domingo, 18 de julio de 2010

EL RENACIMIENTO DE ARRABAL


"El cementerio de automóviles". De Fernando Arrabal. Dirección: Juan Carlos Pérez de la Fuente. Reparto: Carmen Belloch. Paco Maldonado. Juan Gea. Natalia Millán. Alberto Delgado. Juan Calot. Roberto Correcher. Escenografía: Xavier Mascaró. Música: Mariano Marín. Vestuario: Javier Artiñano. Madrid. Centro Dramático Nacional. Teatro de la Abadía. 6-4-2001

La ceremonia es una búsqueda de comunicación con una entidad superior. Está en los orígenes del hombre. Los primeros textos literarios de todas las civilizaciones suelen ser libros de salmos o himnos destinados al culto y la plegaria de los dioses. La escritura no era un fin en sí mismo, sino parte de una ceremonia. La música (siempre en vivo), los cánticos y los bailes, venían a dotar de sentido a esos rezos salmodiados que podían conmover la atención de los dioses. El teatro de vanguardia europeo del S. XX se remontó hasta estas primeras manifestaciones religiosas. El teatro no podía reducirse a un entretenimiento que no molestase a los poderosos, sino que tenía la obligación de volver a ser algo sagrado, que enriqueciera espiritual y socialmente la vida de los espectadores, como sucedía en los templos religiosos.
"El cementerio de automóviles" de Fernando Arrabal es un perfecto mecanismo dramático, que requiere de la ceremonia para alcanzar la totalidad teatral. Es necesario convocar una tensión poética en la escena basada en verdades sensuales. En esa atmósfera alcanza sentido el texto arrabaliano. El autor conjura en su obra a una sociedad violenta, cruel, y desalmada, mostrando su pérfido reflejo como en una reveladora pesadilla sicodélica. El protagonista de la obra es músico, pero en este montaje, cuando Emanú toca su trompeta, la música redentora de este mesías de lata, suena grabada. La ceremonia cruel, lúcida y violenta de todo texto de Arrabal, no es conciliable con los espacios sonoros, y las grabaciones musicales. La música en directo conmueve los sentidos del público, como jamás lo hará el más sofisticado gramófono. Al montaje le falta fuerza ceremonial para soportar la densidad poética y dramática de la obra arrabaliana. Falta la danza ilógica y desgarrada de unos personajes simbólicos, y frágilmente humanos. La representación alcanza momentos de belleza y crueldad sobrecogedoras, con unos intérpretes entregados hasta el límite de sus recursos. La noche del estreno, el autor se dirigió agradecido al público y a la compañía, manifestando que para él, esta noche significaba un auténtico renacimiento.

No hay comentarios:

Publicar un comentario