viernes, 16 de julio de 2010

UN TEATRO CON EDAD


"Los viejos no deben enamorarse". De Alfonso R. Castelao. Dirección: Manuel Guede Oliva. Centro Dramático Galego. Reparto: José Lifante. Mercè Pons. Fernando Chinarro. Carmen Segarra. Enrique Simón. Fernando Delgado. Antonio Requena. Fernando Ransanz. Escenografía e iluminación: Antonio simón. Vestuario: Javier Artiñano. Música: Bernardo Martínez. Madrid. Centro Cultural de la Villa. 12-4-2002.

Castelao es una figura esencial de la cultura gallega. Su prolífica actividad como escritor, pintor y editor de la preciada revista “Nos”, le convierte en una figura de alta estatura para el mundo del arte y las letras. Su exilio político en Argentina terminó de conferirle ese aura mítica de la que gozan ciertos artistas malditos de gran predicamento. Castelao abordó la escritura teatral en una sola ocasión con la obra “Los viejos no deben enamorarse” que acaba de estrenarse en programación del itinerante Centro Dramático Nacional en el Centro Cultural de la villa, con producción del Centro Dramático Galego. Tres centros reunidos en un solo esfuerzo por trasladar al público el mundo dramático y estético del maestro Castelao.
La obra retrata una Galicia profunda, rural y marinera, donde el autor sitúa esta ambigua fábula contra el amor en la ancianidad. No termina de comprenderse si la moraleja es una reprimenda a los viejos ricachones que requiebran a las jóvenes más bellas, apartándolas de sus verdaderos amados, generalmente pobres; o si se trata de una advertencia a los ancianos acaudalados de que no se metan en complicaciones con jovenzuelas casaderas, por muy hermosas que éstas sean, porque lo pagarán caro.
En cualquier caso Castelao se muestra más interesado por los derroteros que nos prepara la muerte, que por las floridas sendas del amor y su importancia en la vida. Las mejores escenas de la obra son las que versan sobre ella, con chispeantes descripciones de las formas en que la muerte se presenta a los que pronto devendrán cadáveres inertes. Igualmente el personaje del narrador que va guiando la acción de la fábula, se presenta a sí mismo como la muerte y el escritor, toda una declaración de afinidades en la visión castelaense.
El espectáculo que ha dirigido Manuel Guede es un montaje complejo de profundas resonancias plásticas y teatrales. Un coro de mujeres verdes latiga la arena del proscenio de la minimalista e ilustrativa escenografía de Antonio Simón, como en el teatro griego. Serán coro de pescadoras, de ranas, de ancianas, o de plañideras, a lo largo de toda la obra. En el interior de unos grandes cubos geométricos tamizados con tul blanco se resuelven las viviendas de los tres viejos protagonistas, que tienen la mala suerte de enamorarse de mujeres jóvenes y casquivanas.
Fernando Delgado aporta su gran presencia escénica al personaje de Ramonciño, el ricachón del pueblo. Fernando Chinarro da vida al viejo boticario, y Fernando Ransanz al viejo rico republicano. José Lifante interpreta al corifeo-autor-muerte que guía la trama. Mercé Pons da vida a las tres galanas de la obra, al tiempo que Enrique Simón hace lo mismo con el carabinero, el portugués y el novio de Pimpinella.
La noche del concurrido estreno, el público aplaudió tibia e insistentemente a la compañía y a todos los responsables artísticos del espectáculo.

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