martes, 29 de junio de 2010

SUICIDIOS DE AMOR


“Don Juan Tenorio”. De José de Zorrilla. Dirección: Gustavo Pérez Puig. Reparto: Ramón Langa. Ramiro Oliveros. Abigail Tomey. Ana María Vidal. Francisco Piquer. Carlos Urrutia. Jesús Prieto. José Carabias. Escenografía: Francisco Sanz. Coordinación: Mara Recatero. Música: Gregorio García Segura. Revisión del texto: Enrique Llovet. Madrid. Teatro Español. 16-10-2002

Es el otoño tiempo de nostalgias, de depresiones, incluso de suicidios. Noviembre es uno de los meses más solicitados para inscribirse en la defunción propia. No sólo es la verdadera cuesta del año, del curso recuperado tras el desparramo veraniego, por el cambio climático, o el retornar al actividad cotidiana, también ha sido desde siempre tiempo de pagar diezmos y rendir cuentas a los arrendatarios, algunos no podían cumplir su deuda, y se colgaban del árbol más alto.
Algo de real debe haber en esta melancolía otoñal, que provoca que el público regrese una vez más a ver “Don Juan Tenorio”, la obra por excelencia de nuestro teatro romántico. Don Juan es el seductor que enamora y agravia la fama y la vida de hombres y mujeres que trata; pero, también es la muerte, la encarna en sí mismo; sobre todo, en la segunda parte de la obra. El acto comienza en un mausoleo, donde algunos de los que más llegaron al fondo del corazón de Don Juan, se yerguen en mármol, para escarnio final de su asesino, su amor, su amigo.
“Don Juan Tenorio” es un canon, una obra en la que fructifican todos las razones de ser del teatro, toda su artificiosidad, toda su omnipotencia basada en el amor, la muerte y la pasión; un cóctel plenamente español. El público que acude a ver la obra, nunca sale defraudado. El Tenorio siempre les da la posibilidad de comunicar con el otro lado, y eso es una de las razones por las que el público acude al teatro.
A Gustavo Pérez Puig le pasa lo mismo, adora esta obra del mejor repertorio clásico español, y cada vez que se enfrenta a su montaje, disfruta sacando nuevas puntas al lápiz prodigioso de Zorrilla, que en medio del artificio de unos versos pomposos e impecables, siempre logra hacer saltar la chispa de la verdadera vida. Este nuevo montaje de “Don Juan Tenorio” de Pérez Puig parece explayarse más en la muerte, que en anteriores ocasiones. La muerte de Don Juan inspira más que nunca un sentimiento de liberación final, que le permitirá reunirse definitivamente con Doña Inés en la otra morada, más perfecta que la terrenal. Aceptando el combate con Centellas, en cierto modo Don Juan se suicida.
La decisión del director de mantener dos actores para interpretar al Tenorio en sus dos edades, es completamente acertada, porque subraya con contundencia otro de los grandes temas de la obra: la fugacidad del tiempo humano. Ramón Langa interpreta con fuerza y credibilidad a Don Juan, desgrana sus versos seductores, como el agua en la pila de la fuente. Crece y se impone con gravedad su presencia escénica, además de su buena voz. Ramiro Oliveros da vida al Don Juan maduro que regresa a Sevilla para morir, maduro y desengañado. El actor le da brío dinámico a su personaje, aunque en algunos momentos llega a desencajarse corporalmente su interpretación. Abigail Tomey da hermosa y juvenil figura, a doña Inés plañendo con emoción y dulzura las cuerdas sensibles de esta novicia enamorada. Ana María Vidal fue aplaudida en sus mutis, por la sabia comicidad de su Brígida. Carlos Urrutia y Jesús Prieto realizan notables interpretaciones de Don Luis Mejías y el capitán Centellas.
Es hermoso el decorado de Francisco Sanz, y la puesta en escena respira un sentido de totalidad y armonía, que el numeroso público reunido, recibió con calurosos y merecidos aplausos.

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