“El lector por horas”. De José Sanchis Sinisterra. Dirección: José Luis García Sánchez. Escenografía: Joaquín Roy. Iluminación: Quico Gutiérrez. Vestuario: Ramón Ivars. Reparto: Juan Diego, Jordi Dauder, Clara Sanchis. Madrid. Teatro María Guerrero. Fecha de estreno: 9-4-1999
Jose Sanchis Sinisterra es uno de los hombres de teatro más solidos del teatro español. Lo avala no sólo su trabajo como dramaturgo, sino además su tarea de director de escena, pedagogo y maestro; responsable de la fundación de la barcelonesa Sala Beckett; o del Teatro Fronterizo de Valencia, en los comeinzos de su trayectoria. Sanchís tiene la virtud de los maestros: no haber perdido la curiosidad. Cada una de sus nuevas obras, va un poco más allá de donde nos llevó la anterior; explora, investiga y se arriesga a frecuentar sus amadas fronteras del teatro, buscando hacerlo más nuevo, más grande, sin dejar de utilizar nunca su materia prima de dramaturgo: la palabra.
En "El lector por horas" la lectura y los libros se convierten en acción y personajes respectivamente; la minuciosa lectura que se realiza en escena, de textos de Durrell, Conrad, Faulkner, Flaubert, se repite hasta la obsesión, alterando la vida de los personajes; los libros llegan a dominar la acción de la obra. El autor escribe una obra abstracta e indefinida, la radiografía de un sueño familiar; pero, no cuenta una historia, intenta transmitir al público la misma ceguera e incomprensión que sufre su protagonista. El montaje provoca las reglas de la teatralidad con larguísimos oscuros y recursos repetitivos y vacíos. La belleza plástica de la escenografía de Joaquín Roy, reproduciendo un espléndido y mágico espacio gaudiano; y la sensualidad con que lo ha iluminado Quico Gutiérrez, alimentan el enigma de la representación.
Juan Diego compone un profundo y patético lector por horas, en la línea de los dudosos y desequilibrados perdedores de Montgomery Clift; y Clara Sanchis, con su imagen nívea y prerrafaelita, aporta a su personaje un misterio añadido. Jordi Dauder demuestra una gran contención y una poderosa y conocida voz, en el papel del padre. La dirección de García Sánchez es acertada, aunque se echa de menos, más experimentación con el lenguaje escénico, tanta como el autor ha puesto en sus palabras.
Jose Sanchis Sinisterra es uno de los hombres de teatro más solidos del teatro español. Lo avala no sólo su trabajo como dramaturgo, sino además su tarea de director de escena, pedagogo y maestro; responsable de la fundación de la barcelonesa Sala Beckett; o del Teatro Fronterizo de Valencia, en los comeinzos de su trayectoria. Sanchís tiene la virtud de los maestros: no haber perdido la curiosidad. Cada una de sus nuevas obras, va un poco más allá de donde nos llevó la anterior; explora, investiga y se arriesga a frecuentar sus amadas fronteras del teatro, buscando hacerlo más nuevo, más grande, sin dejar de utilizar nunca su materia prima de dramaturgo: la palabra.
En "El lector por horas" la lectura y los libros se convierten en acción y personajes respectivamente; la minuciosa lectura que se realiza en escena, de textos de Durrell, Conrad, Faulkner, Flaubert, se repite hasta la obsesión, alterando la vida de los personajes; los libros llegan a dominar la acción de la obra. El autor escribe una obra abstracta e indefinida, la radiografía de un sueño familiar; pero, no cuenta una historia, intenta transmitir al público la misma ceguera e incomprensión que sufre su protagonista. El montaje provoca las reglas de la teatralidad con larguísimos oscuros y recursos repetitivos y vacíos. La belleza plástica de la escenografía de Joaquín Roy, reproduciendo un espléndido y mágico espacio gaudiano; y la sensualidad con que lo ha iluminado Quico Gutiérrez, alimentan el enigma de la representación.
Juan Diego compone un profundo y patético lector por horas, en la línea de los dudosos y desequilibrados perdedores de Montgomery Clift; y Clara Sanchis, con su imagen nívea y prerrafaelita, aporta a su personaje un misterio añadido. Jordi Dauder demuestra una gran contención y una poderosa y conocida voz, en el papel del padre. La dirección de García Sánchez es acertada, aunque se echa de menos, más experimentación con el lenguaje escénico, tanta como el autor ha puesto en sus palabras.
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