"No es tan fácil.” De Paco Mir. Dirección: Josep María Mestres. Reparto: Pepe Viyuela. Javier Veiga. Pepa Zaragoza. Escenografía: Bibiana Puigdefabregas. Iluminación: Roger Puiggener. Madrid. Teatro Muñoz Seca.
A estas alturas de temporada “no es tan fácil” escribir una crítica sobre un espectáculo que vuelve a pasar el peine y la liendrera sobre las manidas relaciones hombre-hembra. “No es tan fácil”, del polifacético “triciclista” Paco Mir, vuelve a alborotar la cabellera de las relaciones de pareja, para realizar una sátira cariñosa y tierna sobre las situaciones que vive un hombre que -sin saber exactamente por qué- está decidido a abandonar a su esposa. El confesor de este “delincuente afectivo” (así se siente el personaje masculino protagonista) es un camarero, profesional de escuchas y observaciones, que va desgranando consejos a su cliente, para pasar a dictar y dirigir su hipotética conducta, y terminar apoderándose de alguna de sus más valiosas pertenencias.
Paco Mir escribe su obra con un afán de fabulación que permite relacionarse a los personajes; al menos, la acción (que en griego se dice drama) está garantizada; de ella, es fácil que se desprenda el conflicto, que vendría a ser algo así como el combustible para que la representación teatral avance.
La dirección de Josep Mª Mestres ayuda al público a entrar en el juego de las convenciones teatrales, de las que se vale el autor para diferenciar lo hipotético de lo real. Igualmente, la representación cuenta con una buena y ajustada interpretación que permite disfrutar plenamente de esta divertida e ingeniosa nadería ejemplarizante.
El gran Pepe Viyuela interpreta al camarero-auditor con ricos y personales recursos histriónicos. Pocas veces, un personaje aparentemente “de fondo” logra brillar con tanta luz propia en escena. La ternura y el buen oficio interpretativo de Javier Veiga permiten que el personaje masculino no resulte nada odioso ni anatemizador, sino más bien una víctima de su propia confusión; asumiendo sus dudas con encanto y dulce humor. Y Pepa Zaragoza demuestra lo buena actriz que es, dando vida a todos los personajes femeninos de la obra, con un amplio y convincente catálogo de recursos interpretativos muy apreciados por el público.
La representación transpira amor y humor por el teatro bien hecho, que alcanza felizmente su meta de hacer pasar un buen rato al público sin olvidarse del rigor profesional y artístico. Los numerosos y cálidos aplausos del respetable confirmaron esta correspondencia.
A estas alturas de temporada “no es tan fácil” escribir una crítica sobre un espectáculo que vuelve a pasar el peine y la liendrera sobre las manidas relaciones hombre-hembra. “No es tan fácil”, del polifacético “triciclista” Paco Mir, vuelve a alborotar la cabellera de las relaciones de pareja, para realizar una sátira cariñosa y tierna sobre las situaciones que vive un hombre que -sin saber exactamente por qué- está decidido a abandonar a su esposa. El confesor de este “delincuente afectivo” (así se siente el personaje masculino protagonista) es un camarero, profesional de escuchas y observaciones, que va desgranando consejos a su cliente, para pasar a dictar y dirigir su hipotética conducta, y terminar apoderándose de alguna de sus más valiosas pertenencias.
Paco Mir escribe su obra con un afán de fabulación que permite relacionarse a los personajes; al menos, la acción (que en griego se dice drama) está garantizada; de ella, es fácil que se desprenda el conflicto, que vendría a ser algo así como el combustible para que la representación teatral avance.
La dirección de Josep Mª Mestres ayuda al público a entrar en el juego de las convenciones teatrales, de las que se vale el autor para diferenciar lo hipotético de lo real. Igualmente, la representación cuenta con una buena y ajustada interpretación que permite disfrutar plenamente de esta divertida e ingeniosa nadería ejemplarizante.
El gran Pepe Viyuela interpreta al camarero-auditor con ricos y personales recursos histriónicos. Pocas veces, un personaje aparentemente “de fondo” logra brillar con tanta luz propia en escena. La ternura y el buen oficio interpretativo de Javier Veiga permiten que el personaje masculino no resulte nada odioso ni anatemizador, sino más bien una víctima de su propia confusión; asumiendo sus dudas con encanto y dulce humor. Y Pepa Zaragoza demuestra lo buena actriz que es, dando vida a todos los personajes femeninos de la obra, con un amplio y convincente catálogo de recursos interpretativos muy apreciados por el público.
La representación transpira amor y humor por el teatro bien hecho, que alcanza felizmente su meta de hacer pasar un buen rato al público sin olvidarse del rigor profesional y artístico. Los numerosos y cálidos aplausos del respetable confirmaron esta correspondencia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario