viernes, 16 de julio de 2010

LA FUERZA TENAZ DEL MÁS ALLÁ


"Hamlet”. De William Shakespeare. Dirección: Philippe Ch. Garçon y J. C. Naya. Reparto: Juan Carlos Naya. Ramón Serrada Yagüe. Ania Iglesias. Jesús Prieto. Franciska Ródenas. Madrid. Teatro Bellas Artes. 2-5-2002.

El primer acto de la representación de Hamlet que se representa en el madrileño Teatro Bellas Artes, dura dos horas. Hay un intervalo y un segundo acto de otros sesenta minutos. No es una versión ligera de una de las más famosas obras de Shakespeare, e incluso de la que en sí misma puede representar toda la historia del teatro. El monólogo “Ser o no ser…” del príncipe de Dinamarca es por todos conocido, como la escena de la calavera de Yorick, o la famosa aparición del espectro del padre. Por la aceptación del público a este tipo de obras con espectros, podría deducirse que uno de los rasgos esenciales y diferenciadores del lenguaje dramático y teatral es su facilidad para poner en pie tanto la presencia de los vivos como la de los muertos, combinando al mismo tiempo -en alegre cóctel- los personajes históricos con los legendarios. El poder mágico del teatro permite estos birlibirloques de sueño-realidad, que tanto excitan al público de todos los tiempos, tan interesado en las noticias del más allá, un lugar en el que todos terminaremos residiendo.
La fuerza de la tragedia de Shakespeare se basa en la fe en la justicia y en la verdad, al mismo tiempo que en su carácter de tragedia sobrenatural. Desde la primera escena el interés del público queda prendido, por la curiosidad y el miedo excitante que despiertan los muertos.
La Compañía que encabeza Juan Carlos Naya realiza un trabajo ambicioso y comprometido con la obra de Shakespeare. El afán de desmenuzar a fondo todas las escenas en su soberbia lección de dramaticidad, y el elaborado trabajo de sus intérpretes, convencen pronto al público de que se encuentra ante un espectáculo intenso.
Naya afronta el personaje de Hamlet con unos cambios de registro estimulantes. La vulnerabilidad y los arrebatos de lucidez –más que de locura- del amedrentado príncipe danés, son creíbles -además de por su físico y su edad- por la progresión dramática con que se realizan durante toda la obra. Ania Iglesias desgrana una elaborada interpretación de Ofelia, que demuestra unas notables dotes interpretativas -cultivables, física y verbalmente-, pero con personalidad escénica propia, por encima de las famas televisivas. Jesús Prieto da vida a un Laertes certero, con un especial peso dramático, y una sincera naturalidad sobre la escena. Ramón Serrada Yagüe y Franciska Ródenas interpretan con eficaz rispidez a los odiosos personajes de Claudio y Gertrudis, los nuevos reyes de Dinamarca tras la muerte del padre de Hamlet.
El director Philippe Ch. Garçon, (con la colaboración directa de J.C. Naya,) dirige un espectáculo solvente, con algunas irregularidades narrativas y estéticas, que podría insertarse en el viejo y efectivo “teatro de cartón piedra”, pero que sin embargo eleva el vuelo muy por encima de las expectativas artísticas que pueda imaginarse el público con mayores reservas. Conviene ir a verlo sin prejuicios, porque encierra gratas sorpresas. La obra de Shakespeare puede decirse que está completamente servida para el deleite y disfrute del respetable.

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