domingo, 18 de julio de 2010

EL CARÁCTER SUBVERSIVO DE LA RISA


"Entiéndeme tú a mí". Autor: Eloy Arenas. Música: Mariano Marín. Dirección: Andrés Lima. Reparto: Eloy Arenas. Jorge Roelas. Pianista: Guayar. Escenografía: José Ramón Gallardo. Iluminación: Miguel Ángel Camacho. Madrid. Teatro Lara. 19-11-2000.

El género cómico siempre ha gozado de la simpatía del público, porque ridiculizando los valores sociales y morales de una determinada época, ha hecho reír al respetable. La risa no provoca sólo evasión en los espectadores, sino que puede destapar además, la terrible caja de la catarsis, o sea, la traslación del público a un estado de euforia, de regocijo o de gozo, que al producirse de manera colectiva, se convierte en transgresor. La buena comedia de toda la vida ha satirizado a los poderosos, a aquellos "intocables" de la realidad social que, sin embargo, gracias a las artes de Talía, han llegado ser objeto de mofa del gran público sobre las tablas de un teatro. De ahí el carácter subversivo que han tenido siempre los comediantes, de ahí la razón de las persecuciones sufridas por este noble colectivo de la risa, y hasta las prohibiciones de que se les entierre en los camposantos.
Eloy Arenas ha dado una vuelta de tuerca a la comedia clásica para ironizar sobre los defectos de nuestro tiempo, de tal forma que la mofa que se realiza en su espectáculo "Entiéndeme tú a mí" va contra esas facetas de la personalidad íntima y social de los mismos espectadores que se ríen de lo que sucede en escena. No se trata de una sátira de los cómicos contra los vicios de nuestro tiempo apuntando a sus responsables, sino a la apropiación que cada uno nos vemos obligado a hacer de esos nuevos valores. El ordenador personal, el escáner, la impresora, el móvil, el fax, y tantos nuevos artilugios -con sus respectivos mandos a distancia- que más que ayudar y facilitar la vida, terminan complicándola.
El primer monólogo de esta obra -compuesta de cinco piezas- apunta con brillantez e ironía oportuna a todas las situaciones disparatadas que se pueden producir entre un hombre y su ordenador, cuando éste toma aspecto humano. La rabiosa actualidad del tema y del lenguaje que usa Arenas, arranca las risas de un público que aprende con esta obra a reírse de sí mismo. La incomunicación amorosa, el desgaste de las relaciones de pareja, los conflictos amistosos, los problemas éticos y morales a los que nos obliga a enfrentarnos este nuevo orden social, son la diana a la que apunta y dispara el espectáculo. El público se entrega con delectación a esta cacería de ferocidades cotidianas, y se lo pasa estupendamente.
El buen hacer y la "química" de Eloy Arenas y Jorge Roelas, con una dosificación muy ajustada de sus cualidades histriónicas y dramáticas, hacen que la representación no resulte zafia y superficial, sino que se decante por un sentido del humor de mayor sutilidad e inteligencia, muy bien recibido por el público. La música en directo de un piano, y las canciones de transición interpretadas por los protagonistas, redondean esta fiesta de las neuronas cotidianas.

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