domingo, 18 de julio de 2010

EL ALCALDE DE NINGUNA PARTE


"El alcalde de Zalamea". De Pedro Calderón de la Barca. Dirección: Sergi Belbel. Reparto: Roberto Quintana. Pepe Viyuela. Jordi Dauder. Oscar Rabadán. Clara Segura. Fermín Casado. Carmen del Valle. José Luis Santos. Camilo Rodríguez. Paul Berrondo... Escenografía: José Manuel Castinheira. Música: Óscar Roig. Vestuario: Mercé Paloma. Iluminación: Quico Gutiérrez. Madrid. CNTC. Teatro de la Comedia. 30-12-2000

"El alcalde de Zalamea" es una de las obras laicas más importantes de Pedro Calderón de la Barca, quien como dramaturgo del Rey Felipe IV se explayó en el teatro religioso como Autos Sacramentales para las fiestas de Corpus Christi, tan celebradas en la poderosa España contrarreformista. Quizás sea por esta habilidad suprema del gran poeta teológico de la literatura universal, por lo que Calderón es capaz de verter en sus obras históricas grandes temas abstractos, sin perder su gran sentido de la teatralidad. Pedro Crespo tiene el privilegio de ser uno de esos grandes personajes teatrales que ha sido capaz de trascender con su propio nombre, al título de la obra donde se narra su hazaña y se configura su carácter ejemplarizante. "El alcalde de Zalamea" fue traducido en vida de su autor a diferentes lenguas, sobre todo al francés que lo llevó a sus lomos por toda Europa. La fascinación de los románticos por la misteriosa y perfecta obra calderoniana es de sobra conocida, quizás lo sea menos que fuera el poeta Shelley quien lo volviera a verter a la lengua inglesa. En líneas generales, puede considerarse a Calderón el autor dramático español que más ha influido en el teatro extranjero. En tiempos de la revolución rusa, (de este siglo que hoy termina), "El alcalde de Zalamea" y "Fuenteovejuna" pudieron verse con frecuencia en los recién nacidos escenarios soviéticos. Hasta el mismo Jerzy Grotovsky encontró en Calderón uno de sus mejores aliados para transmitirle su visión del teatro al resto del mundo, a través del testimonio privilegiado de un puñado de espectadores.
Quizás por toda esta aureola universal calderoniana, sorprenda aún más el tratamiento rutinario que se le da en la villa madrileña -donde naciera el insigne Don Pedro- y en particular en la Compañía Nacional de Teatro clásico, a su teatro.
El montaje de "El alcalde de Zalamea" que dirige Sergi Belbel, no puede menos que calificarse de correcto, rayando la insuficiencia. No deviene indignante, pero resulta frágil -escénica y dramáticamente- y pobre artísticamente. Afortunadamente, el texto de Calderón suena bien en algunos momentos inspirados, de algunos de sus intérpretes. Por otro lado, resulta entretenido en la primera parte. El director parece más interesado en aclarar el argumento, que en iniciar un profundo concierto con la música del verso calderoniano. No es Belbel un hombre que destaque por su amor y su trabajo en el teatro clásico español, como no lo es ninguno de los directores catalanes actuales. Este trabajo escénico parece más el cumplimiento de un encargo -tan embarazoso como apetecible-, que un espectáculo que muestre en si mismo una visión del mundo, a través de esta obra, y no de otra cualquiera.
Entre el elenco destaca Roberto Quintana que da vida a un animoso y decidido Pedro Crespo, pero que no alcanza los solemnes registros trágicos que la obra demanda. La bella Carmen del Valle interpreta a Isabel, la mancillada hija del alcalde, pero es incapaz de asumir interpretativamente el valioso monólogo que pronuncia su personaje tras ser violada, de tanto emocionarse, no emociona nada al respetable. Tampoco el Capitán malvado está bien resuelto por Óscar Rabadán. Más se acerca Pepe Viyuela a la humanidad de Rebolledo; y Jordi Dauder a su Don Lope, cuya amistad con Crespo vemos crecer paulatina y convincentemente.
Este nuevo montaje de "La vida es sueño" resulta tan inofensivo como prescindible. No pasará precisamente a los anales del teatro clásico.

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