miércoles, 30 de junio de 2010

EL FABRICANTE DE SUEÑOS


"La Fundación" De Antonio Buero Vallejo. Centro Dramático Nacional. Dirección: Juan Carlos Pérez de la Fuente. Actores: Ginés García Millán. Hector Colomé. Joaquín Notario. Juan José Otegui, Pepe Viyuela. Esperanza Campuzano, Juan Fernández, Daniel Alvadalejo. Madrid. Teatro María Guerrero. Estreno: 27-1-1999.

Antonio Buero Vallejo ha encarnado en los últimos cincuenta años de teatro español, el prototipo de dramaturgo comprometido con su tiempo y sobre todo con el teatro. Su entendimiento de la profesión de autor ha pivotado en torno a su rol de conciencia social. Pero también Buero ha sido consciente de que el teatro debe entretener al público, a la par de ponerlo en contacto con sensaciones fuertes e impactantes, para estimular el inconsciente del espectador a través de la más pura teatralidad. El dramaturgo se convierte en sus manos en una especie de fabricante de sueños. Los sueños de Buero están poblados de palabras, pero no con la intención de trasladar la vida a la escena, sino de interpretar la vida en escena, o sea dar una visión alegórica, distanciada de los conflictos y los deseos cotidianos, aquello que nos hace ser hombres, seres humanos, personas. Tras todo su teatro late un afán de justicia que ha justificado siempre al mejor teatro de todas las épocas. Buero, en su primera obra "Historia de una escalera", estrenada hace cincuenta años se vale del sainete para darle la vuelta al género y convertirlo en el daguerrotipo de unos personajes sin horizontes. En obras posteriores se vale del drama, pero intentando dotarlo de una atmósfera trágica. Y es ahí, en su voluntad de trágico donde se inicia la universalidad de su obra. Buero ha sido el autor español que más premios ha recibido en su carrera, y sus obras han subido a escenarios de todo el mundo. La fuerza moral de su teatro le ha abierto las principales puertas del éxito y el reconocimiento.
Tras la guerra civil española, Buero -por su credo político- estuvo en prisión condenado a muerte durante ocho meses, posteriormente se le conmutó la pena capital por la de trabajos forzados y estuvo itinerando por cárceles españolas durante seis años y medio. De la memoria de este triste acontecimiento debió surgir "La Fundación" muchos años más tarde, pues se estrenó en 1974. Todos los personajes de la obra están instalados en unas confortables instalaciones cuando comienza la acción. Sólo Tomás, la representación del bien, la inocencia, o la ingenuidad de la juventud aporta el conflicto a la acción porque atrincherado en sus sueños no reconoce la terrible realidad del encierro. Buero tiene pocas esperanzas en que el capitalismo, el mercado libre y todas las estructuras que se ciernen sobre nuestro tiempo, puedan ayudar a construir un mundo mejor, donde no existe la solidaridad sino la competitividad más despiadada. Por esta razón "La Fundación" permanece joven, la obra de Buero tiene cosas que seguir diciendo sobre nuestro tiempo aunque fuera estrenada hace 25 años. Buero siempre ha amado a los actores (se casó con una actriz) porque ellos son el elemento primordial (en este tipo de teatro textual) para que la obra crezca en las tablas y vuele sobre los espectadores. El gran acierto de Pérez de la Fuente en este montaje ha sido el reparto. Ha contado con unos excelentes actores para encarnar a los personajes de “La Fundación”, a los que ha dirigido con un mimo poco habitual. Ginés García Millán realiza una interpretación exquisita y vigorosa del ingenuo y candoroso personaje de Tomás; Hector Colomé destila una gran densidad dramática; y Joaquín Notario compone un personaje de una violencia contenida lleno de matices y aciertos. El resto de la compañía mantiene con su profesionalidad el alto nivel interpretativo del montaje. La escenografía de Oscar Tusquets, en su factura de inspiración orientalista, aporta un valor dramático añadido al montaje, nos lo acerca a nuestros días, a la par que nos lo aleja.
Anoche, la profesión teatral española (acompañada por los Reyes de España) rindió homenaje a la integridad moral de un autor, Antonio Buero Vallejo, quien finalmente se dirigió al público con unas lacónicas palabras: el teatro tiene que recordar a la sociedad que no es posible construir nada bueno con la violencia.

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