viernes, 9 de julio de 2010

EL PODER DE LOS CÓMICOS


"La venganza de la Petra”. De Carlos Arniches. Dirección: Fernando Navarrete. Reparto: Paco Cecilio. Marisol Ayuso. Marta Valverde. Paloma Cela. Pedro Valentín. Pepe Álvarez. Antonio Vico. José Albert. Elvira Menéndez. Escenografía. David Bello. Madrid. Veranos de la Villa. Muralla árabe. 13-8-2002.

Carlos Arniches parece una inversión segura para las refrescantes programaciones estivales de la villa madrileña. Fiel hasta la médula a su efectiva fórmula festiva, la Muralla Árabe vuelve a repetir una vez más el acierto de combinar toda una serie de ingredientes castizos, que son muy bien recibidos por el público veraniego. Entre una refrescante réplica de la Cibeles, las mesas del restaurante, el alquiler de disfraces, los puestos de las hadas quirománticas y las magas, las ensaladas de frutas, y los tornos de cerámica, la voz de los personajes de Carlos Arniches parece sentirse muy cómoda en tan peculiar recinto.
Hay que destacar el alto nivel del elenco cómico que se ha reunido en esta compañía, todo un plantel de figuras como Paco Cecilio, Marta Valverde, Marisol Ayuso, Paloma Cela, o el gran Pedro Valentín Álvarez, aclamado por el público en su papel de figurón ridículo y burlado por la trama, que se lleva ovaciones, sin necesidad de hacer mutis; todo un fenómeno.
“La venganza de la Petra” es una de las obras más conocidas de Arniches, y no sólo refleja esos tipos populares de Lavapiés o Chamberí, a comienzos del siglo XX, sino que además formula una profunda crítica al machismo imperante en la sociedad española. Muchas de las mujeres del público ven con ironía, cómo algunas de esas situaciones que aguanta la Petra a su marido, tienen mucho que ver con tipos y comportamientos actuales, lo que aumenta su eficacia cómica, por la complicidad del público. Petra es una mujer dispuesta a todo, por ganarse el amor de su marido, incluso traicionándole. En torno a los equívocos que se forman en las rivalidades de las respectivas familias de los cónyuges, Arniches desarrolla la trama con su habitual maestría para configurar a sus personajes, y las situaciones que éstos protagonizan.
Los cómicos están para quitarse el sombrero; se lo pasan estupendamente haciendo teatro, y transmiten este gozo al público, consiguiendo el espíritu ideal para la representación de una comedia. Si hubiera un tercer acto, el respetable se lo tragaría encantado hasta altas horas de la noche. Y eso es decir mucho en teatro.

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