martes, 29 de junio de 2010

DIKTAT *


De Enzo Cormann. Traducción de Fernado Gómez Grande. Dirección: Miguel Torres - Pilar Romera. Escenografía y vestuario: Monica Florensa. Intérpretes: Antonio Martínez. Miguel Torres. Madrid. Sala Ensayo 100. 13-6-1999.

EL autor francés Enzo Cormann se presenta estos días ante el público madrileño, con una obra de grandes dimensiones morales sobre los conflictos bélicos que nos atenazan en este convulso final de milenio. La guerra no sólo es lamentable por lo que tiene de naufragio de la razón social, sino, sobretodo, por lo que afecta a la vida de los individuos que la sufren. Por eso es inaceptable, porque significa el dolor y muerte de la gente sencilla -siempre víctimas- frente a los intereses de los poderosos.
Si Bernard Marie Koltés, fijó en lengua francesa la mala conciencia de Europa frente a su política histórica sobre los pueblos más débiles de África, en una obra tan portentosa como "Combate de negro y de perros" (uno de los textos esenciales de este siglo que termina), Enzo Cormann parece interesado en mantener viva el hálito de esta llama crítica que Koltés no pudo continuar en su teatro, porque nos lo arrebató el SIDA.
Cormann desarrolla en "Diktat" una serie de preguntas sobre la guerra, sobre sus "irracionales" motivos, sobre la aniquilación del derecho a la esperanza y la alegría de las gentes, por encima de sus diferencias raciales, políticas o religiosas. Y lo hace con un económico e inteligente sentido de la dramaticidad. El terrorista y el secuestrado son hermanos de madre, pero están en bandos diferentes porque ella tuvo "el desliz" de casarse con dos hombres de religiones diferentes. Toda la alta teatralidad del montaje se basa esclusivamente en el texto: la memoria del horror, el exilio, la tortura, los huesos y cenizas de los antepasados, los fusilamientos, los "juicios políticos"; y sobre todo: el cariño, los chantajes, los recuerdos compartidos... convierten esta obra en un inteligente recital de preguntas y contradicciones sin respuestas.
En estos fechas que corren, donde no dejamos de sufrir las noticias de las guerras étnicas y religiosas (¿necesidad de reafirmar señas de identidad en estos precipitados tiempos de la aldea global?), que dos actores, en un escenario, estén dispuestos a revivir las experiencias y argumentos de dos víctimas de la guerra, es como mínimo un gesto moral que debemos celebrar.
En cuanto al trabajo artístico del elenco, se ajusta como un guante a las exigencias de este autor francés, que debería conocer más entre el público madrileño, Cormann reivindica con su obra, el ritual de búsqueda de la verdad que late tras el mejor teatro de todos los tiempos.

* Esta crítica fue publicada en El Cultural.

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