"Las entretenidas”. De Miguel Mihura. Dirección: Juan Pedro de Aguilar. Reparto: Blanca Marsillach. Juan Lombardero. Marisol Ayuso. Pepe Sanz. Beatriz Martín. Marieta Sánchez. Maite Cuenca. Carmela Cristóbal. Madrid. Teatro Real Cinema.
Miguel Mihura es uno de los autores españoles más estrenados en la escena madrileña. Sin necesidad de la promoción de centenarios, homenajes u otras celebraciones, el autor sigue poniéndose en contacto con el público gracias a los méritos de sus propias obras. Toda un ejemplo de que el teatro de Mihura enlaza con los intereses y las expectativas del público teatral de toda la vida.
Sus obras están bien escritas y construidas, sus personajes tienen encantos y argumentos para justificar su propia existencia, y sobre todo, florece en el teatro de Mihura un sentido del humor tremendamente español, en el que se siente identificado el alma de todo un pueblo. El absurdo, la exageración, el ingenio de Mihura son profundamente ibéricos. Sus personajes no sólo son madres, hijas, prostitutas, o encomiables esposas, sino que son capaces de dejar el lecho de una hija agonizante, para marcharse a un concurso de jotas en Zaragoza. La sicología en Mihura es sustituida por la extravagancia. No hay mejor materia prima para un carácter de teatro: su diferencia y originalidad lo hacen merecedor de subir a las tablas de un teatro, porque su locura representa la que todo el público lleva más pública o secretamente.
Blanca Marsillach ha elegido esta poco conocida y eficaz obra de Mihura, que aunque puede hablarnos de una España de otros tiempos, lo hace con la suficiente teatralidad, ironía y ternura, como para interesar a todos los públicos, sean cuales sean los conflictos de sus respectivos tiempos.
La pieza relata los intríngulis de una joven y bella Madame Butterfly extremeña, que vive en un lindo pisito decorado al estilo japonés, donde recibe a su protector-amante, que no quiere dar el paso de comprometerse con ella en matrimonio. Muchas y muchos siguen sobreviviendo en la actualidad, gracias a la generosa asignación mensual de un amante complaciente.
Mihura sitúa su linterna dramática en el conflicto que supone la ruptura de una de estas relaciones. La chica, desolada intenta suicidarse, para que su no-novio cambie de parecer.
Enredos, sentimientos, alianzas femeninas contra la huida en retirada del macho financiero…, de estos materiales se nutre la pieza mihuresca. Blanca Marsillach interpreta a la protagonista con encanto y belleza. Tiene distinción natural y elegancia para derramarla sobre las tablas. Juan Lombardero interpreta a José, el caballero maduro que la mima y decide abandonarla, con naturalidad de extravagante hidalgo castellano. Marisol Ayuso da fuerza y vida a la representación, con su arrebatadora y humorística personalidad. Nada más salir a escena, el público ya ríe su presencia, qué no decir de su colocación cáustica de las frases. Un coro de señoritas muy afinado interpretativamente, da belleza y sofisticación a la trama. El público aplaudió a toda la compañía, y a Miguel Mihura, quien sembró y sigue cultivando gracia y alegría en los patios de butacas donde se le representa.
Miguel Mihura es uno de los autores españoles más estrenados en la escena madrileña. Sin necesidad de la promoción de centenarios, homenajes u otras celebraciones, el autor sigue poniéndose en contacto con el público gracias a los méritos de sus propias obras. Toda un ejemplo de que el teatro de Mihura enlaza con los intereses y las expectativas del público teatral de toda la vida.
Sus obras están bien escritas y construidas, sus personajes tienen encantos y argumentos para justificar su propia existencia, y sobre todo, florece en el teatro de Mihura un sentido del humor tremendamente español, en el que se siente identificado el alma de todo un pueblo. El absurdo, la exageración, el ingenio de Mihura son profundamente ibéricos. Sus personajes no sólo son madres, hijas, prostitutas, o encomiables esposas, sino que son capaces de dejar el lecho de una hija agonizante, para marcharse a un concurso de jotas en Zaragoza. La sicología en Mihura es sustituida por la extravagancia. No hay mejor materia prima para un carácter de teatro: su diferencia y originalidad lo hacen merecedor de subir a las tablas de un teatro, porque su locura representa la que todo el público lleva más pública o secretamente.
Blanca Marsillach ha elegido esta poco conocida y eficaz obra de Mihura, que aunque puede hablarnos de una España de otros tiempos, lo hace con la suficiente teatralidad, ironía y ternura, como para interesar a todos los públicos, sean cuales sean los conflictos de sus respectivos tiempos.
La pieza relata los intríngulis de una joven y bella Madame Butterfly extremeña, que vive en un lindo pisito decorado al estilo japonés, donde recibe a su protector-amante, que no quiere dar el paso de comprometerse con ella en matrimonio. Muchas y muchos siguen sobreviviendo en la actualidad, gracias a la generosa asignación mensual de un amante complaciente.
Mihura sitúa su linterna dramática en el conflicto que supone la ruptura de una de estas relaciones. La chica, desolada intenta suicidarse, para que su no-novio cambie de parecer.
Enredos, sentimientos, alianzas femeninas contra la huida en retirada del macho financiero…, de estos materiales se nutre la pieza mihuresca. Blanca Marsillach interpreta a la protagonista con encanto y belleza. Tiene distinción natural y elegancia para derramarla sobre las tablas. Juan Lombardero interpreta a José, el caballero maduro que la mima y decide abandonarla, con naturalidad de extravagante hidalgo castellano. Marisol Ayuso da fuerza y vida a la representación, con su arrebatadora y humorística personalidad. Nada más salir a escena, el público ya ríe su presencia, qué no decir de su colocación cáustica de las frases. Un coro de señoritas muy afinado interpretativamente, da belleza y sofisticación a la trama. El público aplaudió a toda la compañía, y a Miguel Mihura, quien sembró y sigue cultivando gracia y alegría en los patios de butacas donde se le representa.
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