“Vacantes”. De Lluïsa Cunillé. La Companya Hongaresa de Teatre. Dirección: Paco Zarzoso. Actores: Paco Zarzoso, Lola López. Sala Cuarta Pared. Madrid. 15-1-1999.
Una de las cosas más difíciles en teatro es conseguir que el público se ría, y más aún que se ría cuando estaba previsto que lo hiciera. Las risas a destiempo crean una de las situaciones más incómodas o patéticas que puedan sufrir los actores durante una representación. La risa suele provocarse, por lo general, por la acumulación de elementos escénicos o dramáticos: mucha actividad, mucha confusión, muchas entradas y salidas, ritmo trepidante, situaciones equívocas con los objetos, o unos actores y actrices desplegando todos sus recursos histriónicos para conquistar con su esfuerzo la carcajada de los espectadores.
En "Vacantes" el público se ríe mucho, pero curiosamente lo hacen a partir del mutismo y la inmovilidad de los actores. Cuanto más se despliegan sus carcajadas es cuando menos acción y jaleo hay en escena, podríamos decir que el tratamiento del silencio en esta obra es el gran hallazgo de la representación. Paco Zarzoso demuestra tener un gran conocimiento -o intuición- de los mecanismos más sutiles que condicionan la actuación y la puesta en escena. Viendo el trabajo del actor se comprende mejor el del director. Como actor y director Zarzoso demuestra conseguir expresar el máximo con el mínimo, su interpretación está absolutamente controlada en todos los matices; con el primer monólogo que interpreta ("Vacantes") introduce al público en un registro exquisito, íntimo y agradable. Hay una enorme verdad en esta nada por la que transita el espectáculo.
Pero, aclaremos que no se trata de un teatro abstracto o metafísico, sino por el contrario de un teatro enormemente cotidiano, pero que se recrea en el lado más anónimo y poético, no sólo de las cosas, sino de las situaciones humanas más triviales de la vida contemporánea cuando dos personajes, un hombre y una mujer (interpretada por el buen hacer de Lola López)- se relacionan. Los textos de Lluisa Cunillé aportan esta calma, esta exploración del vacío, de las frases que dicen poco, y de las situaciones que apenas avanzan. Parece como si se buscara la expresión de lo inexpresivo, de lo repetido diariamente sin ningún afán de trascendencia. Pero, de esta especie de vulgaridad cotidiana, surge una magia inusual que no te cuenta nada, pero que da un sentido completo a la asistencia del espectador a esta curiosa y sorprendente representación.
Una de las cosas más difíciles en teatro es conseguir que el público se ría, y más aún que se ría cuando estaba previsto que lo hiciera. Las risas a destiempo crean una de las situaciones más incómodas o patéticas que puedan sufrir los actores durante una representación. La risa suele provocarse, por lo general, por la acumulación de elementos escénicos o dramáticos: mucha actividad, mucha confusión, muchas entradas y salidas, ritmo trepidante, situaciones equívocas con los objetos, o unos actores y actrices desplegando todos sus recursos histriónicos para conquistar con su esfuerzo la carcajada de los espectadores.
En "Vacantes" el público se ríe mucho, pero curiosamente lo hacen a partir del mutismo y la inmovilidad de los actores. Cuanto más se despliegan sus carcajadas es cuando menos acción y jaleo hay en escena, podríamos decir que el tratamiento del silencio en esta obra es el gran hallazgo de la representación. Paco Zarzoso demuestra tener un gran conocimiento -o intuición- de los mecanismos más sutiles que condicionan la actuación y la puesta en escena. Viendo el trabajo del actor se comprende mejor el del director. Como actor y director Zarzoso demuestra conseguir expresar el máximo con el mínimo, su interpretación está absolutamente controlada en todos los matices; con el primer monólogo que interpreta ("Vacantes") introduce al público en un registro exquisito, íntimo y agradable. Hay una enorme verdad en esta nada por la que transita el espectáculo.
Pero, aclaremos que no se trata de un teatro abstracto o metafísico, sino por el contrario de un teatro enormemente cotidiano, pero que se recrea en el lado más anónimo y poético, no sólo de las cosas, sino de las situaciones humanas más triviales de la vida contemporánea cuando dos personajes, un hombre y una mujer (interpretada por el buen hacer de Lola López)- se relacionan. Los textos de Lluisa Cunillé aportan esta calma, esta exploración del vacío, de las frases que dicen poco, y de las situaciones que apenas avanzan. Parece como si se buscara la expresión de lo inexpresivo, de lo repetido diariamente sin ningún afán de trascendencia. Pero, de esta especie de vulgaridad cotidiana, surge una magia inusual que no te cuenta nada, pero que da un sentido completo a la asistencia del espectador a esta curiosa y sorprendente representación.
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