domingo, 18 de julio de 2010

LA DULCE GARRA DEL CABARET


"Ex symbols". De Félix Sabroso. Luis Lázaro. Miguel Gila. Teresa Calo. Arancha de Juan. Dirección: Berta Ojea y Paula Soldevila. Reparto: Arantxa de Juan. Maribel Ripoll. Vestuario: Manu Berástegui. Iluminación: César Sanz Bruno. Música: Cope Gutiérrez. Madrid. Teatro Alfil. 17-5-2001

El cabaret, como todos los géneros ínfimos del mundo del espectáculo, sigue demostrando una gran vitalidad por encima de modas y tendencias de vanguardia. Es el más coyuntural de todos los lenguajes escénicos. Como una esponja se sumerge en la vida cotidiana y absorbe los conflictos más chispeantes, que a todos nos afectan: la soledad, la ruptura de las parejas, los retos que nos planteamos entre el mundo laboral y el afectivo... Tiene el cabaret la profundidad del drama, y, a la par, la espuma mordaz de la farsa. El Teatro Alfil es una de las catedrales cabareteras de la villa, en su intención de ajustar una programación vinculada al humor y a la actualidad, el Alfil ha acogido desde siempre numerosos cabarets que hacen gozar al público, desternillándose de risa de sus propios conflictos íntimos en la vida en las grandes ciudades.
"Ex symbols" es una nueva aproximación a lo que podríamos llamar "Cabaret madrileño" y que tiene en Félix Sabroso uno de sus más estimables autores. Maribel Ripoll y Arancha de Juan tenían hambre de escenario tras tanta aparición televisiva, y disfrutan en escena como locas, dando vida a este rosario mordaz de mujeres abandonadas; o, que abandonaron a sus anteriores parejas. Quizás lo mejor de la obra, es que no está realizada con ira feminista, y manifiesto militante de vaginas heridas, sino con una suerte de tibieza, que busca la parte más sensible o atroz de sus personajes, lo que encanta al público.
Las dos actrices, guiadas con buena mano por las directoras Berta Ojea y Paula Soldevila, se compenetran y complementan a la perfección. Si Arancha de Juan es la mujer bandera, ingenua, o enérgica; Maribel Ripoll consigue escudriñar en la parte más sensible de sus personajes, con grandes dotes de caricata. El amistoso público de la tarde del estreno rabió de risa con las artes de estas dos castizas vampiresas, y las aplaudió repetidamente. Quizás el peligro de este eficiente género sea caer en cierta autocomplacencia y repetición de fórmulas, que se saben efectivas, en detrimento de la necesaria originalidad de la pieza. En cualquier caso, pasar un rato en el teatro con estas dos entusiastas aprendices de serpiente, resulta tan estupendo como estimulante.

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