viernes, 2 de julio de 2010

SEXO EN FOTOCOPIAS


"La falsa suicida" de Angélica Liddell. Producción: Atra Bilis. Iluminación: Oscar Villegas. Dirección: Angélica González. Intérpretes: Gumersindo Puche. Angélica González. Madrid. Sala Cuarta Pared.

El enigmático nombre de A. Liddell Zoo viene navegando por el teatro madrileño desde hace unos años, con una aureola de misterio y singularidad. Su obra "Leda" fue puesta en escena por el joven director y músico Oscar Villegas, consiguiendo un espectáculo impecable y de una enorme originalidad. En "La falsa suicida", la misteriosa autora que antaño prefería ocultarse tras un seudónimo tan críptico, ha dado la cara y el cuerpo, desdoblándose en Angélica Liddell -la autora- y Angélica González, la actriz y directora.
La escritura de esta "rara avis" es compleja, porque no se detiene en el uso discriminado de las palabras, sino que sigue escribiendo su texto en el espacio, con los objetos, con los materiales, con el cuerpo y el rostro de los intérpretes. Esta fórmula está reservada sólo a los elegidos. Dominar la dramaticidad de las palabras y de las imágenes sensoriales que éstas generan, es tarea en la que naufragan muchos otros creadores de "supuesta vanguardia", desplegando el estéril repertorio de su onanismo.
Lo raro, no es ver los elementos plásticos y dramáticos que "La falsa suicida" convoca en escena, sino que funcionen; que estén bien digeridos por los intérpretes, y que cumplan su función sin aburrir al público.
Angélica Liddell hace una lectura personal del personaje de Ofelia -la falsa suicida- la doncella ahogada que ni siquiera tiene el privilegio de morir en escena. El texto tiene un gran componente de reflexión sobre el mundo del teatro y sus intérpretes; pero, a la par, tiene la función de liberar las angustias sexuales de la protagonista en constante diálogo con Horacio, el personaje masculino que se rescata del originario "Hamlet". El discurso de la obra es radical, también su estética. La actriz actúa desnuda más de media obra, tras haberse pasado el resto de la función con las piernas dentro de una pecera llena de agua. Todos los elementos plásticos que se convocan en escena -además del actor- son simbólicos y ceremoniales. Sólo con esa radicalidad sincera, acompañada de una gran rigurosidad, se puede hacer avanzar el lenguaje del arte. La iluminación de Oscar Villegas también habla, dice y sugiere muchas cosas, en este atractivo espectáculo de ajustada vanguardia.

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