lunes, 5 de julio de 2010

LOS ALIMENTOS ARTÍSTICOS

"Los enamorados". De Carlo Goldoni. Dirección: Miguel Narros. Escenografía: Andrea D'Odorico. Iluminación: Juan Gómez Cornejo. Vestuario: Miguel Narros. Reparto: Emilio Laguna. Aurora Sánchez. Pedro Simón. María Alvarez. Blaki. V.M. Dogar... Madrid. Teatro Albéniz.

La obra del dramaturgo italiano Carlo Goldoni (Venecia 1707- París 1793) es considerada por algunos como revolucionaria, ya que transforma los caracteres-arquetipo de las mascaras de Comedia del Arte, en auténticas psicologías desarrolladas, individuales y complejas, como corresponde al prototipo social del sujeto burgués. Sin embargo, para otros (los más tradicionalistas) Goldoni es el ejecutor de la sentencia de muerte de la idolatrada Commedia Dell'Arte. Goldoni no fue profeta en su tierra, y tuvo que aceptar una oferta del Rey de Francia para escribir en París con destino a los cómicos italianos de la corte francesa; no consecharía grandes éxitos, murió exiliado y pobre.
El tándem teatral que forman desde hace décadas Miguel Narros y Andrea D'Odorico ha conseguido realizar con "Los enamorados" de Goldoni un excelente espectáculo. Pero la razón de este éxito, no sólo radica en los hallazgos del director (que son muchos), y el bello marco donde acota el escenógrafo la acción; ni siquiera, el calculadísimo trabajo de los actores; Narros consigue transmitir al público su gran confianza, tanto en el texto de Goldoni, como en la fuerza expresiva del lenguaje escénico del mejor teatro.
A lo largo de casi tres horas, se desgranan los tres actos de la obra con un mimo inusual ante cada asunto que sucede o se menciona en el texto. Las grandes dotes plásticas de Narros transforman la escena en una "pintura viva" de pasiones humanas; sus actores parecen los personajes animados de un cuadro. Pero, el mayor mérito de Narros, es que ha conseguido dotar al espectáculo de un sentido propio del tiempo, ajeno a nuestro ritmo vital de telefilme.
El director vuelca toda su sabiduría escénica en el montaje de la obra, y da una soberbia lección magistral de puesta en escena y movimiento, con el orquestado uso de siete sillas y diez actores. Su talento para la dirección de actores, se demuestra en este banquete en el que los intérpretes son los platos fuertes. La comicidad natural de Emilio Laguna enriquece el carácter de "fantoche" de su personaje de aristócrata venido a menos, con dos sobrinas por casar. La genuina actriz sevillana Aurora Sánchez consigue que su interpretación de "la novia" se convierta en una especie de "milagro interpretativo" que ratifica su gran personalidad escénica. Pedro Simón la acompaña impetuosamente en las vertiginosas peleas de estos enamorados casquivanos, que nos transportan al dulce aroma decadente del teatro de siempre y al de la Venecia eterna.

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