“Shake”. Basado en “Noche de reyes” de W. Shakespeare. Dirección: Dan Jemmett. Reparto: Geoffrey Carey. Valérie Crouzet. Antonio gil Martínez. Pascal Dujour. Julie Anne Roth. Traducción al francés: Marie-Paule Ramo. Escenografía: Dan Jemmett. Vestuario: Sylvie Martin-Hyska. Madrid. Teatro de la Abadía. Festival de Otoño 2002.
Las comedias de Shakespeare desprenden un aire juvenil de enamorados expertos o incipientes, que tienen que vérselas en más de una ocasión con los atrabiliarios caprichos del destino. El autor inglés somete a sus personajes a una serie de malentendidos y trampas escénicas que tienen que ver con el travestismo, y que provocan la comicidad de las situaciones dramáticas que viven esta galaxia de víctimas del Amor, por encima de edades o clases sociales.
En “Noche de reyes” Shakespeare organiza una fiesta de malentendidos entre una dama –Viola- que se hace pasar por un escudero –Cesario- y de la que fatalmente se enamora la noble Olivia, quien a su vez da calabazas a su maduro criado Malvolio y al mismo Duque de Orsino. El bardo inglés siembra y derrama su lenguaje poético sobre la acción de los personajes para lograr esta deliciosa comedia de enamorados silvestres en una Arcadia mediterránea ajena a los rigores de la pérfida Albión.
El director inglés afincado en París, Dan Jemmett, organiza una fiesta playera para contar la historia de los personajes de “Noche de Reyes”. El director ha trasladado minuciosamente los desencuentros de los personajes a una especie de territorio contemporáneo donde los locos cuentan chistes y ponen discos, los duques se ajustan el peluquín, y los criados llevan y traen mensajes de amor como en la comedia del arte italiana. Unas casetas de playa y cinco actores le bastan para contar esta historia juvenil de desencuentros amorosos, finalmente resueltos. Hay esmero en la puesta en escena, cuidando los detalles, los objetos, las texturas y las interpretaciones claramente diferenciadas de los personajes. El reto que afronta este montaje es demostrar que se puede contar una historia escrita hace siglos, como si hubiera sido parida ayer mismo. En cierto modo, el director consigue demostrar su capacidad para poner en pie esta arquitectura infantil, que puede parecerse a la obra de Shakespeare. Cuenta para ello con un grupo de tres actores franceses, uno español y otro inglés. Su calidad interpretativa es responsable del buen puerto al que llega la representación, con los continuados aplausos del público. Julie Anne Roth tiene un encanto especial sobre las tablas, dando vida –en un único registro- a dos hermanos de distinto sexo. Toda una carambola dentro de los travestimos habituales del teatro isabelino. El español Antonio Gil Martínez demuestra igualmente una gran ductilidad y humorismo a la hora de interpretar tanto al Duque como a Malvolio.
Las comedias de Shakespeare desprenden un aire juvenil de enamorados expertos o incipientes, que tienen que vérselas en más de una ocasión con los atrabiliarios caprichos del destino. El autor inglés somete a sus personajes a una serie de malentendidos y trampas escénicas que tienen que ver con el travestismo, y que provocan la comicidad de las situaciones dramáticas que viven esta galaxia de víctimas del Amor, por encima de edades o clases sociales.
En “Noche de reyes” Shakespeare organiza una fiesta de malentendidos entre una dama –Viola- que se hace pasar por un escudero –Cesario- y de la que fatalmente se enamora la noble Olivia, quien a su vez da calabazas a su maduro criado Malvolio y al mismo Duque de Orsino. El bardo inglés siembra y derrama su lenguaje poético sobre la acción de los personajes para lograr esta deliciosa comedia de enamorados silvestres en una Arcadia mediterránea ajena a los rigores de la pérfida Albión.
El director inglés afincado en París, Dan Jemmett, organiza una fiesta playera para contar la historia de los personajes de “Noche de Reyes”. El director ha trasladado minuciosamente los desencuentros de los personajes a una especie de territorio contemporáneo donde los locos cuentan chistes y ponen discos, los duques se ajustan el peluquín, y los criados llevan y traen mensajes de amor como en la comedia del arte italiana. Unas casetas de playa y cinco actores le bastan para contar esta historia juvenil de desencuentros amorosos, finalmente resueltos. Hay esmero en la puesta en escena, cuidando los detalles, los objetos, las texturas y las interpretaciones claramente diferenciadas de los personajes. El reto que afronta este montaje es demostrar que se puede contar una historia escrita hace siglos, como si hubiera sido parida ayer mismo. En cierto modo, el director consigue demostrar su capacidad para poner en pie esta arquitectura infantil, que puede parecerse a la obra de Shakespeare. Cuenta para ello con un grupo de tres actores franceses, uno español y otro inglés. Su calidad interpretativa es responsable del buen puerto al que llega la representación, con los continuados aplausos del público. Julie Anne Roth tiene un encanto especial sobre las tablas, dando vida –en un único registro- a dos hermanos de distinto sexo. Toda una carambola dentro de los travestimos habituales del teatro isabelino. El español Antonio Gil Martínez demuestra igualmente una gran ductilidad y humorismo a la hora de interpretar tanto al Duque como a Malvolio.
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