jueves, 1 de julio de 2010

LA JAURÍA URBANA


"De noche, justo antes de los bosques", de Bernard-Marie Koltès. La Rueda Teatro. Dirección: Luis Merchán. Actor: Pedro Rebollo. Madrid. El Canto de la Cabra. Agosto 2000.

Las cloacas de la civilización occidental desembocan en un entorno urbano y nocturno, donde los seres vivos son sus principales víctimas, y en particular, los seres humanos. Los caprichos y privilegios de unos cuantos poderosos obligan a millones de ciudadanos -que viven en Occidente- a llevar unas vidas mutiladas en la soledad y el afecto. Ataques crónicos de soledad, hastío y violencia, contaminan la vida en este cambio de milenio. El desaparecido dramaturgo francés Bernard Marie Koltés es un lúcido y osado cronista de estos tiempos de desesperanza. En esta su primera obra "De noche, justo antes de los bosques", presta su voz descarnada y poética a los marginados, auténticos protagonistas morales de todas sus obras. Más tarde vendrían sus obras "Muelle oeste", "En la soledad de los campos de algodón" y la más conocida de todas ellas, "Combate de negro y de perros", donde pasa factura a Europa de sus deudas físicas y morales con el colonialismo ejercido en África.
Probablemente Koltés no hubiese tenido tanta trascendencia, sin la fe ciega y la entrega absoluta con que el gran director de escena francés Patrice Chereau asumió el montaje de las obras de este peculiar autor que pudiera haber permanecido como un dramaturgo marginal de pequeños teatritos de la periferia. Es una suerte para el teatro; es una suerte para el público.
La voz crítica y disonante del teatro de Koltés es un aullido de dolor sobre la injusticia y la crueldad de la sociedad contemporánea. Tantos siglos de lucha por mejorar la vida en sociedad de los hombres para desembocar en este fracaso.
La compañía aragonesa Ciudad Interior, dirigida por Luis Merchán, realiza un trabajo notable con este texto koltesiano muy bien traducido a nuestra lengua. La posición ideológica del montaje es radical en todo momento, más aún en el abrupto final de la representación, en el que el público queda abandonado, como acusado en cierto sentido de dar él también la espalda a estos mismos conflictos. Pedro Rebollo interpreta a un inmigrante magrebí en Francia, con una tonicidad y una energía sorprendentes. Ejerce un poder hipnótico sobre los espectadores, en el que le ayuda inestimablemente el bien entendido texto de Koltés. No es teatro político exactamente; hay mucha vida y hambre de amor en este texto que va más allá del existencialismo, y nada tiene que ver con el absurdo. Es un teatro de lucha por la vida y la esperanza, que el público debería respaldar con su presencia; asistir a esta representación amarga es una tarea que ennoblece.

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