miércoles, 30 de junio de 2010

MUSICAL AMARGO PARA EL 98


“Santiago (de Cuba) y cierra España”. De y dirigido por Ernesto Caballero. Música original: Fernando González. Reparto: Carmen Machi, Alberto Jiménez, Rosa Savoini, Lucía Quintana, Natalia Hernández... Movimiento: Helena Ferrari. Madrid. Teatro de la Abadía. 11-12-1998.

El que en ciertos escenarios españoles comiencen a investigarse la traslación a escena de una serie de géneros dramáticos tan poco cultivados en nuestro país como el teatro documento o el teatro de reflexión (que no agitación) política, es un síntoma de buena salud. En Santiago (de Cuba) y cierra España, Ernesto Caballero, buen conocedor del teatro barroco español, ha decidido hablarnos "del 98" (un encargo del Teatro de la Abadía) a través de unas alegorías humanas: la criada Amaltea y el soldado Aureliano, cuyas peripecias y desgracias cotidianas (a este lado y al otro del océano) sirven para conducir el transcurso de los hechos históricos, recreados libremente por el autor. Santiago... es un espectáculo de gran complejidad y ambición escénica que parte de la estructura del musical para desembocar en algo más hondo y más amargo, como la misma reflexión que se hace de España, aunque sin renunciar al final a su sueño.
El autor ha decidido situar la acción al pie del palo mayor del buque del Contralmirante Cervera (el segundo buque insignia que sube este año a escena), y utiliza todo tipo de recursos escénicos para desarrollar su reflexión dramática: cine mudo, cabaret, cupletistas sicalípticas, títeres borbónicos, niños adivinos, un fantástico personaje de Alma de España, prostitutas, bohemios y diferentes pajarracos políticos de aquel 98 y del de cien años después. De esta amalgama de personajes nocturnos y madrileños (a los que se suma algún catalán), se desprenden resonancias inevitables a Valle Inclán, pero también se siente a Francisco Nieva latir tras ciertos aromas líricos y castizos de esta obra tan española. Pero hay que contemplar que el espectáculo se articula también desde perspectivas brechtianas en tanto al tratamiento de los personajes, sus monólogos narrativos, al uso de las canciones y la música en directo, los datos históricos suministrados, y el claro compromiso político que rezuma hasta el último aliento el montaje. La precisión del trabajo interpretativo (físico y vocal) de esta compañía de jóvenes actrices y actores -que ejecutan múltiples estilos- es poco frecuente en nuestra escena. Hay mucha belleza teatral inédita (no siempre fácil) en este novedoso espectáculo que el espectador curioso de buen teatro debería experimentar.

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