"Don Gil de las calzas verdes" de Tirso de Molina. Escenografía y dirección artística: David Bello. Reparto: Lola Baldrich, Luis Varela, Victor Valverde, Teófilo Calle, Antonio Vico, Encarna Gómez, Ana Escribano... Madrid. Muralla árabe.
Una de las mejores formas de combatir los rigores de la canícula veraniega en las grandes ciudades, es echarse a la calle cuando el sol se ha ido, a disfrutar del ralente y de la noche. El parque del Emir Mohamed I, más conocido como la Muralla árabe, está ubicado en la misma ladera donde se alzaba el alcázar de los Reyes Austrias tan conocido por sus mortales corrientes de aire. Pasar una noche en la "terraza de teatro" instalada por los Veranos de la villa en el parquecito mencionado, es una fórmula como mínimo refrescante. El público puede disfrazarse, cenar al aire libre (con un insuficiente servicio de camareros, y un bar pequeño en el que se forman larguísimas e inexplicables colas), o hacer que le lean el destino los diferentes profesionales de la quiromancia, instalados en sus casetillas de cartón piedra. Y además de todo esto, asistir a una representación de teatro clásico español, integrada por "Don Gil de las calzas verdes" y un entremés refundido de Cervantes "La guarda cuidadosa".
El público se lo pasa bien, fresquito y entretenido por los actores. El escenario principal está instalado en línea con la catedral de la Almudena, con lo que el templo iluminado se integra perfectamente con la escena, produciendo una imagen espectacular de gran impacto escenográfico. El controvertido personaje de Don Gil, un bombón de lucimiento para una primera actriz joven, está interpretado por la gallarda Lola Baldrich que aporta un estimable vigor dramático al personaje. Luis Varela, Victor Valverde y Teófilo Calle desgranan los versos de Tirso con su buena prosodia y sus dotes habituales. Los más jóvenes Antonio Vico, Encarna Gómez y Ana Escribano hacen brillar con singularidad sus personajes. Es bueno que se mantengan estas tradiciones castizas y estivales de seguir representando en las plazas de Madrid, el teatro que nuestros autores del siglo de oro escribieron para esta villa. Aunque tampoco molestaría que en cada nueva edición revisaran y renovaran la fórmula veraniega con un poco más de imaginación
Una de las mejores formas de combatir los rigores de la canícula veraniega en las grandes ciudades, es echarse a la calle cuando el sol se ha ido, a disfrutar del ralente y de la noche. El parque del Emir Mohamed I, más conocido como la Muralla árabe, está ubicado en la misma ladera donde se alzaba el alcázar de los Reyes Austrias tan conocido por sus mortales corrientes de aire. Pasar una noche en la "terraza de teatro" instalada por los Veranos de la villa en el parquecito mencionado, es una fórmula como mínimo refrescante. El público puede disfrazarse, cenar al aire libre (con un insuficiente servicio de camareros, y un bar pequeño en el que se forman larguísimas e inexplicables colas), o hacer que le lean el destino los diferentes profesionales de la quiromancia, instalados en sus casetillas de cartón piedra. Y además de todo esto, asistir a una representación de teatro clásico español, integrada por "Don Gil de las calzas verdes" y un entremés refundido de Cervantes "La guarda cuidadosa".
El público se lo pasa bien, fresquito y entretenido por los actores. El escenario principal está instalado en línea con la catedral de la Almudena, con lo que el templo iluminado se integra perfectamente con la escena, produciendo una imagen espectacular de gran impacto escenográfico. El controvertido personaje de Don Gil, un bombón de lucimiento para una primera actriz joven, está interpretado por la gallarda Lola Baldrich que aporta un estimable vigor dramático al personaje. Luis Varela, Victor Valverde y Teófilo Calle desgranan los versos de Tirso con su buena prosodia y sus dotes habituales. Los más jóvenes Antonio Vico, Encarna Gómez y Ana Escribano hacen brillar con singularidad sus personajes. Es bueno que se mantengan estas tradiciones castizas y estivales de seguir representando en las plazas de Madrid, el teatro que nuestros autores del siglo de oro escribieron para esta villa. Aunque tampoco molestaría que en cada nueva edición revisaran y renovaran la fórmula veraniega con un poco más de imaginación
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