jueves, 1 de julio de 2010

PELIGRO DE NAUFRAGIO


"La mujer sola", de Darío Fo. La Rueda Teatro. Dirección: Luis Bitria. Actriz: Violette Campo. Escenografía: Miguel A. Arrudi. Madrid. El Canto de la Cabra.

Darío Fo es un gamberro, es un payaso, es un bufón, es un ex-comunista, es un Premio Nóbel; pero ante todo, es un alegre cómico transgresor. El espíritu del teatro popular se ha encarnado en él, no como por milagro, sino por acumulación de mucho trabajo, lucha y resistencia. A pesar de su alegría, Fo y su esposa Franca Rame han sufrido mucho en estas últimas décadas, entregados de lleno a la escena y a su compromiso con el teatro, como una vía política de denuncia; llevando a rajatabla la máxima de Brecht: "el teatro que aburre, no es un buen teatro político". Aparte del gran ingenio literario que cultiva Fo en sus chispeantes diálogos, la gracia y la eficacia de sus representaciones radica en el uso mímico y bufonesco del cuerpo; en el guiño directo y vivaz al público; en la improvisación; en hablar mucho de sexo, porque es la primera forma de libertad. Los Fo-Rame saben mucho de cabaret, de revista, de televisión; también de teatro serio y mayúsculo; y de teatro rabioso, vivo y militante.
"La mujer sola" es un monólogo en línea feminista, lleno de guiños humanos que dotan al personaje de una enorme gracia y vitalidad. La mujer sola, está encerrada por su esposo, porque ha aprendido a amar en los brazos de otro: un joven locamente enamorado de ella. Junto a toda la ironía corrosiva de Fo, este destino secreto del texto, lo pone por encima de cualquier cargamento pesado ideológico.
Es una pena que esta oportuna elección de una obra de Darío Fo, se haya hecho con tan desacertado entendimiento de su puesta en escena. La compañía hispano-francesa La Rueda, parece que ha intentado "dignificar" el texto, conduciéndolo a una especie de ritual pedante y trascendente, más allá de la burla o la denuncia payasesca del teatro de Darío Fo. La actriz Violette Campo parece más interesada en representar Fedra o Electra, que una "ordinaria" antiheroína de Fo, que vive en un barrio. Su técnica interpretativa remite al segundo Stanislavsky, el que además de la memoria emocional de los actores, incorporaba "las acciones físicas". El montaje está repleto de objetos de desafortunada convocatoria, tan pretendidamente simbólicos como innecesarios. Pero, sirven como punto de apoyo para las inevitables acciones físicas de la protagonista, que no consigue "hablar" con el cuerpo.
Intentar construir un gran trasatlántico sólo con cañas y juncos; o fabricar una pequeña balsa sólo con troncos de hierro, puede resultar igual de temerario. Si no se reconocen, a priori, los materiales con los que se trabaja, se corre peligro de naufragio.

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