martes, 29 de junio de 2010

UN TEATRO SIN CEREBRO


“Un mes en el campo”. De I. S. Turgeniev. Director: Paolo Magnelli. Compañía: Drama Theatre Gavella. Madrid. Festival de Otoño. Teatro de la Abadía. Festival de Otoño 2002.

Ivan Serguéyevich Turgeniev (1818-1883) fue un gran novelista ruso, nacido en el seno de una rica e hidalga familia, que lo educó exquisitamente con los mejores preceptores y en las mejores universidades de Europa, sin un ápice de cariño. Comenzó en la literatura por la novela y el relato corto, logrando grandes problemas con la censura de su país. Su obra teatral más conocida “Un mes en el campo” tuvo que esperar 25 años para ser estrenada, prohibida por su supuesta inmoralidad.
Escrita en 1850, “Un mes en el campo” es el primer drama sicológico del teatro ruso. Turgeniev es el antepasado directo de Chejov y de todo el gran teatro ruso; sus personajes son los padres de los de “El jardín de los cerezos”. Los grandes temas que florecerán en Chejov están ya planteados en Turgeniev: la soledad, el desamor, la hipocresía, la desesperanza, el fracaso... La Rusia de 1850 era enormemente clasista, los ricos seguían siéndolo en abundancia, mientras los pobres eran los más miserables de Europa. El drama profundo que se establece entre ambas clases sociales, tiene que ver con un momento histórico y un país concreto.
¿Se imaginan a Chejov interpretado en clave abufonada y circense? Algo estaría funcionando mal, porque el teatro sicológico lleva implícito que la acción se ha trasladado de los conflictos externos a los que se producen en el interior de la mente de los personajes.
La compañía croata Gavella, conducida por el italiano Paolo Magnelli, invierte este proceso, favoreciendo una atmósfera atemporal y un ritmo externo, traducido en grotescos gruñidos, gestos soeces y constantes movimientos, junto a una acumulación de signos escénicos que aniquilan las atmósferas sutiles del drama de Turgeniev. El responsable de esta fiesta visual sin sentido, realiza su trabajo plástico a pesar y por encima del texto dramático. Pocas veces se ha visto tal desprecio y traición a un autor, como en este delirio escénico sin cerebro. Los alardes de teatralidad no son más que pirotecnia fugaz, no tienen nada que ver con este teatro del alma que escribieron los grandes autores rusos. Magnelli se rebela impotente para transmitir la más mínima emoción de todas las que contiene “Un mes en el campo”. Es más, no le interesa lo más mínimo ni la obra, ni los personajes, sólo sus deslumbrantes repertorio de recursos plásticos, con los que va abarrotando el escenario sin orden, ni concierto. Su capacidad visual estaría mejor invertida en montar saraos para convenciones, bodas y bautizos, que en las sagradas y venerables tablas de un teatro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario