“Vida y muerte de Pier Paolo Pasolini”. De Michel Azama. Dirección: Roberto Cerdá. Reparto: Adolfo Fernández. Iñaki Font. Rafael Rojas. Alberto de Miguel. Alfonso Torregrosa. Pedro Cevrino. Música: Fernando Egozcue. Madrid. Teatro de la Abadía.
Pier Paolo Pasolini es uno de los intelectuales más importantes del siglo XX. Siendo italiano, podía esperarse de él un gran dominio de las formas artísticas, ya que su país ha elevado la Estética a la altura de la Filosofía. Para el Catolicismo Contrarreformista, (del cual su país siempre ha sido garante y sede,) las formas siempre han sido más fáciles de domesticar, que el implacable motor de las ideas. La obra hermosa y vitalista de este gran poeta asesinado en turbias circunstancias (que a nadie interesa aclarar, mucho menos en Italia), lleva dentro una potente e implacable bomba de relojería.
Pasolini era profesor, dramaturgo y director de cine (entre otros oficios artísticos). En su obra late la contradicción del conocimiento, entendido como exploración de uno mismo. Al profundizar en la mente humana se puede uno topar, tanto con el resplandor de los ideales, como con los aullidos irracionales de la bestia interior. Como era de esperar en un artista lúcido y consecuente, Pasolini no salió corriendo ante el revelador envite, sino que cogió el toro por los cuernos y lo fue troceando hasta convertirlo en sus obras.
Pasolini forma con Mishima y Arrabal un triunvirato desenfrenado y valiente, que goza bebiendo el vino en sus propias calaveras. El acendrado y radical sentido litúrgico de su sexualidad ha convertido el adjetivo “pasoliniano” en una filosofía erótica radical, que implica una postura vital compleja y contradictoria.
Michel Azama ha sabido trasladar al drama los aspectos esenciales del hombre y el artista Pasolini, universalizando la trágica parábola de su existencia. Con sencillez de lenguaje y claridad expositiva, el destacado autor francés, cala en la médula dramática del personaje y su funesto desenlace. Roberto Cerdá ha realizado una puesta en escena sobria, elegante y eficaz, acorde con el espíritu de la obra. Esta desnudez escénica propicia la liturgia cotidiana que respira el texto de Azama.
Adolfo Fernández interpreta a Pasolini con una vital naturalidad, seductora y de gran efectividad teatral. Alberto de Miguel, Alfonso Torregrosa y Rafael Cervino prestan siniestra voz y figura a la implacable clase judicial y política, que mueve los hilos más terribles de nuestro destino. Rafael Rojas interpreta dulcemente al último novio de Pasolini; e Iñaki Font al convulso ángel exterminador, que acabó con su vida en la playa romana de Ostia.
Los intérpretes fueron largamente aplaudidos por un público entregado y conmovido, que en algunos casos acababa de descubrir la potente personalidad creativa, vital y artística del cada vez más vigente, Pier Paolo Pasolini. Otro mérito añadido a este buen espectáculo.
Pier Paolo Pasolini es uno de los intelectuales más importantes del siglo XX. Siendo italiano, podía esperarse de él un gran dominio de las formas artísticas, ya que su país ha elevado la Estética a la altura de la Filosofía. Para el Catolicismo Contrarreformista, (del cual su país siempre ha sido garante y sede,) las formas siempre han sido más fáciles de domesticar, que el implacable motor de las ideas. La obra hermosa y vitalista de este gran poeta asesinado en turbias circunstancias (que a nadie interesa aclarar, mucho menos en Italia), lleva dentro una potente e implacable bomba de relojería.
Pasolini era profesor, dramaturgo y director de cine (entre otros oficios artísticos). En su obra late la contradicción del conocimiento, entendido como exploración de uno mismo. Al profundizar en la mente humana se puede uno topar, tanto con el resplandor de los ideales, como con los aullidos irracionales de la bestia interior. Como era de esperar en un artista lúcido y consecuente, Pasolini no salió corriendo ante el revelador envite, sino que cogió el toro por los cuernos y lo fue troceando hasta convertirlo en sus obras.
Pasolini forma con Mishima y Arrabal un triunvirato desenfrenado y valiente, que goza bebiendo el vino en sus propias calaveras. El acendrado y radical sentido litúrgico de su sexualidad ha convertido el adjetivo “pasoliniano” en una filosofía erótica radical, que implica una postura vital compleja y contradictoria.
Michel Azama ha sabido trasladar al drama los aspectos esenciales del hombre y el artista Pasolini, universalizando la trágica parábola de su existencia. Con sencillez de lenguaje y claridad expositiva, el destacado autor francés, cala en la médula dramática del personaje y su funesto desenlace. Roberto Cerdá ha realizado una puesta en escena sobria, elegante y eficaz, acorde con el espíritu de la obra. Esta desnudez escénica propicia la liturgia cotidiana que respira el texto de Azama.
Adolfo Fernández interpreta a Pasolini con una vital naturalidad, seductora y de gran efectividad teatral. Alberto de Miguel, Alfonso Torregrosa y Rafael Cervino prestan siniestra voz y figura a la implacable clase judicial y política, que mueve los hilos más terribles de nuestro destino. Rafael Rojas interpreta dulcemente al último novio de Pasolini; e Iñaki Font al convulso ángel exterminador, que acabó con su vida en la playa romana de Ostia.
Los intérpretes fueron largamente aplaudidos por un público entregado y conmovido, que en algunos casos acababa de descubrir la potente personalidad creativa, vital y artística del cada vez más vigente, Pier Paolo Pasolini. Otro mérito añadido a este buen espectáculo.
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