"Art”. De Jasmina Reza. Dirección: Luis Romero. Reparto: Ricardo Darín. Óscar Martínez. Germán Palacios. Versión: F. Masllorens/F. G. del Pino. Música original: Gary Yershon. Recreación escenográfica: Mª Julia Bertotto. Madrid. Teatro Infanta Isabel. 15-1-2003
La amistad es uno de los pilares más sólidos sobre los que se sostiene nuestra vida afectiva. Un buen amigo -o amiga- puede serlo para toda la vida; un amante, una novia o incluso una esposa puede que no pasen de ocupar un puesto interino en nuestra biografía íntima. De ahí proviene el éxito de “Art”, que desemboca en Madrid de nuevo, representado por un saludable trío de actores argentinos.
La obra de Jasmina Reza ha sido un auténtico fenómeno en la escena mundial. El éxito y la rareza de la pieza se ha extendido por todo el planeta como un reguero de pólvora amistosa. El amor y la pasión son temas habituales del drama, aunque el tema de la amistad como núcleo de una pieza teatral es poco frecuente. El conflicto necesario para que surja la chispa dramática proviene de que esa amistad está a punto de naufragar, de perderse en las procelosas olas de los malentendidos.
El tema artístico, o el debate que se supone pueda suscitar la obra sobre el arte contemporáneo es un mero pretexto, un artificio pirotécnico para que prenda el verdadero debate de la representación: ¿por qué necesitamos tanto a nuestros verdaderos amigos?; y la respuesta la ofrece tácitamente el público: porque hay amor, porque los queremos, porque necesitamos de su escucha, de su complicidad y paciencia para hacer más soportable el peso de los días, los hierros del trabajo y otras rencillas.
En pocas obras la sensibilidad y la inteligencia caminan tan de la mano unidas, como en los conflictos y discusiones de este trío de amigos, que fácilmente podrían representar a nuestra época, tan castigada, tan solitaria, tan ausentes los cariñitos.
Por otra parte, satisface ver un teatro repleto hasta los topes, con un auditorio que no sólo entiende de lo que le están hablando, sino que además agradece que alguien se haya tomado la molestia de ponerse a contárselo, para recordarle que no todo esta perdido, que si somos listos y hábiles, siempre tendremos al menos a nuestros amigos.
Ricardo Darín, Óscar Martínez y Germán Palacios son enormemente responsables de esta feliz comunión -que se produce en “Art”- entre escena y público. Si la obra -con tanta estilización- tiene algo de mecanismo automático y perfecto, estos grandes actores argentinos la llenan con su profunda humanidad. Su arte es una mezcla de precisión técnica con una vitalidad planificada y controlada desde la inteligencia.
El rutilante astro cinematográfico, Ricardo Darín, demuestra ser un actor de carne, hueso y sutil emoción sobre las tablas. Su tierna vulnerabilidad lo convierte en el personaje más complejo, flexible y encantador de la obra. El público alcanza una autentica empatía con su sincero arte interpretativo. Óscar Martínez despliega una personalidad escénica apabullante, convincente, y eficacísima para arrastrar las carcajadas más sonoras del respetable. Y Germán Palacios da un sereno y convincente contrapunto a este trío de fervorosos amigos.
El público -totalmente encandilado- interrumpió la obra con largas salvas de aplausos, y al final ovacionó emocionadamente a sus intérpretes.
La amistad es uno de los pilares más sólidos sobre los que se sostiene nuestra vida afectiva. Un buen amigo -o amiga- puede serlo para toda la vida; un amante, una novia o incluso una esposa puede que no pasen de ocupar un puesto interino en nuestra biografía íntima. De ahí proviene el éxito de “Art”, que desemboca en Madrid de nuevo, representado por un saludable trío de actores argentinos.
La obra de Jasmina Reza ha sido un auténtico fenómeno en la escena mundial. El éxito y la rareza de la pieza se ha extendido por todo el planeta como un reguero de pólvora amistosa. El amor y la pasión son temas habituales del drama, aunque el tema de la amistad como núcleo de una pieza teatral es poco frecuente. El conflicto necesario para que surja la chispa dramática proviene de que esa amistad está a punto de naufragar, de perderse en las procelosas olas de los malentendidos.
El tema artístico, o el debate que se supone pueda suscitar la obra sobre el arte contemporáneo es un mero pretexto, un artificio pirotécnico para que prenda el verdadero debate de la representación: ¿por qué necesitamos tanto a nuestros verdaderos amigos?; y la respuesta la ofrece tácitamente el público: porque hay amor, porque los queremos, porque necesitamos de su escucha, de su complicidad y paciencia para hacer más soportable el peso de los días, los hierros del trabajo y otras rencillas.
En pocas obras la sensibilidad y la inteligencia caminan tan de la mano unidas, como en los conflictos y discusiones de este trío de amigos, que fácilmente podrían representar a nuestra época, tan castigada, tan solitaria, tan ausentes los cariñitos.
Por otra parte, satisface ver un teatro repleto hasta los topes, con un auditorio que no sólo entiende de lo que le están hablando, sino que además agradece que alguien se haya tomado la molestia de ponerse a contárselo, para recordarle que no todo esta perdido, que si somos listos y hábiles, siempre tendremos al menos a nuestros amigos.
Ricardo Darín, Óscar Martínez y Germán Palacios son enormemente responsables de esta feliz comunión -que se produce en “Art”- entre escena y público. Si la obra -con tanta estilización- tiene algo de mecanismo automático y perfecto, estos grandes actores argentinos la llenan con su profunda humanidad. Su arte es una mezcla de precisión técnica con una vitalidad planificada y controlada desde la inteligencia.
El rutilante astro cinematográfico, Ricardo Darín, demuestra ser un actor de carne, hueso y sutil emoción sobre las tablas. Su tierna vulnerabilidad lo convierte en el personaje más complejo, flexible y encantador de la obra. El público alcanza una autentica empatía con su sincero arte interpretativo. Óscar Martínez despliega una personalidad escénica apabullante, convincente, y eficacísima para arrastrar las carcajadas más sonoras del respetable. Y Germán Palacios da un sereno y convincente contrapunto a este trío de fervorosos amigos.
El público -totalmente encandilado- interrumpió la obra con largas salvas de aplausos, y al final ovacionó emocionadamente a sus intérpretes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario