miércoles, 23 de junio de 2010

DOS PENES EN APUROS


“Marionetas del pene (Puppetry of the penis)”. Un espectáculo de Simon Morley y David Friend. Coproducido por David Johnson. Reparto: Luis Bondía. Víctor Masán. Madrid. Teatro Alfil.

El desnudo ha estado unido al teatro desde sus comienzos. No sólo porque naciese en Grecia y los calores de la Hélade obligasen a sus dioses y guerreros a vivir semidesnudos, sino porque el desnudo representa la pureza del ser humano, y el teatro es el terreno artístico de las esencias. Sin embargo, los más jocosos mimos griegos se vestían de desnudo y se colgaban grandes falos de tela roja que le caían hasta los tobillos, provocando la hilaridad del público, con mayor fuerza que si hubiesen actuado sin ropa. En Roma, el desnudo de las bailarinas orientales o de los héroes de la espectacular pantomima clásica fue tornando la exhibición del cuerpo hacia el erotismo explícito. En tiempos de Heliogábalo se llegaron a representar adulterios reales en el teatro, y escenas de bestialismo en directo. La iglesia cristiana se encargaría de poner freno a este pecaminoso altar del diablo, como llamaban al teatro los reverendos primeros padres.
No es de extrañar que un espectáculo como “Marionetas del pene” proceda de Australia. Hay que pertenecer a un país muy joven y con muy pocos prejuicios y lastres históricos, como para concebir y realizar un espectáculo tan desinhibido como éste. Convertir a dos penes masculinos en protagonistas de un espectáculo, no deja de ser tan original como exhibir en casetas de feria a la mujer barbuda, o al hombre elefante. El mérito de la atracción consistía en contemplar el fenómeno con tus propios ojos, sin sacar más conclusiones que las que la visión pudiera despertarte. Nadie le llamaba a eso teatro.
En estas delicuescentes e hiperpromocionadas “Marionetas del pene” lo que impacta es la fórmula, el destape masculino integral. No sólo es que se les vean los genitales a los actores, sino que los únicos que tienen acción durante la representación son los falos. Las supuestas figuritas que forman estos acróbatas penianos no son tan fidedignas como podría esperarse, pueden ser igual la torre Eiffel, como cualquier chimenea, o monolito. Pero esta acrobacia de la carne íntima provoca un estado de hilaridad cómplice en el público que abarrota la sala. Se respira en el teatro una atmósfera canalla y noctámbula.
“Marionetas del pene” es un fenómeno de comunicación que evidentemente no tiene que ver con la palabra, pero tampoco con la sátira, ni con la ironía, ni con la malaleche del cabaret o el café teatro. Aquí todo es lo que se ve, y lo que se dice es lo mismo que transmite una cámara a la pantalla del escenario. Una suerte de atletismo exhibicionista, que no llega a rozar lo sexual en ningún momento, aunque no por ello pueda despertar ciertas fantasías eróticas.
El público aplaudió y rió las figuritas, y despidió con un cálido aplauso a los intérpretes (y a sus laboriosas herramientas), con el que manifestaba su satisfacción ante tan singular experiencia escénica.

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