jueves, 1 de julio de 2010

EL GRAN BURDEL DE EUROPA


"La visita de la vieja dama", de F. Dürrenmatt. Director: J.C. Pérez de la Fuente. Versión: J. Mayorga. Figurines: J. Artiñano. Música: Mariano Marín. Iluminación: A. Faura. Reparto: Mª Jesús Valdés. Juan José Otegui. Joaquín Notario. Héctor Colomé. Victoria Rodríguez. E. Campuzano... Madrid. C.D.N. Teatro María Guerrero. 11-3-2000

"La visita de la vieja dama" del suizo Friedrich Dürrenmatt es una de las obras teatrales más importantes del siglo XX, lo que se dice, "un clásico" de menos de cincuenta años. Fue escrita en 1955, cuando su autor tenía 34 años. No es de extrañar pues, la virulencia social que encierra este potente artefacto dramático, en manos de un joven que aún no ha renunciado a la idea de que el arte, y en concreto el teatro, deben servir para mejorar el mundo, criticándolo. El "terrorismo utópico" contra las parcas realidades de las ideologías dominantes, sigue siendo -por fortuna- móvil de muchos creadores teatrales (los mejores) de menos de 50 años. Es un signo de esperanza para la carrera de relevos, que libran los "humanistas" contra la injusticia y la inmoralidad social.
Los artífices del espectáculo madrileño "La visita de la vieja dama", tienen, en su mayoría, menos del medio siglo aludido. Se nota que tras este montaje (estrenado en plena jornada de reflexión electoral) late la sanísima reivindicación del teatro, a participar y opinar sobre el juego político. La polis somos todos; y el teatro se presenta como una "república ideal", donde la moral de las relaciones humanas es asunto prioritario. El texto del autor suizo -como su país- engarza a la perfección la tradición germánica con la francesa, y en él se reúnen elementos tan interesantes como el carácter romántico, el espíritu de las vanguardias; y, como telón de fondo, el humanismo ateniense mediterráneo. Durrenmatt, aunando todos estos materiales ha convertido a este pequeño pueblecito de Güllen, en un símbolo de Europa; sus habitantes, somos todos los europeos.
Pérez de la Fuente fuerza en cada nuevo montaje, sus espectativas como director. Se apoya en el trabajo anterior para intentar afrontar un reto más comprometido, moral y artísticamente. En este caso, añade al gran carnaval de Dürrenmatt toda su visión española de la liturgia mariana, rebosante de música, humo, incienso y sinrazones. En el figurinista Artiñano, y en el adaptador Mayorga, encuentra dos buenos cómplices para reescribir -actualizándola, aún más- la pieza. El carácter social y la espectacularidad de la representación, recuerda a ciertos montajes musicales de la Rusia revolucionaria y constructivista de los años veinte. El toque surrealista de los eunucos ciegos, marca una pauta estética mucho mejor orientada, que las escenas "naturalistas" de los personajes populares debatiéndose en su elección.
Explorando -con aciertos- muchos estilos, al montaje finalmente le falta unidad. Además, sigue pendiente un "concepto de movimiento" global, acorde con las exigencias del teatro ceremonial de vanguardia; y le sobra una búsqueda de la emoción en la palabra, que no es propia del lenguaje ritual, mucho más prosopopéyico que sicológico. Por último, la vieja dama que compone Mª Jesús Valdés, es demasiado lineal en su voluntad de presentarse distante e inhumana, como una diosa. En su interpretación se echan de menos todos los reflejos oscuros de una mente cruel, vengativa y asesina, que provoca pavor y miedo a quienes con ella se enfrentan.

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