es algo que hasta ahora ha sido difícilmente visto en un escenario, pues el género siempre se ha considerado idóneo y restrictivo para niños. Un gran error, pues los muñecos están en el origen milenario de la representación teatral. La plasticidad teatral que consiguen estos titiriteros le debe mucho, por una parte, al lenguaje del cine expresionista; y por otra, a los dibujos y ensoñaciones de Francisco Nieva, otro gran apasionado del género gótico y sus posibilidades simbólicas. Sus demonios, sirenas y harpías comparten gozosos martirios sexuales y revelaciones perversas, con estos vampiros del sexo, que nos muestran en su misa negra titiritera estos saludables corsarios del teatro.

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