sábado, 17 de julio de 2010

DRAMA TRANQUILO OCN FANTASMA


"La prueba". De David Auburn. Dirección: Jiame Chávarri. Versión: Juan José Arteche. Reparto: Cayetana Guillén Cuervo. Santiago Ramos. Miguel Hermoso Arnao. Chusa Barbero. Escenografía: Ana Garay. Iluminación: Juan Manuel Villalba. Sonido: Mariano Gracia. Vestuario: Jose María García Montes. Madrid. Teatro Marquina. 10-1-2002.

Los dramaturgos de Estados Unidos comenzaron a florecer con fuerza, apenas hace cien años. Eugene O'Neill, Tennessee Williams, Arthur Miller o David Mamett, son escritores realistas por los cuatro costados. El cine se ha sentido muy cómodo con ellos y con sus obras, hasta el punto de trasladarlas a la pantalla cinematográfica, lo que ha aumentado su proyección internacional y su prestigio artístico.
La obra "La prueba", del premiado autor estadounidense David Auburn, sigue fiel a la trayectoria del teatro de su país. Bebe en un realismo tan evidente como el de las series televisivas de ficción norteamericanas. De "La prueba" saldría un valioso "telefilm". Es una obra tranquila con fantasma. Puede rastrearse en su universo rural con muertos, la potente semilla de la obra "Nuestra ciudad" de Thorton Wilder, pero como un pálido reflejo.
Los enfrentamientos de dos hermanas, tras la muerte de su padre, por la nueva vida que se avecina, guía el argumento de esta pieza dramática. Claire quiere vender la casa; Catherine quiere quedarse. La primera ha pagado las facturas; la segunda ha cuidado del padre enfermo durante los últimos años. Entre ellas aparece un tercer personaje, el de un joven matemático que acude a la casa (en pleno funeral) a revisar los cuadernos y los papeles del padre, pues el finado era un brillante matemático, que desembocó finalmente en la locura.
A la hija buena, Catherine, se le aparece el padre después de muerto, y mantiene con ella unos diálogos que sirven para completar la historia en otro tiempo.
Jaime Chávarri ha dirigido una representación tranquila, sosegada, sin grandes alardes de teatralidad, como corresponde a un texto de estas características. Ni siquiera las sillas del decorado cambian de lugar. Sobre este fondo neutro, los intérpretes dan rienda suelta a su impronta interpretativa. Cayetana Guillén da vida a la hija afligida, (matemática genial en la sombra,) con calidades interpretativas, sobre todo en los registros suaves y tranquilos de su personaje. Está muy elegante durante toda la representación, con vestuario de Calvin Klein, en la América profunda, tan campera como universitaria.
Santiago Ramos (como el padre loco) vuelve a demostrar su profesionalidad y su buen hacer habituales. Miguel Hermoso interpreta al joven seductor matemático con seguridad y arrogancia. Y Chusa Barbero compone una enervada hermana -emigrada a Nueva York- y atacada de múltiples fobias y rivalidades.
La versión española de Arteche suena muy bien, y la escenografía de Ana Garay es hermosa e inmutable. El público siguió con atención la noche del estreno, esta tranquila y apacible representación. Al final, aplaudió calurosamente a todo el elenco artístico.

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