sábado, 26 de junio de 2010

DE MERIENDA EN LA ARCADIA


"Un sueño de una noche de verano”. Concierto y arias de ópera de W. A. Mozart sobre la obra de W. Shakespeare. Dirección y creación: Franz Wittenbrink. Cantantes: Fabiola Masino. A.Julia Kraschewski. Milena Georgieva. Silvia de la Muela. Angus Mc Allister. Christian Miedl. William Berger. Piano: Matthias Stotzel. Músicos: F. Paravicini. Maud Lovett-Ferry. Gaëlle Burgelin. Madrid. Teatro de la Abadía. Festival de Otoño 2002.

El potente e imaginativo mundo dramático de William Shakespeare suele dar pie a que sus obras se conviertan en campo de experimentación para las propuestas teatrales menos convencionales. Hemos visto su “Julio César” representado con vaqueros, o con traje de ejecutivo; a “Macbeth” lo hemos reconocido tras las máscaras primitivas de los nativos de Papua-Nueva Guinea; a los personajes de “El Rey Lear” transformados en caudillos militares japoneses del S. XVI, o más recientemente a los jóvenes enamorados de “Noche de Reyes” travestidos de bañistas de la Riviera francesa. Parece ser que la dramaturgia de Shakespeare es más universalista que la de otros autores, pues las historias que acontecen entre sus personajes sirven para cualquier tipo de público, por muy remota que esté su civilización del mundo isabelino que engendró aquel teatro.
El director Franz Wittenbrink vuelve a plantear brillantemente el juego con las obras del bardo inglés, sirviéndose de arias y recitativos de Mozart, tan conocido por todos los públicos. Wittenbrink es un hombre de teatro que procede del mundo de la música, su formación y estudios se desarrollan en Conservatorios y escenarios musicales u operísiticos. En un momento dado de su trayectoria salta al teatro, pero es antes que nada un músico. Sólo a alguien de estas singulares características puede ocurrírsele y salir airoso del reto que significa contar –o, evocar- “El sueño de una noche de verano” sin usar una sola palabra del genial escritor británico, salvo los nombres de los personajes de su comedia.
Apoyándose en la música en vivo, interpretada por cuatro magníficos músicos, encabezados por el pianista Matthias Stotzel, y de una serie de virtuosos cantantes, el director consigue llevar a buen puerto un proyecto escénico donde lo dramático está convocado a través de la música. El director demuestra un exquisito e irónico sentido plástico al crear el ámbito bucólico donde se desarrolla la pieza; y, al mismo tiempo, un sentido extremadamente teatral, al encontrar la equivalencia anímica y rítmica entre las situaciones dramáticas de la obra original, y las delicias mozartianas que se interpretan en escena.
Entre el brillante grupo de cantantes destacan las sobresalientes cualidades dramáticas y gestuales –además de, por supuesto, líricas- del joven barítono Christian Miedl, que despliega un magnetismo artístico inusual sobre la escena.
El público disfrutó con esta “delikatessen” mestiza, que es mucho más que un pequeño entretenimiento exquisito, sino, más bien, un útil experimento escénico de vanguardia, que pone el ojo de su huracán creativo en la investigación con los límites y fronteras establecidas entre los diferentes lenguajes artísticos.
El público, satisfecho y entretenido con tan dulce, hermosa e inteligente merienda teatral, ovacionó a toda la joven y ejemplar compañía.

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