“Inés desabrochada”. De Antonio Gala. Escenografía y vestuario: Francisco Nieva. Dirección: Pedro Olea. Reparto: Concha Velasco. Nati Mistral. Francisco Valladares. Luz Nicolás. Dritán Biba. Madrid. Teatro de La Latina. 2-10-2003
Un requisito indispensable de los personajes míticos es que hayan dejado un cadáver joven y hermoso. El adelantamiento artificial de su defunción les otorga pasaporte directo a la eternidad. Se maneja mucho mejor a los muertos que a los vivos, porque entre otros asuntos ya no pueden sorprendernos. Aunque ¿cuántas veces nos hemos preguntado, qué hubiera sido de ellos, de no haber muerto prematuramente?
Antonio Gala explora este terreno en su nueva obra “Inés desabrochada”, donde los personajes del “Don Juan Tenorio” siguen existiendo en vidas anónimas y humildes. El autor centra su relato en el personaje de Doña Inés, que de linda doncella encendedora de lo apasionados versos de Don Juan, se ha transformado en una vetusta Madre Abadesa, tan virginal y tentada (esta vez su Don Juan es un joven inmigrante ruso,) como en la obra original. La Inés de Gala sigue siendo niña y pura en el ideal. A pesar del paso de los siglos, no ha perdido su inocencia y su esperanza en el regreso de su Don Juan.
Gala tiene magisterio y cultura de sobra para permitirse este jugoso juego teatral, en el que el presente y el pasado, la vejez y la juventud, la mentira y la verdad, lo corriente y lo legendario se mezclan con naturalidad. Inés es también Julieta, y Penélope, y Santa Teresa y hasta Elena de Troya por arte y gracia del demiurgo Antonio Gala.
Para acercarnos aún más el conflicto, Gala teje una peripecia oculta de plena actualidad, en la que una aviesa inmobiliaria pretende comprar y derribar el convento de Doña Inés para construir pisos. Salvo Inés, todos en el convento quieren vender y marcharse, porque esa vida de encierro, disciplina y esperanza, no se cotiza en estos tiempos.
Esta amalgama de objetivos, (mejor fraguados en el segundo acto,) permite a Gala desplegar su lenguaje preciosista y denso de gran efectividad dramática. Francisco Nieva ha tocado con su varita mágica la estética del montaje, con una escenografía fantástica, simbolista y negra. El poder de las imágenes creadas por Nieva fagocita y “nieviza” el teatro de Gala, dando forma y entidad a una hermosa criatura escénica mestiza, de la mejor estirpe teatral.
Si sobre este combinado explosivo Gala-Nieva se sitúa el talento de Concha Velasco, Nati Mistral y Paco Valladares, podemos afirmar, sin duda, que “Inés desabrochada” es un espectáculo histórico. Rara vez confluyen tantos talentos sobre un solo escenario. La Velasco vuelve a demostrar su raza y su oficio interpretativo en esta Doña Inés tan parlanchina, resuelta y soñadora. Concha Velasco representa una forma de entender el teatro a lo grande, que deberían imitar muchas.
Nati Mistral da vida a Sor Celeste, que antes fue Celestina y en tiempos se llamó Brígida. Toda la simpatía y sapicencia de la veterana actriz se ponen en funcionamiento para arrancarle al público, aplausos y carcajadas. Valladares demuestra su gran talento en el ruin, tierno y misterioso personaje de Hortensio, y especialmente en un brillante monólogo que fue largamente aplaudido. Los jóvenes Luz Nicolás y Dritán Biba completan el deslumbrante reparto. Los aplausos de la noche del estreno fueron cálidos, numerosos y constantes, y arreciaron cuando el autor salió a las tablas, dirigiendo al auditorio unas sabias y agradecidas palabras, que fueron recompensadas con un “Cumpleaños feliz”, que le dedicó todo el público, pues Gala cumplía esa noche años.
Un requisito indispensable de los personajes míticos es que hayan dejado un cadáver joven y hermoso. El adelantamiento artificial de su defunción les otorga pasaporte directo a la eternidad. Se maneja mucho mejor a los muertos que a los vivos, porque entre otros asuntos ya no pueden sorprendernos. Aunque ¿cuántas veces nos hemos preguntado, qué hubiera sido de ellos, de no haber muerto prematuramente?
Antonio Gala explora este terreno en su nueva obra “Inés desabrochada”, donde los personajes del “Don Juan Tenorio” siguen existiendo en vidas anónimas y humildes. El autor centra su relato en el personaje de Doña Inés, que de linda doncella encendedora de lo apasionados versos de Don Juan, se ha transformado en una vetusta Madre Abadesa, tan virginal y tentada (esta vez su Don Juan es un joven inmigrante ruso,) como en la obra original. La Inés de Gala sigue siendo niña y pura en el ideal. A pesar del paso de los siglos, no ha perdido su inocencia y su esperanza en el regreso de su Don Juan.
Gala tiene magisterio y cultura de sobra para permitirse este jugoso juego teatral, en el que el presente y el pasado, la vejez y la juventud, la mentira y la verdad, lo corriente y lo legendario se mezclan con naturalidad. Inés es también Julieta, y Penélope, y Santa Teresa y hasta Elena de Troya por arte y gracia del demiurgo Antonio Gala.
Para acercarnos aún más el conflicto, Gala teje una peripecia oculta de plena actualidad, en la que una aviesa inmobiliaria pretende comprar y derribar el convento de Doña Inés para construir pisos. Salvo Inés, todos en el convento quieren vender y marcharse, porque esa vida de encierro, disciplina y esperanza, no se cotiza en estos tiempos.
Esta amalgama de objetivos, (mejor fraguados en el segundo acto,) permite a Gala desplegar su lenguaje preciosista y denso de gran efectividad dramática. Francisco Nieva ha tocado con su varita mágica la estética del montaje, con una escenografía fantástica, simbolista y negra. El poder de las imágenes creadas por Nieva fagocita y “nieviza” el teatro de Gala, dando forma y entidad a una hermosa criatura escénica mestiza, de la mejor estirpe teatral.
Si sobre este combinado explosivo Gala-Nieva se sitúa el talento de Concha Velasco, Nati Mistral y Paco Valladares, podemos afirmar, sin duda, que “Inés desabrochada” es un espectáculo histórico. Rara vez confluyen tantos talentos sobre un solo escenario. La Velasco vuelve a demostrar su raza y su oficio interpretativo en esta Doña Inés tan parlanchina, resuelta y soñadora. Concha Velasco representa una forma de entender el teatro a lo grande, que deberían imitar muchas.
Nati Mistral da vida a Sor Celeste, que antes fue Celestina y en tiempos se llamó Brígida. Toda la simpatía y sapicencia de la veterana actriz se ponen en funcionamiento para arrancarle al público, aplausos y carcajadas. Valladares demuestra su gran talento en el ruin, tierno y misterioso personaje de Hortensio, y especialmente en un brillante monólogo que fue largamente aplaudido. Los jóvenes Luz Nicolás y Dritán Biba completan el deslumbrante reparto. Los aplausos de la noche del estreno fueron cálidos, numerosos y constantes, y arreciaron cuando el autor salió a las tablas, dirigiendo al auditorio unas sabias y agradecidas palabras, que fueron recompensadas con un “Cumpleaños feliz”, que le dedicó todo el público, pues Gala cumplía esa noche años.
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