“Retablo de la lujuria, el amor y la muerte”. De Ramón María del Valle-Inclán. Dirección: José Luis Gómez. Máscaras y figurines: José Hernández. Música: Luis Delgado. Escenografía: Curt Allen. Reparto: Alberto Jiménez, Lidya Otón, Ernesto Arias. Ester Bellver, Rosa Manteiga. Madrid. Teatro de la Abadía. Fecha de re-estreno: 21-4-99
El teatro de Valle se adelantó a su tiempo; en vida, no sólo no obtuvo ningún éxito con sus piezas dramáticas, sino que muchos de sus coetáneos, ni siquiera lo consideraban autor de teatro. No por ello desistió Don Ramón, un hidalgo de las artes como él no iba a jugarse la perdurabilidad de su obra porque algunos personajillos de su entorno artístico, no estuvieran dispuestos a reconocer su valía como dramaturgo. Valle-Inclán se inició en la literatura con la fiebre de la poesía modernista, el gran valor que otorgaba este movimiento a la palabra-talismán, dejó una huella palpable en toda su futura obra dramática. La musicalidad del texto de Valle, enriquece la sensualidad propia del escenario, y consigue juegos nuevos y bellos con las palabras, aupando aún más nuestro idioma.
Las tres piezas que se representan en este "Retablo de la avaricia, la lujuria y la muerte" están emparentadas con su máximo invento dramático: el esperpento. Jose Luis Gómez demuestra su empeño en cuidar al máximo la dicción de los intérpretes, buscando la comprensión de cada una de las palabras del autor. Por otra parte, el gran acierto de este espectáculo es la elección de una plástica carnavalesca (entre Goya, Solana, o el mismo Kantor), explayada en las sugerentes y ceremoniales transiciones escénicas. Las máscaras y los figurines de José Hernández son muy vivas y muy muertas, logrando uno de los puntos más álgidos de la plástica escénica que se ha producido en las representaciones del teatro de Valle en España. Su forma ceremonial de moverlos y agitarlos con la virulencia de un coro griego, merecen por sí solos, la asistencia a este espectáculo.
Por otro lado, el joven elenco que representa este retablo valleinclaniano, se implican para transmitir "la secreta virtud de los cristales" que Valle intentaba inculcar en sus palabras. Entre los actores, destacan Alberto Jiménez en el personaje de Simeón Julepe, que se enamora perdidamente de su esposa después de muerta; Pedro Casablanc en el papel de Don Higi, y Ester Bellver en el de La Pepona.
El teatro de Valle se adelantó a su tiempo; en vida, no sólo no obtuvo ningún éxito con sus piezas dramáticas, sino que muchos de sus coetáneos, ni siquiera lo consideraban autor de teatro. No por ello desistió Don Ramón, un hidalgo de las artes como él no iba a jugarse la perdurabilidad de su obra porque algunos personajillos de su entorno artístico, no estuvieran dispuestos a reconocer su valía como dramaturgo. Valle-Inclán se inició en la literatura con la fiebre de la poesía modernista, el gran valor que otorgaba este movimiento a la palabra-talismán, dejó una huella palpable en toda su futura obra dramática. La musicalidad del texto de Valle, enriquece la sensualidad propia del escenario, y consigue juegos nuevos y bellos con las palabras, aupando aún más nuestro idioma.
Las tres piezas que se representan en este "Retablo de la avaricia, la lujuria y la muerte" están emparentadas con su máximo invento dramático: el esperpento. Jose Luis Gómez demuestra su empeño en cuidar al máximo la dicción de los intérpretes, buscando la comprensión de cada una de las palabras del autor. Por otra parte, el gran acierto de este espectáculo es la elección de una plástica carnavalesca (entre Goya, Solana, o el mismo Kantor), explayada en las sugerentes y ceremoniales transiciones escénicas. Las máscaras y los figurines de José Hernández son muy vivas y muy muertas, logrando uno de los puntos más álgidos de la plástica escénica que se ha producido en las representaciones del teatro de Valle en España. Su forma ceremonial de moverlos y agitarlos con la virulencia de un coro griego, merecen por sí solos, la asistencia a este espectáculo.
Por otro lado, el joven elenco que representa este retablo valleinclaniano, se implican para transmitir "la secreta virtud de los cristales" que Valle intentaba inculcar en sus palabras. Entre los actores, destacan Alberto Jiménez en el personaje de Simeón Julepe, que se enamora perdidamente de su esposa después de muerta; Pedro Casablanc en el papel de Don Higi, y Ester Bellver en el de La Pepona.
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