sábado, 26 de junio de 2010

TEATRO PARA MATRIMONIOS


"No seré feliz… pero tengo marido”. De Viviana Gómez Torpe. Dirección: Manuel González Gil. Reparto: Linda Peretz. Madrid. Teatro Muñoz Seca.

Si en España se sufrió el síndrome “Cómo ser mujer y no morir en el intento” producido por la novela de Carmen Rico Godoy y su posterior versión cinematográfica, bastantes años después nos llega -importada de Argentina- “No seré feliz… pero tengo marido”, un efectivo título adaptado de una novela de Viviana Gómez Torpe.
Se nota que no es teatro. Este monólogo co-escrito por el público (al que se le exige su participación verbal a lo largo de toda la representación) no es precisamente teatro, podría ser una especie de cabaret para casadas con apuros económicos y sentimentales, pues sus maridos no funcionan como ellas esperaban.
La simpleza con la que se enumeran todas las culpabilidades del género masculino, descalifica el inexistente discurso de la pieza. Volver a escuchar todos los tópicos del esposo apasionado por la televisión, el fútbol, su coche, sus pestosas pantuflas, sus calzoncillos sucios, etcétera, etcétera, etcétera, no sólo pecan de falta de originalidad, sino que se vuelven contra cualquier reivindicación feminista. Vistas así las cosas, la protagonista resulta ser una vaga que nunca ha trabajado más que en intentar cambiar a su esposo para ser más plenamente la reina holgazana de la casa. Se pasa toda la representación con un pincel de pintora en la mano, con el que no pinta nada, una buena metáfora de esta generación de esposas frustradas en su ociosa y exclusiva vida doméstica, dedicadas exclusivamente a despotricar de sus esposos.
Al público de matrimonios (condición indispensable para sentir la catarsis acusadora de la actriz sobre todos los hombres casados de la sala) parece gustarle esta simpleza escénica. Ríen de nuevo todos los chistes escuchados una y mil veces sobre el tema, e incluso al final de la representación, los varones domados, interpelados una vez más desde el proscenio, reconocen haber disfrutado mucho con la función, y haberse dado cuenta de que tienen que escuchar más a sus esposas. Si esto fuera totalmente cierto, merecería la pena que todos los matrimonios hastiados acudieran a ver esta pieza. Pero, otro esposo del patio de butacas, roncaba desinteresado ante la perorata femenina, y otro manifestó su indignación contenidamente.
Más que ofender al sexo masculino, lo que más insulta de este montaje es la simplicidad con la que todo se dice y se hace. Pero, quizás esto sea también una semilla para el éxito, la obra es tan sencilla como un detergente. No es muy recomendable para su ingestión, pero quizás a algunos les limpie y les haga reírse de sí mismos. De todo puede caber en un patio de butacas. El numeroso público asistente aplaudió cálidamente a la protagonista, al final de la representación.

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