viernes, 16 de julio de 2010

LAS RAÍCES DE LA CARCAJADA


"Spingo". De y dirigido por: Yllana. Reparto: Antonio Pérez Agudo. Rubén Martín. Eva Cruellas. Marisol Rozo. Rolando San Martín. Rosa de Guindos. Vestuario: Teresa Rodrigo. Coreografía: Francesc Bravo. Carlos Chamorro. Música: Sergio G. de la Puente. Madrid. Teatro Infanta Isabel. 19-2-2002.

La Compañía Yllana sigue demostrando con cada uno de sus espectáculos una forma de entender el teatro que tiene que ver más con el gesto y el movimiento que con la palabra. No son mimos, ni acróbatas ni bailarines; pero, a la par, son todo eso y más, en esta propuesta dinámica y humorística, que no pierde nunca de vista su objetivo teatral: divertir al público. El teatro de Yllana se sumerge en los mecanismos más ancestrales de la risa, que tienen que ver con la transgresión y la osadía de los más viejos cómicos, payasos o saltimbanquis funambulistas. Tanto el erotismo, como la violencia, o las onomatopeyas animalescas, se incluyen en su repertorio de golpes, bailes, tropezones, persecuciones y caídas. Algo así como la elaboración de un lenguaje escénico que activa la parte más infantil e inconsciente del público. La ausencia de la palabra realza el valor mímico o gestual de los intérpretes, situándolos en un alto registro humorístico.
“Spingo” comienza a los compases trepidantes de una música de discoteca con toda su batería de jóvenes y dinámicos intérpretes en movimiento. Las reacciones del auditorio no se hacen esperar, las risas estallan en la sala, como si nacieran de las raíces del patio de butacas. Antonio López Agudo -con un brillante despliegue de energía escénica- juega con el público como un director de orquesta de palmas, toses y otros sonidos.
La sátira está presente en este nuevo espectáculo de Yllana. Sin palabras se van poniendo en escena situaciones claramente reconocibles, que arrastran la carcajada del público sorprendido ante una expresión teatral tan genuina. Hay que destacar una escena con golpes de bandeja que se convierte en el mayor hallazgo del montaje, que a veces se vale de los espectadores para continuar su gesta de la risa. La sensualidad de la representación, potenciada a través de los encantadores cuerpos de sus jóvenes intérpretes, es otro de los motorcillos interiores que hacen avanzar felizmente esta hedonista representación. Pero, también la magia y el sueño desembocan en las tablas, gracias a las múltiples artes de Yllana. Una escena de cámara negra con unos muñequitos estilizados amándose en la sombra, despierta la parte más tierna y lírica del público.
La representación continúa como una fiesta de los sentidos, que centrifuga y acaba con todas las tensiones que pudiera traer previamente el público. Las ovaciones que reciben los de Yllana por parte del respetable, pone en evidencia la felicidad de este gozoso experimento de teatro gestual, que sana con la risa.

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