lunes, 21 de junio de 2010

EL RESPLANDOR DE ALBERTI


“He visto dos veces el cometa Halley”. Un espectáculo osbre Rafael Alberti. Dramaturgia y dirección: Ernesto Caballero. Reparto: Chete Lera. Maruchi León. Carles Moreu. Cristina Pons. Lidia Otón. Roberto Mori. Escenografía y figurines: Alejandro Andujar. Iluminación: M. A. Camacho. Madrid. Centro Cultural de la Villa.

La fascinación que provoca la travesía de un cometa sobre el ciclorama estrellado del universo, es similar a la del teatro. Su importancia excepcional radica en que son efímeros; no se tiene siempre la oportunidad de disfrutar su resplandor; pero regresan.
Rafael Alberti escribió un teatro al amparo de las inquietudes vanguardistas que se respiraban en su visitada “Residencia de Estudiantes”, y en la labor pionera del teatro de Valle-Inclán y, sobre todo, el de su amigo Federico Gª Lorca. Dos poetas-dramaturgos a los que vino a sumarse el del Puerto de Santa María.
Repetidas veces se ha subrayado la familiaridad del teatro con la poesía, nació de ella, como una de sus ramas: la poesía dramática. Ambos lenguajes artísticos apuntan a lo que no se ve como esencia de su discurso. Lo esencial y lo invisible se hacen presencia, gracias al poder de los versos, que juegan con el talismán de las palabras. La codificación poética es hermana de la convención teatral, por eso el público deviene tan activo frente a ambas artes.
Ernesto Caballero ha construido el espectáculo “He visto dos veces el cometa Halley” con los poemas más representativos y sugerentes de Alberti. Y además los ha ordenado cronológicamente, de tal forma que la evolución de los versos va dibujando la ambulante y rica biografía albertiana.
Para llevar a cabo este brillante viaje celeste por la biografía del poeta, Caballero ha reunido una tripulación perfecta, integrada por tres actrices y tres actores de los más brillante de nuestra escena teatral. El repóquer de ases formado por Chete Lera, Maruchi León, Carles Moreu, Cristina Pons, y Lidia Otón, (junto al benjamín Roberto Mori,) garantiza una interpretación de gran sensibilidad, que roza el virtuosismo.
Chete Lera evoca al poeta de la melena blanca con resonante gravedad y un rotundo aplomo escénico, Maruchi León templa un amplio registro interpretativo, que transita entre el fino bordado de la desolación y la retumbante exaltación de la batalla. Lidia Otón enerva al auditorio con poderosos recursos vocales y emotivos, llevando hasta la incandescencia los enardecidos versos del Madrid en guerra.
Este homenaje a Alberti encierra un recital de virtuosismo interpretativo. Gracias a la calidad de sus intérpretes, la palabra poética y la pulsión vital de Alberti, resucitan plenos de vida y sentido sobre la escena. El público aplaudió repetidamente la excelente labor de toda la compañía, y la oportunidad de escuchar de nuevo la rica y musical palabra de Alberti sobre las tablas.

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