“Madre Amantísima”. De Rafael Mendizábal. Dirección: César Diéguez. Reparto: Mari Paz Ballesteros. Manuel Gallardo. Marcos Marcell. Jorge Lucas. Escenografía: Mikel Corral. Madrid. Centro Cultural de la Villa. 12-9-2003.
Cuando el teatro se compromete con el presente, y le da voz y cuerpo a los conflictos de su tiempo, se produce uno de los principios más sorprendentes de la comunicación artística: la identificación. El público siente que le están hablando de sí mismo, y la relación que se establece con la escena va más allá de la contemplación. Que se estrenen obras de autores vivos españoles, potencia este milagro teatral de comunicación.
La sonada “salida del armario” de numerosas figuras públicas que han admitido su homosexualidad, ha acelerado comportamientos miméticos de muchos hijos ante sus padres. El trauma familiar que se ha dado en tantos hogares españoles -en los últimos tiempos- asumiendo la homosexualidad de uno de sus hijos, no tiene demasiados antecedentes en la historia de nuestro drama nacional.
Rafael Mendizábal ha escrito una tragedia costumbrista de nuestro tiempo con “Madre Amantísima”, un homenaje a tantas madres de este país, esperando ilusas la llegada de unos nietos que nunca nacerán. La obra fue escrita hace unos años e incorpora a este primer aspecto del drama, una segunda vuelta de tuerca de carácter trágico, pues el hijo que acaba de revelar su homosexualidad, además comunica que está enfermo de SIDA, y que en tres meses, morirá.
El doble bombazo que sufren los padres en tan poco tiempo afila el borde del cuchillo por el que transitan los atormentados personajes, a partir de un cambio tan brutal en sus vidas.
El autor siembra en medio de esta desastroso dolor, una única esperanza de salvación: el amor. El novio del hijo enfermo se incorpora al drama como personaje positivo y reconciliador. Mendizábal hundió el dedo en la llaga a la hora de escribir un texto tan duro y necesario como “Madre Amantísima”. Todos los personajes exponen sus razones, frente a los otros; de tal forma que el público puede identificarse, o comprender a cualquiera de ellos.
La obra es de las de lágrima y pañuelo, provoca un llanto profundo y sincero por el dolor de nuestro tiempo.
La acertada dirección de César Diéguez en un escenario tan limitado como la sala B del Centro Cultural de la Villa, potencia el trabajo de los intérpretes en una atmósfera tan vibrante como opresora. Mari Paz Ballesteros realiza una personal y eficaz composición de la madre que tanto ama a su único hijo, hasta el punto de asistir a su muerte. Tiene la actriz sobre sus certeros hombros todo el peso de la obra, aunque está excelentemente asistida por los tres varones que la acompañan. Manuel Gallardo tiene nervio y verdad para transmitir la imagen de ese padre español, al que de golpe, le hunden todos sus sueños. El joven Marcos Marcell interpreta al hijo con sensibilidad y ternura, y Jorge Lucas da vida a su amante con un candor angelical, que trae un soplo de aire fresco a esta dura tragedia actual. El público aplaudió con entusiasmo a los intérpretes y al autor, que dirigió al público unas reivindicativas palabras, sobre la necesidad de estrenar teatro español de autores vivos, que fue igualmente aplaudida por los asistentes.
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