martes, 29 de junio de 2010

NIEVA EN LA PRADILLO


"De frailes y monstruos". Basado en dos textos cortos de Francisco Nieva. Dirección: Adolfo Simón. Reparto: Ángeles Espinosa de los Monteros. Javier P. Acebrón. Ángel Savin. Madrid. Teatro Pradillo.

Francisco Nieva, genuino literato y dramaturgo de la escena patria, es un hijo de la vanguardia europea de este siglo. Su vida veneciana y parisina le pusieron no sólo en contacto con las grandes tradiciones culturales (sobre todo las dieciochescas, tan caras a nuestro autor) sino con las más salvajes tendencias demoledoras de la vanguardia. El pansexualismo y el anticlericalismo que emanan de sus obras, es una de las características más acusadas de su producción que acierta siempre en el plano de la transgresión.
Las obras cortas son habituales en Nieva, como si fueran la ropa interior con que se complementan sus piezas teatrales largas. Su primer estreno en Madrid, de la mano del gran Jose Luis Alonso, fue un programa doble que situó a su autor en una órbita muy considerable para ser su primer lanzamiento.
El teatro de Nieva tiene una gran ventaja, presenta el "mundo" de un autor; y esto es esencial para cualquier proceso artístico y creador. Lo "nievesco" existe y es fácilmente reconocible por el espectador. Monjas, frailes, reyes decrépitos y decadentes, monstruos, mendigos, vampiros, fantasmas, dulces damas de caridad, y poéticas solteronas de la cursilería (de rimbombantes nombres y apellidos) transitan por su obra con la comodidad de sentirse en su propia casa.
Las dos piezas cortas que componen "De frailes y monstruos" son: "Los viajes forman a la juventud" y "Las aventurillas menudillas de un hijillo de puta". La primera es atrevida e insólita, poco vista en nuestros escenarios. Su sexualidad explícita y el carácter religioso de sus protagonistas, pone una risilla nerviosa en el público, poco acostumbrado a estas demostraciones en escena. La segunda, aunque genera imágenes potentes de máscaras y deformaciones nievescas, de monstruos bien caracterizados, adolece de poseer una "situación límite" para ser tan expresiva e interesante como la primera.
Adolfo Simón ha conseguido extraer de sus intérpretes sus mejores condiciones para ponerlas al servicio del peculiar mundo de Nieva. Sólo que debía pensar que el espectáculo se le quedaba corto y ha añadido unas partes de "cabaret poético reciclado", y un número musical a lo "Pimpinella" completamente innecesarios. Si Nieva es transgresor no hay que olvidar la maestría y la precisión que demuestra con su profusa elaboración del lenguaje. Nieva puede machacar cualquier valor social, pero siempre con gracia, sutileza y elegancia. Sin embargo al público juvenil, asistente el día del estreno, estas aportaciones banales, burdas y facilonas incorporadas por los responsables del espectáculo, parecían entusiasmarles.

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