martes, 6 de julio de 2010

ELOGIO DEL MIEDO


"La mujer de negro". Basada en la novela de Susan Hill, adpatada al teatro por Stephen Mallatratt. Versión española: Anna Jimeno y J.V. M. Luciano. Dirección: Rafael Calatayud. Reparto: Emilio Gutiérrez Caba. Jorge de Juan. Voz en off: N. Ibáñez Serrador. Madrid. Teatro Infanta Isabel. Fecha de estreno:15-9-99.

La novela gótica o de terror es un invento del romanticismo que encontraba en estas historias terribles y truculentas un vehículo directo hacia los recovecos de la mente del lector. La excitación que produce el miedo, la angustia o el temor son estados emocionales que alejan de la vida cotidiana y, a la par, conjuran los miedos propios, pensando que el mal les sucede a otros. De ahí el éxito imparable que ha tenido este género desde hace más de dos siglos. El cine ha sabido sacarle partido a estos relatos más aún que los libros. Sin embargo, el teatro de terror, no ha llegado jamás a consolidarse (al menos en España). Que los actores estén vivos, deambulando por el teatro y no meramente reflejados en la pantalla, puede multiplicar los efectos terroríficos hasta el paroxismo, o por el contrario, caer en el más espantoso ridículo.
"La mujer de negro" es un intento notable de adaptar las posibilidades terroríficas de la novela gótica al teatro. Partiendo de una novela de Susan Hill, Stephen Mallatratt ha levantado un andamio teatral a su alrededor: la víctima indirecta de la novela quiere contar escénicamente el terrible episodio que le ha tocado en desgracia vivir. Acude a un director de teatro que le va a ayudar a realizar su laboriosa tarea. A partir de aquí los dos actores se enredan en un inteligente juego de simulacros y rompimientos que van a llevar al público por los pantanosos senderos que conducen a la casa misteriosa de la mujer de negro. De esta manera, "La mujer de negro" se convierte en un homenaje al género de terror y, a la par, en una reflexión desnuda sobre el mundo y el oficio del teatro. Gutiérrez Caba demuestra su gran técnica interpretativa transformándose con facilidad de la víctima compungida en cada uno de los personajillos de la historia. Por el contrario, Jorge de Juan, muestra -a su pesar- el enorme esfuerzo que realiza por llevar adelante su complejo y dinámico personaje. Todos los efectos terroríficos de género están bien dosificados por el director, Rafael Calatayud, y son efectivos. Tal vez, a mi parecer, lo que más daña la teatralidad del espectáculo es su origen narrativo, que no ha sabido traducirse a conflicto, acción y diálogo, los tres pilares sobre los que descansa el género teatral. El público más joven -educado en las reglas flexibles de la televisión- quizás pueda disfrutarlo aún con más fuerza.

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