Shopping and fucking. De Mark Ravenhill. Dirección: Nancho Novo. Escenografía: Miguel Brayda. Reparto: Alexandra Fierro, Pablo Scola, Miguel Hermoso, Jose Luis Santos. Juan Díaz. Madrid. Teatro Alfil. 28-4-1999.
Mark Ravenhill pertenece a ese círculo de dramaturgos privilegiados que han obtenido con su primera obra su mayor éxito. Su producción teatral no es muy amplia. La gira internacional que realizó el espectáculo (subvencionada por el British Council), fue determinante en la promoción mundial del autor novel. Si se visitan las numerosas páginas de Internet (incluyendo la del actual montaje español) dedicadas a "Shopping and Fucking", puede comprobarse que la obra se estrena en países y ciudades -tan exigentes con las importaciones artísticas- como Holanda, Alemania, Chicago o Nueva York.
Shopping and fucking viene a situarse en esa línea de "realismo sucio-poético" de obras de ambiente urbano periférico, donde sus personajes viven al borde de la degradación social y humana. Aunque lo que reafirma las señas de identidad dramáticas de estos personajes, es que no renuncian a su propio sueño. Por mucho que te "jodan" la vida, nadie puede robarle a una persona (por muy pobre que sea) sus esperanzas, sus anhelos de conocer y conocerse, de mirar de frente las grandes preguntas sobre la vida, el amor y la muerte. Muchos de estos "macarras" desgarrados que habitan por este teatro suburbial, además de pasarlas "canutas" tienen hambre espiritual.
El montaje que dirige Nancho Novo ignora escénicamente este registro poético, este afán de trascendencia y claridad del personaje de Mark (interpretado, con un único registro, por Miguel Hermoso). Novo prefiere subrayar la sordidez del entorno, a través del ambiente grisaceo que todo lo cubre, y con la música.
Por otra parte, para ser una obra llena de drogas, sexo (muy duro), y rock and roll, resulta pacata e inhibida, frente a las potentes imágenes que podrían generar los freceuntes encuentros sexuales de sus protagonistas. Pablo Scola interpreta con verdad y hondura su personaje de Robbie, el novio de Mark. Jose Luis Santos ofrece un contrapunto saludable al elenco, con su extraño personaje de hombre maduro y acomodado; y Juan Díaz, demuestra poseer fuerza y vigor en el trágico personaje del chapero. Para valorar la escueta presencia femenina en la obra, hubiera sido necesario algo más que una intérprete que se ha aprendido el texto de memoria, se ha maquillado, se ha vestido, y ha salido a escena.
En cualquier caso, la obra parece saciar las expectativas de un público juvenil que -en muchos casos- va por primera vez al teatro. Esto es lo más saludable, porque el teatro ya se sabe que crea adicción, y envenena como una droga.
* Esta crítica fue publicada en El Cultural
Mark Ravenhill pertenece a ese círculo de dramaturgos privilegiados que han obtenido con su primera obra su mayor éxito. Su producción teatral no es muy amplia. La gira internacional que realizó el espectáculo (subvencionada por el British Council), fue determinante en la promoción mundial del autor novel. Si se visitan las numerosas páginas de Internet (incluyendo la del actual montaje español) dedicadas a "Shopping and Fucking", puede comprobarse que la obra se estrena en países y ciudades -tan exigentes con las importaciones artísticas- como Holanda, Alemania, Chicago o Nueva York.
Shopping and fucking viene a situarse en esa línea de "realismo sucio-poético" de obras de ambiente urbano periférico, donde sus personajes viven al borde de la degradación social y humana. Aunque lo que reafirma las señas de identidad dramáticas de estos personajes, es que no renuncian a su propio sueño. Por mucho que te "jodan" la vida, nadie puede robarle a una persona (por muy pobre que sea) sus esperanzas, sus anhelos de conocer y conocerse, de mirar de frente las grandes preguntas sobre la vida, el amor y la muerte. Muchos de estos "macarras" desgarrados que habitan por este teatro suburbial, además de pasarlas "canutas" tienen hambre espiritual.
El montaje que dirige Nancho Novo ignora escénicamente este registro poético, este afán de trascendencia y claridad del personaje de Mark (interpretado, con un único registro, por Miguel Hermoso). Novo prefiere subrayar la sordidez del entorno, a través del ambiente grisaceo que todo lo cubre, y con la música.
Por otra parte, para ser una obra llena de drogas, sexo (muy duro), y rock and roll, resulta pacata e inhibida, frente a las potentes imágenes que podrían generar los freceuntes encuentros sexuales de sus protagonistas. Pablo Scola interpreta con verdad y hondura su personaje de Robbie, el novio de Mark. Jose Luis Santos ofrece un contrapunto saludable al elenco, con su extraño personaje de hombre maduro y acomodado; y Juan Díaz, demuestra poseer fuerza y vigor en el trágico personaje del chapero. Para valorar la escueta presencia femenina en la obra, hubiera sido necesario algo más que una intérprete que se ha aprendido el texto de memoria, se ha maquillado, se ha vestido, y ha salido a escena.
En cualquier caso, la obra parece saciar las expectativas de un público juvenil que -en muchos casos- va por primera vez al teatro. Esto es lo más saludable, porque el teatro ya se sabe que crea adicción, y envenena como una droga.
* Esta crítica fue publicada en El Cultural
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