sábado, 26 de junio de 2010

EL PATRIMONIO DE LA MEMORIA


"Terror y miseria en el primer franquismo”. De y dirigido por José Sanchis Sinisterra. Escenografía: Cris Otero. Vestuario: Clara Sanchis. Iluminación: P. P. Melendo. Voz: Nuria Badía. Madrid. Sala El mirador. 15-XI-2002.

Ante espectáculos como “Terror y miseria en el primer franquismo” hay que agradecer el recordatorio moral de primera magnitud, que se nos hace acerca de la naturaleza del arte teatral. El teatro sirve para recordar a los hombres quiénes son, a qué conflictos se enfrentan por estar vivos; o, para aportarles el consuelo de escuchar pronunciada en voz alta y en público, la ignominia silenciada de sus sufrimientos: el teatro de la memoria, la miseria, y el consuelo. ¿Cuándo ha sido más necesario un arte moral como el teatro, que en estos tiempos? A mayor inmoralidad social, mayor necesidad de teatro. Imagínense qué futuro teatral tan robusto nos aguarda.
Jose Sanchis Sinisterra es un sabio perro viejo del teatro español: lo ha visto y vivido todo en su fértil y ejemplar trayectoria. Desde su primer Teatro Fronterizo, en Valencia, a su etapa en Barcelona con la sala Beckett, o su ejemplar magisterio del que han brotado valiosos discípulos. Ha conocido –además- éxitos tan populares como “¡Ay, Carmela!”, sin bajarse del burro de sus ideas. Todo un ejemplo de coherencia artística y moral que define a los maestros, situados siempre al margen de los salones políticos y sus apetitosos nombramientos.
Sanchis pone una pica en Flandes en medio de la desorientación del “teatreo” español contemporáneo, con su nuevo espectáculo “Terror y miseria …”. El teatro de la memoria es uno de los más certeros rumbos que puede tomar el arte dramático. Recordar quiénes somos, de dónde venimos, qué cosas pueden pasar entre los integrantes de este pueblo, resulta una tarea utilísima para todos los espectadores, desde los viejos por el reconocimiento, a los maduros por la aquiescencia, y a los más jóvenes por el descubrimiento. El espectáculo ayuda a comprender qué significa ser un español actual.
A través de nueve piezas cortas, el autor convoca con límpida intuición dramática toda una serie de turbios reflejos, de las estampas más dolorosas que se vivieron en esos años de postguerra, en un país partido por el exilio, las cárceles, los muertos, el terror del silencio... Destacan episodios como “Dos exilios”, donde se representa -con gran riqueza teatral- la historia de dos hermanos separados obligatoriamente por el Atlántico; e, “Intimidad”, la minuciosa y conmovedora confesión de dos presas políticas desde el fondo de la noche carcelaria.
El paso del tiempo por encima de los diferentes episodios (situados entre 1939 y 1949) aporta una riqueza añadida al espectáculo. El teatro es un arte temporal y concreto. Sucede mientras lo estamos viendo.
En esta cadena de piezas que hablan del dolor de un pueblo oprimido, también se evoca el mundo rural, el escolar, el de las altas esferas, y el de la sufrida clase media.
La puesta en escena del autor es sobria y eficaz, los objetos, los espacios, las luces, y la música alcanzan sentido, apoyando la acción de los personajes. La digna y -a veces- brillante interpretación de los veintiséis profesores y alumnos de instituto, añade un matiz cívico a este hermoso proyecto, en el que se vuelven a escribir los episodios quemados y arrancados del libro de la memoria.

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