martes, 29 de junio de 2010

COMEDIA MUSICAL DEL INFIERNO

"4.48. Psicosis”. De Sara Kane. Traducción y Dramaturgia: Carla Matteini. Dirección y espacio escénico: Guillermo Heras. Reparto: Eva Trancón. Daniel Albadalejo. Chema Ruiz. Audiovisual: Helder Dias/Susana Jaques. Iluminación: M. A. Camacho.
Madrid. Sala Cuarta Pared.

Morir a los 28 años es grave; suicidarte con esa edad es un capricho inextricable de precio altísimo. En el caso de Sara Kane nos queda su obra para hablarnos de los perfumes del abismo. Su biografía resulta tan coincidente con “4.48. Psicosis” que nos sirve como una larga carta desgarrada de despedida, para comprender un poco más lo incomprensible de una muerte auto elegida. Yo no creo que por ser violada por el propio padre se pueda ser mejor escritora, ni que una obra sea más interesante porque su autora se borrase definitivamente del mapa de los vivos tan tempranamente. Lo que impulsa el teatro y la palabra de Sara Kane es la cópula de la poesía con la violencia, para reengendrar el teatro. Su cariz es dionisíaco, puro, trágico, por mucha fragmentación numérica del título, o por muy matemática que pueda interpretarse su escritura; en ella prima la emoción límite de las vísceras de alguien que está apunto de reventar en la muerte.
Carla Matteini ha realizado una limpia y cortante traducción de la joven autora británica que llegó en vida a escandalizar a sus paisanos con el estreno de sus primeras obras. Guillermo Heras construye una puesta en escena sobria y trigonométrica, aplicada al volcán de Sara Kane, cuya palabra se vierte magmática sobre la escena. Eva Trancón da cuerpo y voz a la mente de Sara Kane, con explosiones y sutilezas muy marcadas por la dirección.
Lo más peligroso de esta representación no son los contenidos y el verbo agrio de la joven autora muerta, que provoca al auditorio, sino que todo esto pueda llegar a aburrir al público. Por muy británica que sea la autora, en el montaje falta la sensualidad animal de la desesperación pura, como si una comedia musical del infierno no llevase acompañamiento de instrumentos. Además de violenta, agresiva y provocadora, la función está servida muy seca, con más metal que lágrima. Por muy culpable que sea el entorno de la vida y la muerte de esta mujer, su obra habla de su mente, no del mundo que la rodea, eso es un grotesco y patético reflejo hiperrealista, que realmente se merece que en los escenarios crezcan flores podridas de esta certeza.

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