"Aire y canto de Rafael Alberti”. Interpretado por Nuria Espert. Madrid. Círculo de Bellas Artes. 16-XI-2002.
Lo bueno del teatro español representado es que nos habla de nosotros mismos. La voz de los dramaturgos o los poetas dramáticos se dirige al centro de la idiosincrasia de un pueblo, de la misma forma que los anillos del tronco cortado hablan de la edad del árbol. Rafael Alberti no es sólo un poeta más de la alta Generación del 27, su biografía y su militancia le convirtieron en el poeta del exilio más esperado. El poeta que nunca fue a Granada con su amigo Lorca, era reclamado en las manifestaciones democráticas de finales del franquismo, bajo la consigna: “Ra-ra-rá- Alberti a Graná”. La mejor imagen que demostró que la pesadilla franquista había acabado era la foto de Alberti y Pasionaria presidiendo las Cortes Españolas. Alberti renunció pronto a su escaño comunista en el parlamento, para liarse la manta a la cabeza y partir hacia el contacto con el pueblo a través de unos recitales poéticos, en los que le acompañaba Nuria Espert. El reencuentro del poeta con el pueblo se realizaba a través de la poesía, no de la política.
Nuria Espert ha vuelto a remontar aquel recital sin Rafael Alberti, y sin la España de aquellos años que estrenaba junto con libertades, nuevas esperanzas.
Comenta Nuria Espert que los recitales variaban según el estado de ánimo de Alberti, pero se sucedieron a lo largo de tantos años (desde 1978, a los primeros noventa), que algunos poemas se convirtieron en repertorio estable del recital. Aunque, por encima de la acertada antología poética que se ha fijado para esta representación del recital, (que parte de Manrique para desembocar en Machado, Lorca, o el mismo Alberti), había un trasfondo irrevocable: el recital significaba el reencuentro del poeta popular, tras el exilio y la muerte del tirano, con el pueblo luchador e ilusionado en los tiempos venideros: o lo que es lo mismo, Alberti era un mito, y su recital poético tenía un efecto político añadido. La lectura de aquellos poemas se convertían en chispas que prendían en la euforia revolucionaria de un público comprometido. Hoy ya no está Rafael, no hay tal encuentro posible, pero, hoy sobre todo, el público ya no es el mismo, porque este país ya no se parece en nada a la España de aquellos tiempos.
La voz de la poesía es eterna, el teatro es un hecho concreto, que se desarrolla sólo en un breve fragmento de tiempo. Estos ingredientes contradictorios hacen que este recital de “Aire y canto de Rafael Alberti” sea tan hermoso como siempre, pues se sustenta en unos versos y canciones entonados a dos voces por Nuria Espert, con la solemnidad, exquisitez y artificialidad que ella sabe ponerle a todas sus comparecencias escénicas; pero que por otra parte, resulta bastante triste y desolador, la poca influencia catártica, ni la complicidad que pueda despertar este recital poético sobre el público español de nuestros días.
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