"Violetas para un Borbón". De Ignacio Amestoy. Dirección: Francisco Vidal. Escenografía: Andrea D'Odorico. Vestuario: Sonia Grande. Reparto: Teresa J. Berganza. Francisco Merino. Ana Frau. Claudia Gravi. Juan Gea. Madrid. Teatro Lara. Fecha de estreno: 25-3-1999.
El teatro historicista fue una de las bestias pardas contra las que luchó el teatro naturalista del siglo XIX, pues significaba la evasión del público burgués a un pasado siempre visto con ojos melancólicos y decadentes. Tal vez por eso haya sido un género tan poco reivindicado por las corrientes teatrales más renovadoras.
"Violetas para un Borbón" es la primera entrega de la oportuna y anunciada tetralogía: "Todo por la corona" que repasará los episodios más importantes de la monarquía española hasta la actualidad como vehículo de reflexión sobre "lo español"y las distintas Españas. Ignacio Amestoy ha logrado en esta obra un estilo peculiar para acercarse a la reciente Historia de España, aplicando una fórmula muy teatral: los reyes y las reinas son, antes de todo, hombres y mujeres. Que sean tan humanos es lo que los hace más convincentes dramáticamente hablando. Los Reales personajes de la Corte española están tratados por el autor con cierto tono de teatro psicologista americano; Maria Cristina se comporta como una gata sobre un tejado de zinc caliente, más que como la reina austríaca de España. Su conflicto es el mismo que el de Maggie en la obra de Tennessee Williams: necesita engendrar desesperadamente un heredero de su marido.
Este sugerente cocktail dramático se completa con dos poderosos ecos: un discurso satírico, nocturno y blasfemo de sus personajes, en sintonía con el esperpento de Valle-Inclán; y la acertada incorporación de un Bufón más cercano a los de Shakespeare que a los Graciosos de Lope. Todos estos elementos aportan teatralidad a una obra histórica que podría ser pesada y polvorienta, pero que se muestra entretenida, osada y transgresora: dentro de la capilla del palacio del Pardo, los Borbones se quedan literalmente con el culo al aire, antes de engendrar a sus obligados descendientes en el recinto sacro.
La solemnidad y elegancia del decorado de Andrea D'Odorico, (nadie más adecuado que este escenógrafo/arquitecto, italiano/español para llevar la grandeza de un Palacio Real a un escenario); y el suntuoso vestuario de Sonia Grande, aportan un eficaz grado de credibilidad a la monárquica escena.
Juan Gea interpreta a un Alfonso XII alocado, alegre y juvenil, en contraste con la estricta Maria Cristina de Teresa J. Berganza, que sin embargo, en esta obra, termina soltándose bastante la melena: "Todo por la corona". Francisco Merino podía haber llevado mucho más lejos su jugoso personaje de bufón, demasiado cuerdo para ser un loco que filosofa y juega, como un niño, un pícaro, un demonio o un poeta.
El teatro historicista fue una de las bestias pardas contra las que luchó el teatro naturalista del siglo XIX, pues significaba la evasión del público burgués a un pasado siempre visto con ojos melancólicos y decadentes. Tal vez por eso haya sido un género tan poco reivindicado por las corrientes teatrales más renovadoras.
"Violetas para un Borbón" es la primera entrega de la oportuna y anunciada tetralogía: "Todo por la corona" que repasará los episodios más importantes de la monarquía española hasta la actualidad como vehículo de reflexión sobre "lo español"y las distintas Españas. Ignacio Amestoy ha logrado en esta obra un estilo peculiar para acercarse a la reciente Historia de España, aplicando una fórmula muy teatral: los reyes y las reinas son, antes de todo, hombres y mujeres. Que sean tan humanos es lo que los hace más convincentes dramáticamente hablando. Los Reales personajes de la Corte española están tratados por el autor con cierto tono de teatro psicologista americano; Maria Cristina se comporta como una gata sobre un tejado de zinc caliente, más que como la reina austríaca de España. Su conflicto es el mismo que el de Maggie en la obra de Tennessee Williams: necesita engendrar desesperadamente un heredero de su marido.
Este sugerente cocktail dramático se completa con dos poderosos ecos: un discurso satírico, nocturno y blasfemo de sus personajes, en sintonía con el esperpento de Valle-Inclán; y la acertada incorporación de un Bufón más cercano a los de Shakespeare que a los Graciosos de Lope. Todos estos elementos aportan teatralidad a una obra histórica que podría ser pesada y polvorienta, pero que se muestra entretenida, osada y transgresora: dentro de la capilla del palacio del Pardo, los Borbones se quedan literalmente con el culo al aire, antes de engendrar a sus obligados descendientes en el recinto sacro.
La solemnidad y elegancia del decorado de Andrea D'Odorico, (nadie más adecuado que este escenógrafo/arquitecto, italiano/español para llevar la grandeza de un Palacio Real a un escenario); y el suntuoso vestuario de Sonia Grande, aportan un eficaz grado de credibilidad a la monárquica escena.
Juan Gea interpreta a un Alfonso XII alocado, alegre y juvenil, en contraste con la estricta Maria Cristina de Teresa J. Berganza, que sin embargo, en esta obra, termina soltándose bastante la melena: "Todo por la corona". Francisco Merino podía haber llevado mucho más lejos su jugoso personaje de bufón, demasiado cuerdo para ser un loco que filosofa y juega, como un niño, un pícaro, un demonio o un poeta.
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