"Historia de un caballo". Espectáculo musical de Mark Rozovsky y Yuri Riashentsev, basado en un cuento de León Tolstoi. Versión: Enrique Llovet. Dirección: Salvador Collado. Reparto: Carlos Hipólito. Francisco Valladares. Pilar Barrera. Gonzalo Benavides. Antonio Canal. Fidel Almansa. Ángel Amorós. Javier Collado. Adaptación musical: José Nieto. Iluminación: Quico Gutiérrez. Escenografía: Ana Garay. Vestuario: Montse Amenós. Coreografía: Teresa Nieto. Mimografía: José Piris. Madrid. Teatro La Latina. 25-9-2001.
Leon Tolstoi (1828-1910) es una de las figuras cumbres de la literatura rusa. No sólo es conocido el padre de "Ana Karenina" por sus novelas, sino que además fue un hombre vinculado al teatro desde sus orígenes. La influencia de Turgeniev se deja sentir en sus primeras comedias. Son obras ambientadas en el campo, donde los señores de la Rusia zarista tenían sus residencias veraniegas. Con el paso de los años, Tolstoi se va volviendo más crítico con las falsedades de su tiempo, hasta el punto de que Lenin diría más tarde, que sus obras están llenas de un poder maravilloso contra la mentira y la hipocresía social. El teatro del Arte de Stanislavsky llevó a escena algunas de sus piezas teatrales.
"Historia de un caballo" no es inicialmente un texto teatral, sino un cuento de Tolstoi donde se vierten muchas de sus inquietudes como dramaturgo. El rechazo que sufre el caballo protagonista por ser distinto a los otros equinos de la cuadra es toda una metáfora social. Patizanco es un caballo pío, con numerosas manchas en su pelaje claro, toda una metáfora social: el revolucionario, el artista, el idealista... acosado por la grave tensión de la normalidad. La noche que Patizanco es mandado sacrificar por su vejez y extravagancia, los otros caballos están de acuerdo: no se puede ser tan raro como él. Desde este estado de rechazo, el protagonista relata al público los avatares de su vida, partiendo de su nacimiento.
Carlos Hipólito da vida a Patizanco, el caballo pío, y compone una de las interpretaciones más bellas que puedan contemplarse actualmente en nuestros escenarios. Afronta un doble trabajo: el de narrador, completamente humanizado por sus recuerdos y sus emociones, en contacto directo con el público, y el de caballo. La metamorfosis corporal y vocal, que se produce en el actor es dulce y suave, sutil y emocionante. El trabajo de equipo es sobresaliente. El espectáculo está mimado hasta el último detalle. Desde el brillante coro mixto de caballos, a la elevada orquesta, que interpreta una partitura musical tan emotiva como los coros rusos, (adaptada con brío por José Nieto), o a la cuidada interpretación del resto de los intérpretes. Francisco Valladares se mueve en la comedia con autoridad propia, si además es musical, completa sus posibilidades escénicas, hasta meterse en el bolsillo la simpatía del público.
Lo bonito de este espectáculo es su originalidad en la escena actual. No se parece a ninguno de los grandes espectáculos musicales de nuestra cartelera. El aire constructivista (entre barco y fábrica) de la escenografía, el decorado y el telón de boca, transmite a la representación, cierto optimismo entusiasta de aquellos jóvenes revolucionarios soviéticos que cambiaron el mundo y la estética por un tiempo. La emoción que encierra la música rusa, y la sensualidad y el erotismo de este hermoso coro de caballos, convierten este musical en una pieza indispensable para todo tipo de público que crea en el trabajo bien hecho, y defendido con alma por sus intérpretes. La compañía, -e Hipolito en particular- fueron ovacionados por el público entre bravos entusiastas. Los artistas regalaron algunos bises.
Leon Tolstoi (1828-1910) es una de las figuras cumbres de la literatura rusa. No sólo es conocido el padre de "Ana Karenina" por sus novelas, sino que además fue un hombre vinculado al teatro desde sus orígenes. La influencia de Turgeniev se deja sentir en sus primeras comedias. Son obras ambientadas en el campo, donde los señores de la Rusia zarista tenían sus residencias veraniegas. Con el paso de los años, Tolstoi se va volviendo más crítico con las falsedades de su tiempo, hasta el punto de que Lenin diría más tarde, que sus obras están llenas de un poder maravilloso contra la mentira y la hipocresía social. El teatro del Arte de Stanislavsky llevó a escena algunas de sus piezas teatrales.
"Historia de un caballo" no es inicialmente un texto teatral, sino un cuento de Tolstoi donde se vierten muchas de sus inquietudes como dramaturgo. El rechazo que sufre el caballo protagonista por ser distinto a los otros equinos de la cuadra es toda una metáfora social. Patizanco es un caballo pío, con numerosas manchas en su pelaje claro, toda una metáfora social: el revolucionario, el artista, el idealista... acosado por la grave tensión de la normalidad. La noche que Patizanco es mandado sacrificar por su vejez y extravagancia, los otros caballos están de acuerdo: no se puede ser tan raro como él. Desde este estado de rechazo, el protagonista relata al público los avatares de su vida, partiendo de su nacimiento.
Carlos Hipólito da vida a Patizanco, el caballo pío, y compone una de las interpretaciones más bellas que puedan contemplarse actualmente en nuestros escenarios. Afronta un doble trabajo: el de narrador, completamente humanizado por sus recuerdos y sus emociones, en contacto directo con el público, y el de caballo. La metamorfosis corporal y vocal, que se produce en el actor es dulce y suave, sutil y emocionante. El trabajo de equipo es sobresaliente. El espectáculo está mimado hasta el último detalle. Desde el brillante coro mixto de caballos, a la elevada orquesta, que interpreta una partitura musical tan emotiva como los coros rusos, (adaptada con brío por José Nieto), o a la cuidada interpretación del resto de los intérpretes. Francisco Valladares se mueve en la comedia con autoridad propia, si además es musical, completa sus posibilidades escénicas, hasta meterse en el bolsillo la simpatía del público.
Lo bonito de este espectáculo es su originalidad en la escena actual. No se parece a ninguno de los grandes espectáculos musicales de nuestra cartelera. El aire constructivista (entre barco y fábrica) de la escenografía, el decorado y el telón de boca, transmite a la representación, cierto optimismo entusiasta de aquellos jóvenes revolucionarios soviéticos que cambiaron el mundo y la estética por un tiempo. La emoción que encierra la música rusa, y la sensualidad y el erotismo de este hermoso coro de caballos, convierten este musical en una pieza indispensable para todo tipo de público que crea en el trabajo bien hecho, y defendido con alma por sus intérpretes. La compañía, -e Hipolito en particular- fueron ovacionados por el público entre bravos entusiastas. Los artistas regalaron algunos bises.
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