“El sueño de una noche de verano”. De William Shakespeare. Versión: Eduardo Mendoza. Dirección y vestuario: Miguel Narros. Escenografía y vestuario: Andrea D’Odorico. Música: Mariano Díaz. Reparto: Verónica Forqué. Vladimir Cruz. David Zarzo. Israel Frías. Mariano Alameda. Isabel Pintor. Macarena Vargas. Jesús Prieto. Pablo Méndez-Bonito… Madrid. Centro Cultural de la Villa. 15-X-03.
“El sueño de una noche de verano” es la comedia por excelencia de la etapa alegre de Shakespeare. El autor evoca la alegría juvenil y enamoradiza de su familiar bosque de Arden, en la campiña de su natal Strafford. La prueba de este romanticismo es que Shakespeare terminó casándose con la hija del dueño del bosquecillo.
Los ricos ingredientes de esta comedia oscilan entre el mundo de los espíritus nocturnos -plagado de hadas y duendes-; el de dos parejas de enamorados atenienses, que se persiguen desesperadamente en la oscura foresta; y el de un grupo de artesanos que ensayan -en el mismo bosque- un drama que habrán de representar en las ducales bodas griegas. El autor construye su obra sobre cuatro planos dramáticos, tres de este mundo, y uno de espíritus, que terminará sometiendo al de los mortales.
La grandeza de Shakespeare no sólo radica en sus dotes dramáticas, sino en que enriqueció la lengua inglesa con neologismos de cuño propio, que posteriormente pasaron a los diccionarios. La construcción rítmica de los versos, la musicalidad de las frases, las canciones y los juegos de palabras que incorpora al texto, configuran una auténtica partitura musical, de altas resonancias dramáticas.
Eduardo Mendoza ha versionado al bardo inglés con frescura, libertad y talento. Miguel Narros vuelve a demostrar su calidad artística con un espectáculo de sobresaliente factura escénica, una cuidadísima dirección de actores, y un amor insuperable por todos los detalles de la puesta en escena. El director ha querido jugar con la misma libertad del versionista, optando por algunas soluciones extravagantes, que no terminan de encajar con el sensual espíritu de este “Concierto para cuerpos enamorados”. Acierta poniéndole patines al “diablillo” Puck y al coro de hadas de Titania.
La escenografía de D’Odorico tiene un aspecto impecable y desconcertante. Interpretar espacialmente el bosque de la obra, como el interior de una piscina vacía forrada de peluche blanco, es como mínimo, sorprendente; y como máximo, arbitrario. Si a esto se suma que casi durante toda la representación, se oye permanentemente una banda sonora, que evoca películas de terror o “thrillers” sicóticos contemporáneos, nos tropezamos con un segundo elemento distanciador que enfría esta alegre, misteriosa y sensual comedia de Shakespeare.
Verónica Forqué esta bellísima en el papel de Titania. La sabiduría de su madurez interpretativa, su encanto singular, y su alta sensibilidad dramática, se disfrutan más sobre las tablas que en las pantallas. David Zarzo da vida a Puck con una encantadora mezcla de ternura e ingenuidad, que fue muy aplaudida por el público. Israel Frías como Demetrio demuestra nervio y temperamento escénico. Pablo Méndez y Jesús Prieto -como artesanos- levantaron risas en el enfriado auditorio. Vladimir Espina se esfuerza en interpretar a Oberón; un personaje que le desborda. El resto de los enamorados no plañe sus mejores registros interpretativos. Al final, el público aplaudió largamente la calidad del trabajo representado, y especialmente a Miguel Narros.
“El sueño de una noche de verano” es la comedia por excelencia de la etapa alegre de Shakespeare. El autor evoca la alegría juvenil y enamoradiza de su familiar bosque de Arden, en la campiña de su natal Strafford. La prueba de este romanticismo es que Shakespeare terminó casándose con la hija del dueño del bosquecillo.
Los ricos ingredientes de esta comedia oscilan entre el mundo de los espíritus nocturnos -plagado de hadas y duendes-; el de dos parejas de enamorados atenienses, que se persiguen desesperadamente en la oscura foresta; y el de un grupo de artesanos que ensayan -en el mismo bosque- un drama que habrán de representar en las ducales bodas griegas. El autor construye su obra sobre cuatro planos dramáticos, tres de este mundo, y uno de espíritus, que terminará sometiendo al de los mortales.
La grandeza de Shakespeare no sólo radica en sus dotes dramáticas, sino en que enriqueció la lengua inglesa con neologismos de cuño propio, que posteriormente pasaron a los diccionarios. La construcción rítmica de los versos, la musicalidad de las frases, las canciones y los juegos de palabras que incorpora al texto, configuran una auténtica partitura musical, de altas resonancias dramáticas.
Eduardo Mendoza ha versionado al bardo inglés con frescura, libertad y talento. Miguel Narros vuelve a demostrar su calidad artística con un espectáculo de sobresaliente factura escénica, una cuidadísima dirección de actores, y un amor insuperable por todos los detalles de la puesta en escena. El director ha querido jugar con la misma libertad del versionista, optando por algunas soluciones extravagantes, que no terminan de encajar con el sensual espíritu de este “Concierto para cuerpos enamorados”. Acierta poniéndole patines al “diablillo” Puck y al coro de hadas de Titania.
La escenografía de D’Odorico tiene un aspecto impecable y desconcertante. Interpretar espacialmente el bosque de la obra, como el interior de una piscina vacía forrada de peluche blanco, es como mínimo, sorprendente; y como máximo, arbitrario. Si a esto se suma que casi durante toda la representación, se oye permanentemente una banda sonora, que evoca películas de terror o “thrillers” sicóticos contemporáneos, nos tropezamos con un segundo elemento distanciador que enfría esta alegre, misteriosa y sensual comedia de Shakespeare.
Verónica Forqué esta bellísima en el papel de Titania. La sabiduría de su madurez interpretativa, su encanto singular, y su alta sensibilidad dramática, se disfrutan más sobre las tablas que en las pantallas. David Zarzo da vida a Puck con una encantadora mezcla de ternura e ingenuidad, que fue muy aplaudida por el público. Israel Frías como Demetrio demuestra nervio y temperamento escénico. Pablo Méndez y Jesús Prieto -como artesanos- levantaron risas en el enfriado auditorio. Vladimir Espina se esfuerza en interpretar a Oberón; un personaje que le desborda. El resto de los enamorados no plañe sus mejores registros interpretativos. Al final, el público aplaudió largamente la calidad del trabajo representado, y especialmente a Miguel Narros.
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