martes, 29 de junio de 2010

FLOR ESTÉRIL DEL TALENTO


"París. 1940.” De Louis Jouvet. Según “Elvire-Jouvet 40” de Brigitte Jaques. Traducción: Mauro Armiño. Versión y Dirección: Josep María Flotats. Reparto: J. M. Flotats. Mercé Pons. PacoMartínez. Luis Moreno. Alejandro Vera. Madrid. Teatro Bellas Artes.

El gran Louis Jouvet no creo que estuviera muy de acuerdo con que “París. 1940” subiera a un escenario para comparecer ante el público. Esta gran figura del teatro francés se formó en el “Vieux Colombier” junto al maestro Jacques Copeau, quien por encima de la renovación teatral, profesaba una absoluta fidelidad a la palabra escrita del dramaturgo. Copeau y su teatro-escuela fue aglutinador y forjador de una serie de nombres que marcaron la “Edad de Plata” del teatro francés: Dullin, Barrault, Décroux, Jouvet, Vilar y hasta el mismísimo Artaud se beneficiaron de su influencia. No deja de extrañar que la mayoría fueran grandes intérpretes, a la par que directores y pedagógos. Constituyen una raza de hombres integrales de teatro, que no sólo se planteaban cambiar la forma, sino el sentido o la filosofía del arte teatral del presente.
“París. 1940” es una transcripción de las sabias y finas apreciaciones de Jouvet, durante sus clases en el Conservatorio de Arte Dramático de París. Por muy interesante que puedan resultar sus contenidos, no tienen carne de naturaleza dramática. Realizar un espectáculo teatral barajando sólo ideas, es como hacer una representación con minerales, siempre faltará la carne viva del drama. Cuando Jouvet está pidiendo a su alumna que interpreta a Elvira (la “Doña Inés” del “Dom Juan” de Moliére), que aúne respiración y emoción para provocar el sentimiento del público, está dando por hecho que sin sentimiento no hay drama. Eso es lo que falta en este montaje que se ha dado el lujo de dirigir e interpretar el gran José María Flotats, para homenajear a su maestro, y para homenajear a la profesión a la que pertenenece. Este crítico está convencido de que en teatro sólo se debe homenajear al público, a sus sentidos y a su inteligencia; lo demás es confusión y desenfoque de la razón de ser del teatro. Un teatro que usa la palabra de uno de sus más sabios oráculos, olvidándose del autor del drama, (cuando Jouvet no cesa de venerar la palabra sagrada de Moliére en su discurso recurrente de actor y pedagogo), es un teatro que corre el riesgo de convertirse en endogámico, auténtica paradoja bumerán de lo que debiera de ser el verdadero proceso de comunicación teatral.
Flotats dirige e interpreta, con su buen hacer y su sabia exquisitez teatral, lo brillante que puede llegar a ser el pensamiento de un excepcional hombre de teatro. Ese ambicioso horizonte que despliega Jouvet en su discurso, es un buen recordatorio al teatro español de las altas metas artísticas y morales que debe ponerse el teatro a sí mismo. Pero, eso no es suficiente para que se alumbre el drama, capaz de despertar aquel “sentimiento” jouvetiano en el público.
El genio teatral de Flotats crecería y se haría más consecuente si se interesara por la dramaturgia española contemporánea, y ayudara a construir un nuevo, posible y gran teatro español, que está pidiendo frutos, nacidos de su talento.
El público aplaudió entregado la exquisita labor interpretativa de Flotats, Merce Pons y sus afinados compañeros.

No hay comentarios:

Publicar un comentario